Sardina enlatada

[Cathleen Cowershof]

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, no dudo ni dos segundos en entrar, esquivando a un par de personas que salían apuradas y parecían querer llevarla hacía las chimeneas de nuevo, para poder asegurarse un sitio en el abarrotado aparato. Pero ¿Saben qué? Cathleen no corría con tanta suerte como para entrar al ascensor sin convertirse en una sardina enlatada. Su visita al ministerio de magía no implicaba cuestiones laborales eran más bien personales. Con esa, era la cuarta vez en el mes que se veía citada para revisar su permiso de aparición, y eso solo implicaba una cosa: le iban a anular la licencia.
Tampoco es que fuera muy grave, aun sentía nauseas y se aparecía cuadras más allá de donde debía, pero al menos ya no perdía órganos y no le era indispensable tener esa tarjeta... Siempre podía correr. Suspiro, frustrada, esperando por tercera vez que el ascensor llegara, y quizás solo quizás, aquella vez corría con más suerte.

((Libre-bre-bre))

[Cathleen Cowershof]

Las puertas se abrieron de nuevo y antes de que pudiera contar cuantas personas habían salido, ya estaba dentro del aparato, aplastada y segura de no poder respirar. Se apoyo contra una de las paredes, luchando un poco para no ser aplastada, pisada y ahogada al mismo tiempo. "Sexta planta por favor" pidió apenas haciéndose escuchar. El aparato comenzó a subir, y un par de personas se fueron sobre ella, como si el oído les fallara y no pudieran mantenerse de pie. Disfrutaban aplastando a la gente.

[Cathleen Cowershof]

Miro con los ojos muy abiertos a la persona que habla, luego miro los botones y..., oh, rayos, alguien le había clavado el codo en el estomago y si no lo sacaba en ese mismo instante iba a morir por falta de aire. Por suerte el aparato se detuvo y unas tres personas salieron, incluyendo al dueño del codo, después entraron seis en reemplazo. "¿Este lugar tiene escaleras?" pregunto casi de manera estúpida, mirando de reojo al joven que apretaba los botones y a la señora que tenía al otro lado.
No es como si esperara que alguien le respondiera, por supuesto.

[Cathleen Cowershof]

Eso estaba muy bien, que alguien creyera que habían escaleras, era mejor que nada. Se apresuro entonces a salir detrás del chico, agarrando con fuerza su cartera, no muy segura de salir ilesa o con sus miembros completos. Fue espichada un par de veces más antes de conseguir salir de la lata del ascensor. Tampoco tenía la más mínima idea de cual era el piso en que se encontraba, o si, si tenía idea, era cualquiera menos el sexto.

[Cathleen Cowershof]

Después de acomodarse la camisa, que estaba arrugada nada más, correspondió el saludo con un apretujón amistoso "Cathleen" sonrió, mirando a su alrededor, pretendiendo que las paredes le dijeran donde estaba. Se apresuro a caminar tras él, "Vengo a que... Uhm, es un poco vergonzoso" respondió, poniéndose algo colorada.

[Cathleen Cowershof]

Ni puertas ni ventanas, el paraíso de un claustrofóbico, que suerte que no habían fallas eléctricas en el ministerio.
Se intereso muchísimo, cuando menciono su lugar de trabajo, y tomo una pequeña nota mental, para preguntarle, después de bajar dos o tres pisos, que tanto había tras la puerta sellada que tanto mencionaban en la escuela. Porque ella iba a ser inefable y quería saberlo todo. Rió, imaginándose a cargo de un kneazle, iba directo a Azkaban; "Es por mi licencia" aclaró, sonriendo apenada.

[Cathleen Cowershof]

Aurores usando ese tipo de maldiciones, gracias Crouch Sr., el número de integrantes de la Orden iba a reducir más rápido.
Meneó la cabeza y luego, al llegar a la licencia correcta se sonrojo un poco, "Si eso de aparición" confirmó, ¿Cuántas personas en el mundo serían citadas al año para una revisión de ese tipo? La última vez se lo habían dicho: ella y tres más, tan o más incompetentes. Miro las paredes, comenzando a impacientarse un poco con la sobriedad de aquel lugar. Había una cosa de la que estaba segura, ese no era el piso de deportes.

