Galeones por libras

[Lorenz Van Buren]

Tomó aire por la nariz mientras la escuchaba, como si de repente recordara que respirar era una actividad manual y consciente que no podía abandonar. Perfecto, como si su cabeza pudiera lidiar con más comandos.
El último comentario de Diane lo dejó inmóvil, y sintió como si su rostro se le hubiera caído de la cabeza. Los músculos que habían mantenido las comisuras de los labios en modo normal acababan de retirarse, al igual que los que mantenían sus cejas ligeramente alzadas. Bajó la vista, con evidente humillación.

[Diane Roseveare]

Hey, ¡no vale hacerla sentir culpable! La punzada de arrepentimiento le dolió exactamente donde ya le dolía no poder sonreírle de manera sincera o pasarle la mano por el cabello. Desvió la mirada a la derecha. ¿Sería lo mejor aprovechar ese instante para escaparse? Sería lo mejor, sí.
"Hay una cafetería muggle a dos calles de mi casa" comenzó a relatar, como si él hubiera preguntado. "Venden los mejores emparedados en la historia. Los mejores, en serio". Volvió a mirarlo, como para evaluar la situación otra vez.

[Lorenz Van Buren]

Alzó la vista cuando ella comenzó a hablar, haciendo su mejor esfuerzo por volver su expresión a algo más normal que no delatara ningún tipo de devastación emocional, porque de verdad que no era eso lo que quería proyectarle a Diane.
Hizo su mejor esfuerzo por poner una pequeña sonrisa en su rostro, como si de verdad le diera mucho gusto que ella haya encontrado los mejores emparedados de la historia. No sabía qué decirle, todo sonaba estúpido en su cabeza, pero necesitaba decir algo. "Suenan como una excelente razón para cambiar divisas" ugh, sonó como un idiota. Lo sabe, se dio cuenta. Si pudiera patearse, lo haría.

[Diane Roseveare]

Asintió una vez, muy seria. "Lo son" afirmó. Se mordió el labio inferior. Ya que se sentía menos mal porque Lorenz había quitado la cara de evidente humillación, podía volver a considerar irse. ¿Así era para todos encontrarse a las personas con las que habían pensado que pasarían el resto de sus vidas, pero con quienes habían terminado? Qué horror si habías tenido más de una relación así; no poder ir al banco, a la tienda o a la librería sin correr el riesgo de cruzar caminos con alguien cuando menos lo esperabas. "Buena suerte con el trabajo" deseó, dando otro paso al frente.

[Lorenz Van Buren]

"Gracias" respondió de inmediato, como si estuviera esperando por mucho tiempo para soltar esa línea. Sintió algo semejante al pánico, porque sabía que ella estaba yéndose.
Su cuerpo ignoró a su cerebro, haciéndose a un lado ligeramente para dejarla pasar. Separó los labios, que sentía secos, pero no dijo nada. Se quedó en el lugar, pero con la vista fija en ella, pequeñas gotas de sudor comenzando a poblarle la línea del cabello alrededor de su frente.

[Diane Roseveare]

Tomó el movimiento de Lorenz como luz verde para quedar así y volver a separar sus caminos después de este breve reencuentro. La vida era muy cruel, así que consideraba más que probable que no fuera la última vez que esto ocurría. Sobre todo si él conseguía ese trabajo en Gringotts y ella no decidía que no necesitaba una cuenta en el banco mágico. Por eso dijo: "Nos vemos, Van Buren", avanzando por la ruta de escape ofrecida por el Slytherin.

[Lorenz Van Buren]

No respondió al saludo de Diane, no porque no la escuchó (aunque en ese momento Lorenz tenía toda la pinta de un ciego hipoacústico que estaba tratando de ubicarse en el tiempo y espacio) sino porque su cerebro por fin tomó control, al menos en parte, e hizo que se girara hacia ella.
"Diane, espera" caminó hacia ella, la ruta de escape bien podía convertirse en una ruta. Una ruta con carriles para dos, espero.

[Diane Roseveare]

No le duró entonces ni tres segundos la sensación de alivio por no haber perdido el control durante el intercambio. La parte lógica de cerebro le ordenó hacer caso omiso de la solicitud de Lorenz y salir del banco para poder aparecerse en su casa, en la de Charlotte o donde fuera. La parte controlada por las emociones ordenó a sus pies dejar de moverse, y eso fue todo. Frenó y giró la cabeza para mirarlo.

