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Tercer Desafío: Odio/Enemigos

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James Potter
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Tercer Desafío: Odio/Enemigos

Mensaje por James Potter »

[+] Tercer Desafío
Domingo 9 a Viernes 21 de Marzo.

La temática para el tercer desafío será un poco más amplia que las anteriores:

ODIO / ENEMIGOS

Pueden aplicar el sentimiento a un escrito de cualquier género, romántico, acción, drama, humor, etc.

El ganador será anunciado el 28 de marzo en la Cartelera de Anuncios de Lectura Obligatoria.

Los votos se realizan por mensaje privado a las Administradoras, que contarán los votos. Tienen 7 días para votar, en caso de no poder hacerlo en esa fecha por favor comuníquense con la administración.

Posteen su entrada como respuesta a este post inicial con la siguiente forma:

Código: Seleccionar todo

Título:
Disclaimer: Esta historia está basada en personajes y lugares creados por JK Rowling, y pertenecientes a ella. Ningún dinero se ha ganado con esta historia, y no se intenta violar copyrights. Tal personaje me pertenece, al igual que la historia aquí desarrollada.
Tipo: (¿Romance, humor, drama, general?)
Personajes: (Opcional)
Cantidad de Palabras:
Comentarios del autor:
¡Éxitos! Y si tienen alguna duda o pregunta, no tengan miedo de consultar. Ojalá este tema los motive un poco más a participar.


Título: Al final del camino
Disclaimer: Esta historia está basada en personajes (Bellatrix Black-Lestrange) y lugares creados por JK Rowling, y pertenecientes a ella. Ningún dinero se ha ganado con esta historia, y no se intenta violar copyrights. Lara Flidgebaut, Kyle Jenius y Sir Ulrich Lamport no me pertenecen, sino que a sus respectivos jugadores en el foro http://www.bttp.ief.st y han sido usados sin permiso con intenciones de entretenimiento.
Tipo: Drama
Personajes: Lara/Kyle, Bellatrix, Lamport.
Cantidad de Palabras: 1252
Comentarios del autor: Ojalá les guste, estaba algo dudosa de participar ._. Perdón por algunas cosas que pueden resultar demasiado gráficas, pero me gusta el drama :P
La tenue luz de las lámparas iluminaba el balcón que daba al mar, en una noche cálida y ventosa, el aire salado y el murmullo del agua sobre la costa los arrullaba dulcemente. Kyle tomó la mano de Lara y se quedaron allí, apoyados contra la baranda blanca del tercer piso del lujoso hotel.

-Te amo- dijo ella, sonriendo y acurrucándose entre sus brazos. Kyle acarició la blanca piel de su prometida que comenzaba a dorarse tímidamente con el sol de las playas españolas, corriéndole el tirante del vestido violeta pálido del hombro para dejarle un beso en respuesta.

-Lara- llamó él, acariciando con sus manos los hombros ahora desnudos de la rubia. Los cubrió con los tirantes, le puso su chaqueta encima. La abrazó más fuerte contra él -¿Estás segura de que quieres casarte así?
Lara alzó sus ojos para encontrarse con el de su Kyle. Sonrió, traviesamente, a pesar de notar la obvia consternación de él.

-Es lo mejor para todos. Casémonos en secreto, aquí, lejos de todos. Donde nadie pueda hacernos daño- se puso de puntas de pie y le tomó el rostro entre las manos, corriéndole el cabello negro de los ojos -No necesito a nadie más para ser feliz- le aseguró. La idea de la boda con invitados, la fiesta, se volvía dolorosa al recordar a su madre, a su tía.

-...Entiendo- dijo él, inclinando la cabeza para besarla largamente.

-No necesito a nadie más- repitió Lara, sonriendo mientras volvía los talones al piso, descalza.

Kyle le sonrió de vuelta y suspiró, tal vez ella tenía razón. Mientras menos presentes, menos amenazas. Sería de improvisto, sería todo impensado. Esa era la forma más segura. España era mucho más segura que Inglaterra, y a pesar del problema que representaría conseguir los papeles para legalizar el casamiento cuando regresaran a su tierra natal, no interesaba.

Lara rió mientras apoyó el cuerpo contra la baranda, observando divertida la playa poco iluminada, seguramente imaginando o recordando algo que la llevaba a la felicidad. Se la merecía, sabía Kyle. Impensado como era el romance, había resultado ser mucho mejor que cualquier otra obsesión del pasado.

Ahora la vería vestida de blanco y caminando hacia el altar, hacia él, para tomar su apellido y entregarle su vida. Reconstruir sus familias, construir una propia y vivir eternamente uno para el otro. Iba a jurárselo ante Dios, como si a Kyle le importara más Él que los juramenos que se hubieran hecho uno al otro. Por supuesto que no.

