Evento San Valentín - La fuente de Cupido

[Albus Dumbledore]

Hacía frío en el patio central del segundo piso esa noche del sábado 11 de febrero de 1989. Mientras los alumnos cenaban, apareció en la fuente del medio del patio una estatua de un Cupido encantada. Cuando un alumno se detenga delante de la estatua, ésta girará la cabeza hacia la persona y aparecerá un montoncito de piedras con forma de corazón.

Lanza la piedra a la fuente
teniendo al amor en tu mente.
Si coinciden tendrán una oportunidad
de verse frente a frente.

No hace falta un nombre o apellido,
características de amor no son fastidio.
Una lechuza dirá cuándo se han de encontrar
dos corazones dispuestos a intentar.

Antes de que lances la piedra has sido advertido:
esto es un contrato con razón y sentido.
Si la silla dejas vacía, Cupido lo sabrá.
No juegues con los sentimientos o te castigará.

Aquellos que lancen la piedra a la fuente, pueden describir brevemente el proceso aquí, aunque no es obligatorio. Por favor, sin nombres o referencias específicas. Descripciones vagas son aceptadas, y pueden completar el nombre de la persona (o personas) que desean tener como compañero de cita a ciegas aquí.

No todos podrán tener su cita deseada, por lo que Cupido puede asignarles otro participante. Se les confirmará por lechuza el día, horario y lugar de la cita a ciegas.

Buena suerte.

[Mia Smethwyck]

Mia no había llegado a terminar el postre que Lina ya la había tironeado de la manga del sweater para que la acompañara. Apenas se había enterado de la idea cursi con la que Hogwarts iba a festejar San Valentín ese año su amiga había tenido un ataque de emoción que contrastaba con la cara de Mia. Por Merlín, ¿qué le pasaba? La idea de pedirle a un bebito alado de piedra que te diera una cita con la persona que te gustaba le parecía infantil y de gente tímida que no se animaba a ir de frente para decir lo que le pasaba. Como si ella no fuera una cobarde también.

Se cruzó de brazos mirando a su amiga lanzar la piedra, adivinando en quién estaba pensando, porque le parecía obvio con quién pediría su cita. Luego miró con algo de recelo el canastito con corazones, sin querer pensando de repente en alguien específico también. ¿Por qué de todas las personas tenía que cruzársele él por la cabeza? Se sentía una tonta y la ponía de mal humor estar pensando precisamente en él en esa situación. Mia terminó por apretar los labios y se acercó enojada a lanzar la piedra en la fuente, para ver si así su mente dejaba de torturarla. Ya está, ya lo había hecho. Estúpido y sensual Cupido.

[Royce Wakefield]

Acababa de terminar de cenar y, en vez de dirigirse directamente a su sala común, había decidido caminar por el castillo unos minutos. Quizás usaría de excusa que estaba queriendo bajar la comida, pero quizás esperaba que alguien se le cruzara en el camino para decirle que le tocaba regresar a la sala común a esas horas.

Se detuvo frente a la estatua, escuchó la rima, y observó las piedras con los labios apretados. Tomó una y la rodó entre sus palmas, pensando. Era inevitable que solamente un nombre y un rostro se le cruzara por la mente, pero sabía que quizás estaba siendo demasiado optimista. Ya había tenido demasiada suerte esos años como para seguir abusando de los beneficios de ser una persona positiva. Pronto sería el momento de enfrentar la realidad, que podía no ser tan bonita y sencilla como su existencia hasta el momento.

Hizo un esfuerzo enorme en no pensar en ella en particular, sino pensar en esas cualidades que, aunque la describían perfectamente, podían ser un poco más generales. Cerró los ojos y lanzó la piedra. Guardó las manos en los bolsillos, acordándose de promesas que se habían hecho hace años, y sospechando que él era probablemente el único que las recordaba.

[Meg Summers]

Jugar con la mente de los demás era una de sus «virtudes» más características. Había convencido a su amigo de que era él quien anhelaba participar en aquel juego de citas y no ella. La idea no era en absoluto descabellada, pues su compañero era fácilmente reconocible como un frustrado seductor, enamoradizo y con bastante poco éxito en sus conquistas, y ella, sin embargo aparentaba tener tanto interés o menos en San Valentín como podría tenerlo en especializarse en Historia de la Magia; ninguno. O eso quería hacer creer.

