Preocupaciones a la cama

[Liv Dahl]

Tenía los libros de encantamientos, transformaciones y pociones abiertos en los primeros capítulos, pergaminos en blanco de sesenta centímetros que era el largo de las asignaciones para la semana, todo sobre su cama y ella estaba sentada al lado en el suelo, con los brazos cruzados sobre sus rodillas recogidas y la mitad de su cara estaba oculta entre sus antebrazos, como meditando la cantidad de cosas que tenía que hacer y la poca idea que tenía para hacerlo.

Estaba en quinto, lo que significaba que debía presentar los TIMOs ese año. Aprobar apenas no le iba a servir de mucho porque sabía que para sexto algunos profesores exigían ciertas calificaciones y si no llegaba no tendría nada que hacer, ¿La dejarán en Hogwarts si sacaba solo Aceptables? ¿Podría ver solo tres materias? Ese pensamiento la agobiaba pero al mismo tiempo no lograba pensar en nada que poner en sus pergaminos, estaba perdida, tal vez tendría que dejar el coro o el club de drama para tener más tiempo, pero tal vez eso la volvería loca y terminara en San Mungo, y en San Mungo los exámenes no importan.

En eso, la puerta de la habitación se abrió y ella se puso de pie tan rápido que se mareó. Miró el suelo unos segundos para tratar de pasar el vértigo, con los brazos un poco extendidos. "Ya estoy bien" Dijo de la nada sonriendo. "¡Gen!" Exclamó al ver de quien se trataba. A Liv le agradaba que su compañera fuese la nueva prefecta porque le caía bien. "¿Qué haces?" Preguntó. Quería distraerla también de ver su cama, no quería hablar de sus miedos en ese momento, o en cualquier momento.
Reservado

[Genevieve Wainwright]

Entre las muchas preguntas que Genevieve se había hecho desde que tenía memoria, '¿cómo será la vida de un prefecto en Hogwarts?' nunca había sido de las más predominantes, a diferencia de cuestiones relevantes como '¿qué se sentirá ser un dragón y expulsar fuego por las fosas nasales?' o '¿por qué no crezco más si mi papá es tan alto?'. Por eso era que, cuando recibió la placa el verano pasado, no había estado muy segura de qué esperar, salvo que tendría que ser más cuidadosa con su tiempo para que incluir sus nuevas obligaciones no alteraran demasiado su rutina. Decir que la realidad le había pegado una amistosa bofetada ejemplifica bastante bien lo que había sucedido, comenzando por aquella traumática primera noche en el colegio en la que, por primera vez en su vida, le había tocado hacerse responsable de niños pequeños que no compartían su ADN. Por suerte, su personalidad la predisponía a adaptarse con rapidez a los cambios y ponerse a trabajar en resolver dificultades en lugar de hacerse bolita en un rincón para llorar.

Esa característica resultó particularmente útil aquella noche, cuando una de las chiquillas de primero, hija de muggles, se había pasado con el jugo de calabaza al que no estaba acostumbrada y vomitó apenas entró a la sala común. ¿Y quién tuvo que ayudarla a limpiarse y darle un abrazo para que dejara de llorar*, aunque eso significara embarrarse la túnica de lágrimas y porquería? ((*Estaba destinado a suceder, Eren, tú te salvaste))

Cuando entró a su habitación, tenía toda la intención de correr al baño a sacarse el uniforme y ponerse su pijama, suave, calientita y, más importante, limpia, pero frenó a media zancada cuando escuchó a Liv pronunciar su nombre. La buscó con la mirada para dirigirle una sonrisa. "Ah, hola" dijo. Cambió de dirección para acercarse a su cama despacio, sin la certeza de cuánto demoraría el olor en delatar lo que había ocurrido. "Nada especial, ¿tú?". Bueno, igual tenía que agarrar su pijama antes de ir al baño.

[Liv Dahl]

Liv, por su lado, ya tenía el camisón puesto, muy cómodo pero era otro de los enormes retrasos en el mundo de la moda de los magos. Había pensado muchas veces plantearle a Dumbledore la posibilidad de cambiarlos pero lo cierto es que cumplían tan bien su función que sabía que, con toda la amabilidad que ese señor de barba larga le podía otorgar, declinaría su propuesta.

Y por ser Liv detallista con la ropa, no tardó demasiado en darse cuenta que la túnica de Gen estaba un poco oscura y con ciertos puntos claros de algo que no lograba identificar. Frunció el ceño, sin haber olido todavía. "¿Qué es eso?" Preguntó, mirando su túnica. Luego, el olor llegó. "¿Te vomitaron?" Preguntó entre sorprendida, asqueada, preocupada y horrorizada, haciendo que su cara se contorsionara para dar a entender todas esas emociones juntas.

[Genevieve Wainwright]

Por algún motivo extraño, escuchar las palabras hizo que el estómago se le revolviera como no le había sucedido ni siquiera mientras el evento tenía lugar. Como que oírlo expresado verbalmente lo hizo mucho más real y terrible. Tal vez el expresivo rostro de Liv no ayudó a la causa de que Genevieve mantuviera el control de sus emociones, porque antes de darse cuenta le estaba imitando los gestos de asco y horror. Trató de responder primero a la pregunta '¿qué es eso?', sin embargo no logró expulsar las palabras 'vómito y lágrimas'. Intentó entonces contestar a lo segundo, llenando sus pulmones de aire antes de hablar. "No exactamente, sólo me embarraron". Eww. ¿Cómo no se había dado cuenta antes de lo feo que sonaba ese verbo? Emmmmbarrrrrrrarrrr. Tragó saliva con dificultad, dando los pasos que la separaban de su cama y su pijama.

