No quería, bajo ninguna circunstancia, arruinar sus oportunidades esa noche. Es decir, está claro que por sus propios méritos jamás podría conseguir una cita con una chica de verdad, así que esto era como ganarse la lotería para él. ¿Que le consigan una chica que se adecue a él, le preparen toda la cena Y ADEMÁS exista la posibilidad de un embrujo si no aparecía? ¡No podía tener más cosas a su favor! Claro está, persistía un problema: seguía siendo
Colin*.
Y aunque en el pasado eso significara muchas cosas, en su mayoría negativas, estaba determinado a parecer un tipo seguro de sí mismo, elocuente y divertido. A ver, hacía reír a sus amigos sin mucha dificultad, ¿Por qué con una chica sería diferente?
Llegó primero pero no estaba preocupado, porque todavía faltaban cinco minutos, y fueron esos cinco minutos en los que se estuvo debatiendo cómo recibirla. ¿Sentado? ¿De pie? ¿Dónde ponía las manos? El tema es que se debatía poniéndolo en acción así que no me sorprendería que cuando llegase su cita lo encontrara sentándose, levantándose y poniendo las manos en posiciones poco naturales.
*Pero con zapatos, no es hippie.