Si alguien la sorprendía arrojando aquella piedra a la fuente, su coartada de estar en aquel lugar, haciendo aquello únicamente por solidaridad se vería respaldada por la compañía de Rajesh, el cual había caído de lleno en la trampa de Megan.

- “¿Por qué agarras tú también una piedra?”

Megan se tensó al escuchar aquella pregunta. No esperaba ser cuestionada. A menudo Rajesh pecaba de no ver más allá de su propia sombra, ¿Por qué había tenido que percatarse precisamente de aquel gesto? Parecía ser siempre invisible ante todos menos cuando de veras lo necesitaba.

- “No sé” Respondió, tratando de disimular mientras se encogía de hombros. Observó durante unos instantes aquel pedacito de roca, fingiendo falso interés en su forma y la dejó caer, sin demasiado decoro en la fuente, mientras pensaba en aquella persona que no había logrado sacarse de la cabeza desde las últimas vacaciones de invierno. “Es lo que hacen los amigos, ¿No?” Añadió. Tratando de quitarle protagonismo al reciente gesto, aquel que había provocado discretamente su participación en el juego de enamorados.

[Rajesh Korrapati]

Poco tenía que perder Rajesh Korrapati por estar allí participando en aquello. Tal vez, podría lograr una cita con ella, o tal vez existía en la escuela una persona inesperada esperándolo. Quién sabía; Hogwarts albergaba infinitos misterios.

Preguntó a Summers si podría acompañarlo, al fin y al cabo había sido ella quien había mencionado aquel encantamiento que Dumbledore había realizado en la fuente del patio, de no ser por ella probablemente nunca se hubiera enterado. Además, siempre era mejor aparentar estar acompañando a una chica que ser sorprendido en solitario por los bravucones de sexto y séptimo. Inesperadamente la chica no puso inconveniente alguno; había sabido escoger el momento oportuno para pedírselo.

Tras asegurarse que no quedaban más alumnos que ellos en el patio, se dirigieron a la fuente y un montón de piedras apareció ante ellos. Agarró una, y numerosas chicas decidieron invadir su pensamiento, más únicamente una aparecía más nítida que el resto. No había podido dejar de observarla desde el Halloween pasado.

Cerró los ojos; se concentró en ella y lanzó la piedra. Todo fue demasiado rápido. No abrió los ojos hasta haberse asegurado de oír el chapoteo de su deseo cayendo en el agua. Sonrió para sus adentros, abrió los ojos y buscó a su amiga, ladeando la cabeza de lado a lado.

La sorprendió con una piedra en la mano. Megan Summers no era el tipo de chica a la que le interesara San Valentín en absoluto. Mucho menos las citas. Por no hablar del desinterés que mostraba en los chicos. Pensar en que su compañera estuviera planteándose citarse con un chico por San Valentín era remotamente absurdo y totalmente descabellado.

Pero ahí estaba ella, dubitativa y con una ligera expresión de ensoñación… No estaría pensando… No, claro que no; era de locos… Pero, ¿De veras se lo podría estar cuestionando? ¿Qué diantres le había pasado a su Megan Summers este último tiempo?

- “¿Por qué agarras tú también una piedra?” Preguntó intrigado dirigiéndose a su compañera. No había podido evitarlo.

[Irene Spurway]

No quería lucir muy desesperada y tampoco dejarlo para última hora, por lo que prefirió esperar y acercarse en el primer receso largo entre clases que tuvo al día siguiente de que apareciera la estatua, al patio donde estaba la fuente, cupido y las piedras. Aparentemente no era la única que había tenido la misma idea y al llegar, se encontró con un par de alumnas delante de ella, lo que no estuvo tan mal porque le dio algo de tiempo para pensar con quién le gustaría tener una cita. No es que no supiera, es que... bueno, no tenía alguien que le gustara de verdad, solamente habían varias personas con las que le gustaría tener una cita.

-¿Qué hago?- se preguntó, cuando llego su turno, tomando una piedra pero sin escuchar lo que decía la estatua. Se quedo pensando al menos un minuto moviendo la piedrita entre sus manos, ah, qué difícil decisión, ¿no podía tener al menos dos citas...? Oh, no, no, esas no eran cosas del señor. No- Sintió un empujoncito en su espalda y la piedra se deslizo de sus manos hacía la fuente -¡Merlín...!- tenía a alguien en mente en ese momento pero.. ¿había sido la opción correcta? Se tapo la boca y se dio la vuelta para ir a su próxima clase ¡Que fuese lo que cupido quisiera!