[Cathleen Cowershof]

Suspiro, estaba acostumbrada a que las personas se rieran de su desgracia (ella por ejemplo no soportaba el trafico muggle), así que no se enojaba, no mucho al menos. "Deje los zapatos atrás, así que aparecí en Kent descalza" contó, sonriendo a medias, era una anécdota divertida excepto por la parte en la cual el examinador rompía la licencia. Y por haber aparecido sobre lodo.
Miro las escaleras, nunca había entendido la organización del ministerio y podía confiar en llegar al piso 6 si subía.., o quizás si bajaba.

[Cathleen Cowershof]

Alzo las cejas, mirándolo como si comprendiera el dolor del pobre hombre que había dejado uno de sus no-pies, uhm, estaba segura de no llegar a comprender jamás pero ¡Diablos! Que imagen tan perturbadora.
"Auh" mascullo, y se cruzo de brazos temiendo que alguno de sus órganos se separara de su cuerpo mágicamente (Ja) "Creo que mejor doy por perdida mi licencia, para siempre" concluyo en un ataque inesperado de lucidez. ¿Saben qué? Ella podía ser muy valiente y todo lo que quisiera, pero no estaba dispuesta a seguir forzando su poca concentración en no olvidar sus medias sobre un tejado antes de llegar a Manchester.

[Cathleen Cowershof]

Ah, cosas serias.
Se acomodo el cabello tras las orejas, él tenía razón, solo era un peligro para si misma pero.. "Ellos deben creer que es muy importante que seamos capaces de huir sin inconvenientes cada vez que la situación lo requiera" comento, recordaba, lejana y vagamente, que alguno de los miembros experimentados de la Orden, le había explicado eso mientras le daba algunas recomendaciones para que dejase de pensar en Sirius los huevos del pollo y fuese capaz de pasar el examen. "No todos son muy hábiles con los hechizos de defensa y ellos son demasiados" lo había dicho en voz baja, solía ser un poco discreta al hablar de esos en público, porque ahí si le funcionaba el sentido común.

[Cathleen Cowershof]

Movió la cabeza afirmativamente, estaba muy de acuerdo con lo que decía Alfie, se le ocurría también que los examinadores eran un poco quisquillosos o quizás les daba miedo que ella muriera en el proceso de aparecerse y entonces, ya sabemos que departamento ministerial perdía un poco de reconocimiento. "Lo usare y con un poco de suerte tendrán lastima de mi" dijo medio en broma, aunque la opción no estaba del todo descartada "Espero no cobres derechos de autor" agrego toda sonriente, porque no estaba dispuesta a pagarlos y si insistía, lo agarraba del brazo y se aparecía en la Isla de Man, para que se le quedaran los intestinos atrás.

[Cathleen Cowershof]

Sonrió, asintiendo de nuevo, aquel iba a ser un buen día, había encontrado un inglés agradable que le hacía sentir menos ansiosa. Ansiosa de terror, porque de su cabeza no salía que iba a perder algo al aparecerse. "Me asegurare de llevar dinero encima para ese entonces" apoyo una mano en la barandilla de la escalera, "Pero si no funciona, tendré que prescindir de sus servicios Mr. Alfie" dijo adoptando una expresión seria, era como si él fuese un abogado/psicólogo en un universo alternativo donde ella tenía fluidez económica. Un asunto muy serio.

[Cathleen Cowershof]

Que considerado que era Alfie, no todo el mundo era tan gentil como para bajar escaleras al paso 'ancianita con zapatos grandes' que Cathleen solía usar. Porque eso de ser torpe no era un trabajo fácil.
Alzo las cejas, "No lo sabre hasta que lo intente" comento, siguiendo con su actuación de parecer seria y totalmente convencida de sus palabras. Dicen por ahí: El que no arriesga no gana, no se bien que se pueda arriesgar o ganar en este asunto, pero no podía dejar ese dicho atrás (?).

[Cathleen Cowershof]

¡Oh, era con apuestas!, los dichos no son lo mio, no volveré a mencionar alguno, lo prom-... ¿Qué? ¡¿Todos?! No, no, la sonrisa encantadora del Príncipe Edward no. No creo poder resistirme a esa.
Simulo un gesto de pesar "Si, eso digo" confirmó, cambiando su seriedad por tristeza. Porque ella nació para artista, claro que sí, pero prefiere jugar a las varitas mágicas. "Pero... Oh, querido" y se llevo una mano a la frente dramatizando "No me mientas, se que podrás con eso. Encontraras a alguien que si pueda pagarte" pestañeó como afligida como esperando que no pasara. Y se divertía.

Por cierto, que lindo, Alfie era un unicornio.