[Liv Dahl]

Liv la imitó tragando saliva y mantuvo la mueca de horror pero ahora tiraba un poco más a la sorpresa. Se acercó a ella, pese al olor, y se paró junto a la cama de Gen, sosteniendo uno de los postes que sostenían las cortinas amarillas de las camas. "Pero, ¿quién?" Preguntó Liv "¿No se supone que eres prefecta? ¿Quién te embarraría algo? Le quitaste puntos, me imagino, y castigaste, ¿puedes castigar?" Preguntó también porque no estaba segura. Liv había vivido cuatro años completos en ese castillo y solo había requerido a un prefecto en su primer curso, para darle el tour hasta llegar a su sala común o una que otra vez que se perdió y pidió indicaciones a quienes tuvieran una P en el pecho de sus túnicas, por eso no estaba del todo segura de sus obligaciones, más que algunos rumores o haber escuchado a Roan Fletwock quitando puntos por ahí. De lo contrario, Liv solo pensaría que los Prefectos son los guías turísticos oficiales de Hogwarts nada más.

[Genevieve Wainwright]

La pregunta '¿no se supone que eres prefecta?' le hizo un montón de gracia, lo que agradeció porque la distrajo de seguir repitiendo en su mente la palabra 'embarrar', haciéndola sonar cada vez peor. Sonrió, bajando la mirada para localizar su pijama y tomarla con cuidado para que lo único que tocara de ella fuera su mano. "Puedo dar detenciones como castigo" respondió a la pregunta de Liv, "pero en este caso" se señaló el torso moviendo la mano libre de arriba a abajo y de regreso "no habría sido justo, porque creo que vomitar y echarte a llorar en la sala común es suficiente para arruinarte el día" opinó. O la vida, si alguien decidía ser cruel y no dejarte olvidar jamás algo que hiciste en tu primer año. Genevieve no dudaría en comenzar a restar puntos si escuchaba algún comentario burlón aludiendo al accidente de la pobre niña.

[Liv Dahl]

Ahora hizo otra mueca pero de lástima y se llevó una mano al pecho. Un acontecimiento así en cualquier otra sala común podría ser tomado como objeto de burlas más directas. Liv creía que quien haya tenido que pasar por eso era muy afortunado de ser un tejón. "¿Quién lo hizo?" Preguntó, porque quería que su pena tuviera una cara y un cuerpo.

Ver el pijama de Gen la hizo recordar algo. "¡Oh! ¿Te importa si te pruebas algo en lo que he trabajado desde el verano?" Preguntó, súbitamente sonriente. Luego se apartó, fue hacia su propio baúl y escarbó sobre sus cosas, luego, qué tonta, se acordó de su varita. La buscó sobre su cama. "Accio vestido blanco" Conjuró y en un abrir y cerrar de ojos lo tenía en la mano. "¿Qué dices?" Preguntó, abriéndolo* para que lo vea.

*((Si, es el de Ella Enchanted xD))

[Genevieve Wainwright]

Titubeó un instante porque no estaba segura de que decir quién a quién tuvo que ayudar y consolar después de que vomitara no contara como iniciar un chisme, incluso si estaba hablando sólo con Liv, a quien no veía salir corriendo para contar la historia a los gritos en el Gran Salón. "Una niña de primero, ¿cabello castaño rizado y ojos verdes?" describió. Fue el compromiso al que llegó con su conciencia limpia.

Sonrió tras la pregunta. A la fecha, nunca se había arrepentido de acceder a probarse cualquier cosa que Liv le pidiera, así que devolvió su pijama a la cama; iba a tener que esperar. "Claro que no me importa" respondió con entusiasmo. Mientras su compañera convocaba el vestido, ella comenzó a quitarse con extremo cuidado el uniforme sucio. El resto de ella se había librado de la embarrada y no quería cambiar eso. Estaba a mitad del trámite cuando Liv le mostró el vestido blanco. Honestamente, ¿cómo hacía para producir ese tipo de cosas? Ella no sabría ni cómo empezar. "¿Voy a casarme?" preguntó en broma, porque era lo primero que le venía a la mente con un vestido así, aunque admitía que era un poco corto para encajar adecuadamente a la situación que proponía.

[Liv Dahl]

Se le quedó viendo con una mueca pensativa, luego hincó los hombros dejando el tema a un lado. Era una descripción muy genérica y con decirle que era una niña de primero pensó en su hermana, sintiendo una pena renovada por esta chiquilla desconocida.

Lo primero que hizo fue poner una expresión ofendida y contraer el vestido hacia ella, abrazándolo "¡Desde luego que no! Tu vestido de novia será hermoso, con plumas y tela mejor que esta" Le dijo como si ya pudiera visualizar el diseño, que no, pero le gustaba la idea de poner plumas en un vestido de novia "Esta es como una túnica de gala pero la quise hacer como minifalda para variar un poco" Le contó, volviendo a extender el vestido para que lo viera. "Póntelo, quiero saber si lo hice bien" Le dijo, extendiéndoselo.

Cuando Gen se lo pusiera se daría cuenta que las medidas estaban bien de cintura y caderas pero era muy grande el busto, a lo que Liv chasquearía la lengua "Demonios, me volví a equivocar en el patronaje" Dijo un poco molesta consigo misma. "¿Has pensado en usar relleno en tu sostén?" Preguntó seriamente. Cambiar el pecho significaba hacerlo todo de nuevo, descocer y volver a armar, con el riesgo de que no quede tan bien por haber hecho el diseño mal desde un inicio.