¡Peligro! ¡Gato suelto!

[Lina Ackerman]

La casa/negocio de Madame Vespa era un loquero de verdad ese Viernes 4 de Julio. No se trataba del loquero simpático y anecdótico de cuando alguna señora iba en busca de una crema antiarrugas y atendía la puerta un perico porque las dueñas de casa estaban tomando sol en el patio trasero. No, esta vez era un loquero de los que hacían que los vecinos (todos muggles) se asomaran a las ventanas de vez en cuando, para chequear que la loca de los pájaros y su sobrina no estuviesen siendo atacadas por una manada de jabalíes salvajes muertos de hambre o algo así.
Estaban a un día de ir al Mundial de Quidditch y Vespa todavía no había decidido del todo qué cosas iba a llevar, o si iba a tirar las cartas de tarot únicamente, o si solamente iba a vender cosméticos... ¡Y ni hablar de la carpa! Durante esa semana intensa de preparativos, directamente se había olvidado de que necesitaban una carpa. Y lo había recordado recién después del desayuno de ese día, sentada en una de las sillas con almohadones de su patio trasero. En su defensa: en esa silla, tomando sol, era donde solía tener las mejores ideas y los pensamientos más organizados.
Luego del ataque de histeria inicial, en el cual comenzó a reírse sin razón aparente dejando a Lina bastante desconcertada, le avisó que le iría a pedir una carpa a uno de sus amigos muggles. Por lo visto no llevarían nada de magia o glamour al Mundial, pero al menos irían.

Lina había quedado encargada del negocio que ocupaba el salón delantero de la casa hasta que su tía volviese, que no sería demasiado pronto porque se manejaba en transportes muggles. Todo habría sido genial si no hubiese sido por el gato. ¡Se le había metido un gato en la casa! Y claro... tenía una habitación que olía y sonaba como un festín de pajaritos. ¿Cómo se iba a resistir el pobre felino?
Así que si alguien se acercaba a la puerta principal, tan linda, colorida y llena de flores a los costados, podría escuchar claramente el coro de canarios aterrorizados, las maldiciones (bien aprendidas) del perico, algún que otro maullido molesto y a Lina gritando: "¡Basta! ¡Afuera! ¡Nadie te invitó!"

[Lina Ackerman]

Elliot ya era bien recibido por las mascotas de la casa. En general Dana (la perrita que se había llevado a vivir con ella al mudarse a lo de la tía Vespa) buscaba sus caricias acercándose con timidez mientras él paseaba por la sala, mientras que Nora no desaprovechaba ninguna oportunidad en la que él estuviese sentado y se le echaba encima con sus casi seis kilogramos para que le hiciera mimos a ella también. Los canarios estaban siempre en la habitación que tenían para ellos, así que quizás Elliot solo los había escuchado cantar, y las lechuzas tampoco salían demasiado de allí. Pero el perico era simpático con él. Y esto era importante ya que, cuando Perico era antipático, la gente solía irse con el cabello revuelto o algún que otro arañazo o picotazo en las manos. Lo bueno era que en general se reservaba la agresividad para gente realmente negativa, y que si no le caía bien alguien que no era malo simplemente lo mataba con la indiferencia. A Elliot se le paraba en el hombro, si él lo dejaba, así que le caía claramente bien.

Lina había logrado atrapar al gato, que estaba bastante gordito así que quizás no era callejero, lo que era realmente importante porque ni ella ni Vespa tendrían el corazón de echarlo si lo notaban muerto de hambre. Y adoptar un gato adulto no era demasiado lógico con tantas aves a su disposición, pobrecillas aves-comida. Por suerte Nora se había criado allí, así que las aves no eran aves-comida sino aves-amigos.
Lina abrió del todo la puerta de entrada con el pie, sosteniendo al gato (que se había dado por vencido ya, así que colgaba manso de sus brazos). Cuando vio a Elliot se detuvo en seco frente a él, sorprendida.
"¡Hola, Elliot! Eh... ¿Escuchaste eso?" preguntó, con expresión algo culposa. Es que... ¿Ella, gritándole a los animales?

[Lina Ackerman]

Que él no supiese que ella vivía allí era en gran parte culpa de Lina, porque solía evitar aparecer en el negocio (bueno, en el living de su casa, digamos, y menos mal que la cocina era amplia como para pasar el día allí y que era una casa grande) a no ser que su tía la llamase porque había mucha gente o porque necesitaba que le busque algo en el invernadero, por ejemplo. Lina, en cambio, sabía que Elliot era cliente habitual porque ayudaba a su tía a preparar los pedidos del día siguiente cuando estaban las dos solas y porque solía mirar a los clientes desde la puerta de la cocina cuando estaban sentados de espaldas a ella. No era intrusiva pero sí era curiosa, y el funcionamiento del negocio de su tía le fascinaba.

Soltó el aire por la nariz en forma de risita breve, consciente de que él la veía por primera vez allí. "Vere-- Vespa es mi tía, creo que nunca te lo dije" comentó con expresión de disculpa mientras se acercaba a él. Seguía sin soltar al gato, que permanecía colgando de sus manos sin moverse, en una especie de queja sobre el maltrato animal emitida al universo.
"Digamos... que es una visita no muy bien recibida. Debe ser de algún vecino" aclaró. En lugar de parar cuando llegó junto a Elliot, Lina caminó unos pasos más y dejó al gato del otro lado del portón de madera que separaba su jardín de la vereda. Si bien era ridículo pensar que un portón bajo evitaría que el gato volviera, ella lo cerró. Los animales eran inteligentes y ese gato debería entender que eso era una prohibición a que vuelva a entrar.
Dana soltó un breve ladrido de advertencia, mirando al gato, y luego volvió a mirar a Elliot en busca de más caricias.

((¿Muchas acciones? Si querés corto en dos esto XD))