Entrega a domicilio

[Agatha McGee]

Después de esa noche en la cafetería, Agatha encontró el libro en su librero. No le costó nada, estaba ahí, a la vista como si lo necesitara leer en cualquier momento. Lo sacó de ahí y lo puso en su escritorio, y ahí se quedó por tres semanas. Cada mañana Agatha lo veía de reojo, o incluso fijamente, pensando que ese era el día que lo metería en su bolso y se lo daría a Gerald pero siempre le entraban los nervios de pensar en dárselo, de la charla trivial o no trivial y de cometer otro error por preguntar de más o decir cosas raras.

El día anterior había recibido buenas noticias. Tuvo la máxima nota de un examen y para variar, no le molestó recibir cumplidos. Era más fácil aceptarlos cuando se había esforzado tanto, se los merecía. Quizá por eso había amanecido con valentía y metió el libro, al fin, en su bolso.

No sabía si Gerald había tomado el turno nocturno otra vez, pero se iba a aventurar a decir que si. Después de estar en su piso y estar un rato sin hacer nada, bajó al primer piso y empezó a caminar, esperando encontrarlo sin necesidad de preguntar.

((Reservado))

[Gerald Cowershof]

Gerald creyó que Agatha le prestaría el libro al día siguiente (algo que él habría hecho), sin embargo, recordó que los sanadores en formación eran los elfos domésticos del hospital solían estar ocupados con muchas cosas a la vez y quiso pensar que que antes de terminar la primera semana aprendería a hacer cappuccino o tan siquiera a transformar un mal café en algo bebible. Pero ya después de la mitad de la segunda semana, había olvidado que se podían tomar otras cosas que no fuera café de dudosa procedencia porque él también estaba ocupado y solo tenía cabeza para los pacientes, su esposa y sus perros (no necesariamente en ese orden).

Salió de la habitación del último paciente que debía visitar por esa noche y se encaminó hacía una sala de espera que había al final de ese pasillo porque, aunque quedaba una considerable cantidad de trabajo por hacer, en ese momento podía tomar un mini-descanso y sentarse a llenar las historias que tenía pendientes.

[Agatha McGee]

Hubiera sido mil veces más fácil preguntarle a la recepcionista del piso donde estaba Gerald, pero como introvertida era su último recurso. Siguió paseando por los pasillo, estirando el cuello para ver dentro de las habitaciones por si lo veía trabajando. De ser el caso le daba la excusa perfecta para dejárselo en el casillero como había dicho. Y sí, pudo haber hecho eso desde el día uno pero quería poder ser capaz de dárselo en persona, un reto personal.

Estaba a punto de llegar al final del pasillo para revisar la última tanda de habitaciones cuando Gerald salió de la que estaba a punto de revisar, sorprendiéndola por completo. Dio un salto y se llevó una mano la pecho del susto, luego se dio cuenta de quién era. "¡Gerald!" Exclamó. No sonó como a su voz, Agatha no suele exclamar o decir nada en voz alta.

[Gerald Cowershof]

Releyendo el post anterior, me entristece ver que la idea de descanso que tengo para este pobre personaje es trabajar en una posición distinta. Así que me retracto. Al llegar a la sala de espera, ocuparía una de las sillas que habían allí y se quedaría cinco minutos mirando el techo con la mente en blanco, como para variar un poco. No había nada mejor que desconectarse de la realidad por unos minutos al día para poder seguir con la rutina.

Gerald no tenía la costumbre de mirar a ambos lados al salir de ningún lado y había logrado caminar unos cuantos pasos en dirección a la sala sin darse cuenta que había alguien más ahí, así que cuando escuchó su nombre se sorprendió y se detuvo. Se sintió algo incomodo porque no reconocía la voz y le daba algo de recelo voltear, encontrarse con un paciente y que no lo dejara ir por alguna razón, pero a la vez sentía el instinto de responder al llamado.

[Agatha McGee]

Tu retractación igual me hace sentir lástima por Gerald y su vida dedicada al trabajo, su esposa invisible, y sus perros. ¿Cuándo tiene un momento para él?

No le sorprendió que no se girara de inmediato porque había sonado como una lunática. Después de unos segundos y calmarse, agarró aire. "Gerald" le volvió a llamar ahora con su voz normal, tranquila y un poco baja. No tenía que reconocerle la voz dado que habían hablado una sola vez pero al menos no sonaba como un paciente que se había escapado del piso cuatro.

[Gerald Cowershof]

Al ser un adulto con responsabilidades adultas, claramente no tenía momentos para sí mismo. Era un privilegio que no se podía permitir, teniendo cuentas y deudas por pagar.

Debía luchar con el instinto de voltear por la seguridad de su descanso y para lograrlo solo tenía que dar unos cuantos pasos más con naturalidad y luego empezar a correr, sí, correr y desaparecer al final del pasillo. Era un plan muy sencillo: un paso más, otro paso más y... Dejó caer los hombros, la voz (que no reconocía) se escuchaba menos peligrosa y tuvo que ceder, no solo porque no podía ser tan maleducado sino porque podía tratarse de un paciente que requería ayuda de verdad. Solo necesitaba un par de segundos hasta que lograra sonreír y se voltearía a responder el llamado.