[Lorenz Van Buren]

Tragó saliva, pasándose una mano por el cabello para deshacerse de la evidencia de las pequeñas gotitas que habían amenazado con unirse y desplazarse por su frente.
"Me gustaría caminar contigo un minuto" soltó, haciendo un consciente esfuerzo por no permitir que su deseo no se expresara en una pregunta pero tampoco que sonara a demanda, porque sabía que tenía pocas fichas a su favor. O no tenía ninguna, probablemente.

[Diane Roseveare]

Frunció el entrecejo; pasarse la mano por el cabello era un movimiento con el que Lorenz siempre había logrado que Diane hiciera lo que él deseara (lo supiera o no). Quiero suponer, sin embargo, que a los 21 es más capaz de controlar sus hormonas de lo que era a los 16.
Bajó la mirada y atrapó su labio inferior con los dientes. "Van Buren, ¿para qué quieres 60 segundos adicionales de tortura?" curioseó en voz baja. No obstante, comenzó a caminar lentamente para que él pudiera seguir el mismo paso.

[Lorenz Van Buren]

Yo creo que de haber sido consciente del efecto que tenía ese simple gesto, Lorenz lo hubiera usado tanto que el encanto no hubiera tardado mucho en esfumarse.
"No sé" respondió, porque no iba a empezar a defender este encuentro como algo totalmente agradable para ambos, aunque fuera por razones bastante distintas. "Extraño hablar contigo" soltó en un murmullo, caminando a su lado.

[Diane Roseveare]

Posiblemente tienes razón y parte del encanto radicaba en que él no sabía lo terriblemente atractivo que a ella le resultaba cuando hacía eso.
Sonrió de costado. -Ouch-. Ambos sabemos cuál era el eje principal de esta relación (o al menos cuál era mientras fueron un par de hormonales adolescentes recién egresados del colegio), pero si le preguntaban, lo que Diane más extrañaba de Lorenz era precisamente eso: poder hablar con él. Asintió una vez con la cabeza. "¿Qué necesitas decirme?". Más que una pregunta literal, era una invitación. "Durante 60 segundos estamos en casa" -OUCH- "En Harwich" se corrigió. "¿Qué necesitas decir?".

[Lorenz Van Buren]

Giró la cabeza para mirarla, sorprendido en la forma en la que ella proponía el escenario, porque realmente era horrible recordar que ya no tenían todas sus vidas para hablar e imaginar situaciones a futuro que podrían hacer realidad.
"Necesito decirte que-" durante una milésima de segundo dudó si decirlo o no, si debía mostrarle que lamentablemente no había cambiado desde aquel día, que sentía absolutamente lo mismo "...que te extraño, y que lo siento-" quería mantener la vista en ella, pero sentía que le ardían los ojos, por lo que bajó la cabeza de inmediato.

[Diane Roseveare]

Giró su cabeza al lado opuesto a donde estaba Lorenz. No le sorprendía escuchar eso, pero había esperado que él tomara la oportunidad para decirle lo que le diría si realmente estuvieran en casa, preparando la cena o algo así. Podrían haber sido 60 segundos de pretender que nada había cambiado, en lugar de 10 segundos de sinceridad y 50 de incomodidad. Se aclaró la garganta para asegurarse de que no le iba a temblar cuando hablara. "Yo te diría que nunca deja de sorprenderme la cantidad de gente que solicita permisos para llevar un aethonan a casa sin tener ni la mitad de idea de lo que implica mantener a uno" comentó en el tono más casual que le salió. "Y te preguntaría si puedes creerlo" sonrió.

[Lorenz Van Buren]

Si Lorenz hubiera aceptado que la relación de ellos había terminado definitivamente quizás la usaría para imaginar cosas así, pero cada chance que le llegaba tenía que intentar convertirla en pequeños parches para no tener que dejarla ir.
La escuchó, esperando escuchar algo que le diera esperanzas, levantando la vista para verla de reojo. "..." ninguna cantidad de ruegos y súplicas escaparon de sus labios, por más que estuvieran embotelladas en su interior. No tenía palabras encantadoras, no tenía nada. "Diane" soltó. No la tenía a ella tampoco.