Ahogos en soledad

[Elena Sorokoletova]

Voy recordando nuestro amor...
en la promesa que hicimos tú y yo,
de que todo esto sería para siempre.
Que nuestro amor se haría mas fuerte
y que nadie podría destruirlo.

Elena se encontraba esa noche lavando en la tarja del bar (donde trabajaba tres noches a la semana), el trapo mugriento con el que acababa de limpiar la barra, por supuesto que con su varita para no lastimarse la piel de sus manos y porque era mucho más rápido así, mientras escuchaba la ridícula historia de un hombre casado que hablaba pestes de su esposa.

Es que sabías que vivía por ti...
Tú sabías que moría por ti.
Que lo que hacía yo lo hacía para ti.
Y ahora te vas...

El hombre ya había pedido tres copas de vermú (¡que para colmo era italiano, carajo!). Y ya no lo soportaba. Era como estar recordando su propia historia pero a la inversa.

Y es que me muero si tú no estás,
y es que me ahogo en soledad.

Lo peor del caso es que seguía escuchándolo, como si fuera un deber cívico, por respeto. De todas formas era un cliente y no podía callarlo ni mucho menos. Tenía un jefe que siempre estaba detrás de ellos como si tuvieran la culpa de todo. De repente, en la música de fondo del bar se empezaron a escuchar líricas que hicieron a Elena casi explotar en llanto. Llanto que se tuvo que tragar mientras lavaba con mayor enjundia el trapo mugriento, que ya no lo estaba más.

Y era a ti.... al que amaba,
y era a ti, al que adoraba.
Por que eras tú quien me escuchaba,
y quien a mi me aconsejaba.
Oh por Merlin, dime cómo puedo olvidarlo,
si mi cuerpo ansía...... amarlo.
Es tan difícil la distancia,
pues me dejaste en la nada...

Elena soltó un ARGH un poco sonoro, dejando la varita sobre el escurridero de la tarja para respirar hondo y profundo. -No puedo, mejor... mejor voy al baño- y acto seguido se metió al baño de mujeres para el personal del bar que estaba cercano a la bodega de materiales de limpieza.

((Reservado))

[Veselko Tsolov]

Veselko estaba organizando las pociones de limpieza del bar esa noche, algunas de su propia autoría, aunque le estaban pagando mucho menos de lo que podría ganar trabajando para su propia familia, aunque fuera enviando los viales por lechuzas que solamente le tendrían más y más recelo por mandarlas a cubrir tanta distancia con paquetes tan pesados.

No entendía bien porqué había quedado pegado al Reino Unido, incapaz de regresarse a Yugoslavia o buscando un país que fuera más similar a lo que estaba acostumbrado. No era fácil seguir aprendiendo un idioma nuevo, ni verse trabajando solamente de noche, pero había algo en su situación que lo hacía sentir como en casa. Algo lo confortaba en saber que estaba haciendo tantas cosas por sí mismo, pero que no estaba totalmente solo.

Escuchó el ruido del baño del personal y asomó la cabeza, tarde como para ver quién había entrado, pero asumió que evidentemente tendría que ser Elena (a menos que el baño de clientes estuviera averiado otra vez, y en ese caso ya se imaginaba pasando la noche arreglándolo). Apoyó la espalda contra la pared y miró la estantería que pasó casi una hora organizando, preguntándose si eso que llamaban los adultos de 'trabajo' tenía algún sentido.

[Elena Sorokoletova]

Elena manejaba hasta el 50% el mismo sentimiento, ya que comprendía lo que era estar lejos de casa, pero con la situación económica mejor ni se metía porque en Bulgaria no tendría la misma oportunidad que en el Reino Unido, aunque fuera trabajando en un bar. Extrañaba a su familia pero a la vez tenía ese espíritu de independencia que no la dejaba regresar. Quizá era por el chico de piel morena que la mantuvo embelesada por más de un año fuera el causante, pero ahora no sabía si era la esperanza o algún otro sentimiento el cual no definía todavía. ¿Esperanza de volver con él? Sí. ¿De lograr algo o algún movimiento hacia delante? Quién sabe, quizá jamás. Gabe le había hecho mucho daño y ella no sabía qué hacer para seguir con su vida. Porque cuando te vendan los ojos y te prometen la vida eterna, es muy difícil volver a ver la luz con tanto brillo.

Por supuesto que su mecanismo de defensa le indicaba que no había tenido ella la culpa y que todo era culpa de él. Él, porque se fue con otra persona, arrebatándole el corazón. Él, porque había manejado toda una vida futura con ella y de pronto se la quitó. Él, porque le había dicho que la amaba y luego se retractó. Él, porque ella dio todo por él, hasta su familia, y se fue dejándola sola y abandonada. ¿Sabes? era difícil volver al estado en el que estaba antes de llegar a Hogwarts.

Una vez dentro del baño (ni siquiera se percató de haber visto a Veselko, y si lo vio por el rabillo de los ojos lo asoció con personal random del bar) se miró al espejo y respiró honda y profundamente. La tristeza se veía en sus ojos cansados de tanto llorar por las noches. -¿Qué sigo haciendo aquí?- pensó, imaginándose en aquél espejo un paisaje de esos hermosos de Bulgaria con muchos árboles y pasto. Quizá hubiera sido mejor huir y regresar, al menos estaría acompañada de familia que no la traiciona. Pero había algo que le decía que se quedara. Quizá compartía el mismo sentimiento que Veselko sentía. Independencia.

[Veselko Tsolov]

Notó que uno de los frascos estaba desacomodado y se acercó a la estantería para arreglarlo, como si eso tuviera algún sentido. Nadie iba a estar tocando esas pociones aparte de él, probablemente, y no era que los clientes siquiera verían el frasco cuya parte izquierda de la etiqueta estaba oculta a medias por la sombra del frasco a su lado. Le parecía todo tan sin sentido, pero le resultaba más sencillo obedecer que pensar en qué podría hacer para que su trabajo pareciera tener algo más de sentido. Al menos era su elección seguir ahí, no era una obligación familiar.

Volvió a asomarse a la puerta cerrada del baño del personal. "Elena, ¿eres tú?" preguntó en ruso, todavía con algo de acento serbio en el susurro como si temiera que alguien más los escuchara y entendiese. Cualquier persona normal entendería que el baño es un lugar para la privacidad y que andar llamando a alguien del otro lado de la puerta era una falta de respeto, pero Veselko ni lo había pensado. Extrañaba que en clase podía hacer lo mismo que ella, pero ahora que ambos tenían tareas tan distintas a veces sentía que la extrañaba aunque estuvieran a metros de distancia.