[Agatha McGee]

Ver que no volteaba le hizo pensar en lo peor, muy rápido. No quería verla porque había tardado en darle el libro, o porque la vez pasada le habían ofendido sus preguntas y esa despedida casual y alegre había sido pura actuación. Reprimió el impulso primitivo de salir huyendo, incluso se le ocurrió que era un buen momento de practicar ese hechizo de camuflaje que aprendió en último año de escuela, o de esconderse en la habitación que tenía más cerca. Se le ocurrieron muchas cosas pero al final se quedó petrificada (no literalmente) en el lugar. No le iba a llamar otra vez. Si no se giraba se iría por donde había venido, avergonzada y triste.

[Gerald Cowershof]

Luego de dos intentos infructuosos de sonreír, decidió que usaría su privilegio de no tener que justificar una cara larga y cansada y voltearía con la mejor expresión natural que era capaz de componer en ese momento. Tomó una bocanada de aire y giró lentamente, confiando que su gesto neutral le ayudara a disimular lo que había ocurrido. Por el rabillo del ojo la reconoció a Agatha (quien había quedado en prestarle un libro, muchas lunas atrás), entonces, su cuerpo se movió más rápido y hasta alzó una mano para moverla a modo de saludo. "¡Ey!" exclamó con un gestó más alegre, como si escasos instantes atrás no hubiese pensado en salir corriendo.

[Agatha McGee]

Se le hizo complicado saber cómo reaccionar al saludo, como quien desconfía de las amabilidades inesperadas. No sabía si esa sonrisa de Gerald era sincera o por compromiso y no le dio tiempo de decidir si pensar lo mejor o lo peor, aunque suele decantarse siempre por la segunda.

Hizo un esfuerzo y esbozó media sonrisa, levantando una mano en un saludo incómodo. "Hola" le dijo. No sabía si acercarse, quedarse ahí o salir corriendo, como si todavía fuese una opción.

[Gerald Cowershof]

Media sonrisa era suficiente para que él pensara que todo estaba bien y podría continuar con su interacción, como si nada hubiese pasado.

"Hola" repitió en un tono mucho menos alto, pero aún audible, al recordar que esas no eran horas de hablar en voz alta por los pasillos del hospital. No quería sentir que retrocedía en su camino hacía el descanso, así que movió su mano para indicarle que se acercara. Su mente hacía conexiones muy lentamente en ese momento y no se le ocurría que podía estar haciendo Agatha en su piso, pero seguro no le costaba nada caminar los escasos metros que los separaban.

[Agatha McGee]

Primero se dio cuenta que Gerald no se veía muy bien. No que hubiese dejado de ser guapo en tres semanas, aunque gracias a un hechizo eso podría pasar, era que se veía muy cansado. Debía admitir que antes de conocerlo, Agatha no le miraba con esos ojos, pero su colega no paró de hablar de su mandíbula y ojos de borrego degollado desde que le dijo que se lo había encontrado en la cafetería y pues, no fue difícil cambiar de opinión.

Mientras Agatha ponía un pie delante del otro porque así le habían enseñado a caminar, trataba de decidir si se veía más cansado o igual que la última vez.
"Te traje el libro" dijo, directo al grano, porque la small talk no se le daba bien jamás.

[Gerald Cowershof]

((Me hiciste buscar y sí sabe hacer la expresión de borrego. Ahora no puedo desver))

Murmuró un 'Aaah' de entendimiento al escuchar sobre el libro que había quedado relegado a algún rincón de su memoria, su presencia en ese pasillo cobraba todo el sentido del mundo. "¡Que bueno!" comentó, una vez ella estuvo más cerca "La verdad es que casi lo olvido" si bien su intención no era reprocharle la tardanza y mas bien quería hacer algo de conversación casual, una vez que las palabras salieron de su boca no confiaba al 100% que hubiesen sonado con el tono de broma que tenía planeado.

[Agatha McGee]

Sintió una punzada de culpa que le obligó a desviar la mirada. "Si, lo siento. Es que mi compañero de piso lo prestó y tardó un rato en recuperarlo" dijo, porque tuvo suficiente tiempo para pensar en una muy buena excusa y ensayarla. A todas estas, Agatha tenía un bolso mensajero colgado del hombro porque no quería pasearse por ahí con el libro a la vista, ¿y si alguien le preguntaba por él?
Abrió la solapa del bolso y sacó el libro. Era grande de tapa dura con una taza de café en la portada, una cuchara revolviendo y humo saliendo del líquido oscuro. Se lo extendió sin decir nada, como si tuviese muchas ganas de deshacerse de él. La verdad es que solo quería deshacerse del compromiso de prestarlo.

[Gerald Cowershof]

No esperaba que le diera una disculpa y hasta creyó que lo había hecho por culpa de su mala broma, porque en su mente todo iba a quedar como un descuido de personas ocupadas. No supo que decir inmediatamente, solo atinó a medio sonreír y mover una mano para restarle importancia. Misma mano que uso para tomar el libro, "Oh, uh, gracias" dijo, mirándolo por ambos lados como a la espera que ella le diera alguna instrucción extra o un limite de devolución.

[Agatha McGee]

No se le ocurrió qué más decirle. No le preocupaba que nunca se lo regresara porque Gerald no le daba la impresión de ser roba libros, ¿que se le olvidara? Quizá, pero ¿a propósito? lo dudaba. Le traía sin cuidado que se lo quedara por un año, total que ya había sacado lo que necesitaba de él.
Estaba a punto de irse cuando recordó algo. "Te he marcado la página con el hechizo que usé el otro día" dijo señalando el libro. No lo había marcado con magia ni nada, solo lo había marcado con la cuerda con la que venía el libro.