Colecta más por menos grageas

[Judith Powell]

Su mamá le había enviado con el correo esa mañana una bolsota, como del tamaño de una bolsa de supermercado, llena de grageas de todos los sabores (solamente que no eran de la marca Bertie Bott, porque esas son caras). Así que Judy no podía estar más que súper contenta con lo que había recibido, metiéndose en la boca de a tres grageas y extendiéndole la bolsa a todos los que se cruzaba en el pasillo al grito feliz de "¿Quieres grageas?".
Hasta ahora la shockeante cantidad de dos personas habían aceptado una gragea, una niña de primero y un chico de sexto, que parecieron aceptar la primera por curiosidad y el segundo de lástima. Iba subiendo los últimos escalones de la escalera que subía al primer piso, con grageas en la boca y la bolsa en ambas manos, cuando divisó a su próxima víctima a pocos metros de ella.

[Henry Leyden]

Henry Leyden. Bueno, pero no inocente. Ciego, pero no perdido. Buena suerte ofreciéndole las temibles grageas de todos los sabores al individuo más sensible a los sabores en todo el castillo.

Literatura muggle en mano (bendito sea el inventor del Braille) Henry estaba pasando un buen rato cuando escuchó la llegada de alguien que... ¿olía a dulces, o es que llevaba consigo todos los dulces del mundo?

Ya tenía su atención, porque esa era una pregunta que Henry pensaba responderse.

[Judith Powell]

-¿Cómo se llamaba? Yo sé como se llama- se aseguró, mientras se apresuraba en tragar y sostenía la bolsa de grajeas en una sola mano. Se concentró, claro que sabía cómo se llamaba, Henry era como... como un... eh, ¡como una celebridad! Era especial, ¡pero todos son especiales según Judy!
"¡Henry Leyden!" gritó, como si confundiera ciego con hipoacústico, mientras alzaba una mano (en la que no llevaba las grajeas, por suerte) y se acercaba hacia él animadamente.

[Henry Leyden]

Sí, sabía que ella estaba ahí. Sí, estaba a punto de saludarla. Y, sí, tenía la conciencia limpia.
Pero nada de esto evitó que con ese grito se sobresaltara y dijera "¿Qué hice?". Se quedó quieto en el mismo instante. Se había acordado de su tío. Él acostumbraba gritar así cuando le parecía que Henry iba a llevarse algo de encuentro.
Al instante siguiente se calmó, comprendiendo que - grito o no - ese tono era ... más o menos de saludo. Pero por mientras, casi le había dado un infarto. Esa era la desventaja de ser sensible a los sonidos; pero Henry hubiera apostado a que cualquier otro también se hubiera espantado.

[Judith Powell]

Detuvo los saltitos cuando estuvo cerca de Henry, eliminando la distancia a pasos agigantados.
"¡Nada!" exclamó, deteniéndose delante de él y mirándolo con atención. "Bah, no sé" sonrió y se balanceó sobre sus pies en el lugar, como en una hamaca invisible. "¿Qué hiciste?" preguntó en un canturreo algo acusador, aunque se notaba que no podía estar hablando en serio.

[Henry Leyden]

Muy graciosa ella.
"Pues no sé, creo que nada todavía... pero al día le queda tiempo." respondió, sonriente.
La verdad es que últimamente se pasaba de bueno. Menos escapadas nocturnas (casi ninguna) y su única discusión había sido completamente inofensiva.
"... Powell, ¿cierto?". Casi se había olvidado del olor a dulce.

[Judith Powell]

Se estaba riendo por el chiste de Henry cuando se detuvo, tomando mucho aire para asintir con la cabeza (dale unos momentos para que se de cuenta de que él no está viéndola y que tiene que responder con gestos ya mismo).
"¿Quieres grageas?" levantó la bolsa, moviéndola energéticamente. Alguna que otra cayó al piso, pero Judy no le prestó atención, mirándolo fijamente -Toma una, toma una, toma una-, dejando de sonreír, incluso. Estaba concentrada.

[Henry Leyden]

Si la hubiera visto a los ojos, quizá habría sido hipnotizado por ella. Pero, Henry simplemente no hace eso.

"Eh... Es tentador, pero si me toca un sabor desagradable, pasaré de malas todo el día..." dijo, sintiéndose un poco mal por que el tono de voz de Judith era tan intenso como su mirada.

[Judith Powell]

Dejó de sonreír, bajando la vista a la bolsa de grageas que aún sotenía en alto. "Oh, okay" aceptó, bajándola lentamente.
"¿Ni aunque la pruebe yo primero?" ofreció nuevamente, alzando la bolsa una vez más. No sé si Henry querría meterse una gragea previamente babeada, pero preguntar no costaba nada.

[Henry Leyden]

No hubiera podido evitar reirse si lo hubiera intentado, pero igual no lo intentó. Sólo dejó de reírse el tiempo suficiente para decirle con amabilidad "No sería igual. Es decir, no habría sorpresa." Era lo mejor que se le ocurría aparte del posible 'Eso no sería saludable', cosa que no podía decirle.

[Judith Powell]

"Ah" miró la bolsa con preocupación, porque iba a tener que comérselas todas si no conseguía que la gente se las aceptara... le daba mucha pena tener que tirar comida.
"¿Crees que todos tengan esos problemas con las grageas? Porque no he recibidos muchos 'sí' el día de hoy" se quejó, mientras trataba de enredar las manijas de la bolsa para cerrarla.

[Henry Leyden]

"Bueno, es que no a todo el mundo le gustan las sorpresas... ¿porque tienes tantas?" Comenzaba a sentirse completamente grosero. Debió decir que sí desde un principio, pero él no imaginaba que ella tenía largo rato recibiendo un no como respuesta...

Se preguntó si no debería cambiar de opinión. En todo caso, siempre podría tocarle un buen sabor...

[Judith Powell]

Hizo un nudo improvisado en la bolsa, arrepintiéndose de no haber sacado unas cuantas para ir comiendo mientras conversaba con Henry.
"Mi mamá me mandó toda la bolsa completa, es como medio kilo. Es que no son 'de marca'" hubiera hecho comillas aéreas si no tuviera las manos ocupadas cerrando la bolsa "por eso vienen en cantidad" se explicó.

[Henry Leyden]

"Pues... A mi se me ocurre que los niños de primero... quizá segundo, te dirán que sí con más facilidad... Unos no tienen idea, y los otros simplemente encuentran divertida la posibilidad de encontrar alguna cosa horrible en lo que comen...", dijo, intentando ayudar un poco.
Aún así, era posible que duraran todo el tiempo necesario, si es que ella debía comer unas cuantas al dia, sin ayuda de nadie.

[Judith Powell]

"Hasta ahora solamente una niña de primero aceptó" le comentó, un poco desanimada. "Pero tendré en cuenta que los de segundo podrían estar interesados, gracias". Realmente no quería tener que acabarse esa bolsota ella sola, ni aunque le llevaran meses. No es que le importara mucho su apariencia, pero no parecía ser muy saludable un régimen de grageas de todos los sabores.