-¿Juntos para siempre, verdad?- preguntó Lara girándose hacia Kyle, una flor blanca enredada en sus cabellos rubios y ondulados.

-No soy nada sin tí- respondió él. Ella sonrió ampliamente y, soltando la baranda, se metió dentro de la suite con pasos silenciosos. Se detuvo al pasar por la puerta de vidrio y le guiñó un ojo por sobre su hombro. Kyle entendía muy bien lo que eso quería decir.

Esperó unos segundos hasta que Lara se perdió entre las cortinas blancas que se agitaban con la brisa marina y dio unos pasos hacia la habitación mientras se desabotonaba los primeros botones de la camisa. Escuchó un tintinear de vidrio, probablemente de las copas de champagne, y el ruido del vidrio estrellándose contra el suelo. Kyle apuró el paso y apartó de un manotazo las cortinas.

-¡Lara! ¿Estás bien?

Lara se encontraba de rodillas, los brazos en el piso y la cabeza gacha, temblando. Kyle corrió hacia ella cuando escuchó una voz tras de sí que lo hizo congelarse en el lugar.

-Un poco torpe tu prometida, ¿no?

La voz de Bellatrix Lestrange era clara y profunda, retumbando en los tímpanos de Kyle que seguía viendo a Lara de rodillas y echada hacia adelante, como alguien que ha perdido las esperanzas. Tras de Lara, un hombre adulto blandía una copa de champagne rota contra la nuca de su prometida.

-¡Déjala en paz, Bellatrix!- exclamó Kyle, dando unos pasos hacia Lara hasta que el hombre miró al muchacho con una sonrisa en sus labios crueles y delgados.

-Un paso más y la desangro en la alfombra- amenazó Lamport con tranquilidad. Bellatrix caminó lentamente, sensual como un felino, rozando sus piernas largas con la tela de su vestido largo, con un tajo que revelaba por completo su pierna izquierda, donde tenía la varita guardada.

-...¿¡Qué quieren?!- preguntó Kyle, frustrado de no poder ayudar a Lara. Las varitas descansaban sobre la mesa de luz en el dormitorio. ¿Cómo pudieron confiarse tanto? ¿Acaso estaba injustificada la sensación de tranquilidad que el anonimato y la distancia les había proporcionado? Bellatrix apoyó ambos brazos sobre los hombros de Kyle, oprimiendo sus pechos contra la fuerte espalda del que solía ser su amante.

-Not much of a genius, is he?- murmuró Lamport.(*)

-Nadie me cambia por una sangre-sucia y vive para contarlo- dijo Bellatrix, voz seductora más que amenazante. Habló al oído de Kyle, casi mordiéndole el lóbulo de la oreja con cada palabra que soltaba. Él permaneció inmóvil, mirando a Lara atento a cualquier gesto que ella pudiera hacer. -Dése el gusto, Sir Lamport, si es que fue agradable cuando se deshizo de la madre y la tía de esta asquerosa sangre-sucia- dijo Bellatrix soltándose de Kyle y empujándose hacia el frente mientras Lamport tomaba a Lara del cabello, jalándola hacia atrás para descubrir su rostro y cortar su cuello blanco con el vidrio, los fragmentos del cristal hundiéndose en su carne joven y separándola, la sangre brotando como un río rojo.

-¡NO!- exclamó Kyle, viendo los ojos de Lara sorprendidos mientras la muerte la liberaba del imperius curse que la controló en tranquilidad los últimos minutos de su vida. En los brazos de Kyle, Lara sangraba tibio, cubriéndolo con su calidez mientras él le pedía que no se muriera, que no lo abandonara así.

Lamport caminó lentamente hacia donde estaba Bellatrix, el rostro inmutable en su expresión de aburrimiento mientras arrojaba la copa rota a un lado, los guantes de cuero negro cubriéndole las manos. Bellatrix sonreía, divertida y extasiada por la situación.

De rodillas y con la cabeza sobre la de Lara, Kyle dejó escapar unas lágrimas mientras se giraba con odio hacia los Death Eaters que los observaban sin mayores problemas.

-Los voy a matar, ¡los voy a matar!- exclamó Kyle, aún aferrando el cuerpo sin vida de Lara, indeciso entre soltarla, dejarla ir y admitirla fuera de su vida para siempre o enfrentar a los que le arruinaron la vida en unos segundos. Quería masacrarlos, quería quitarles todo lo que pudieron haber tenido de importante en sus vidas para que sufrieran lo que él estaba sufriendo.

-Lo dudo- Bellatrix sonrió, se relamió los labios mientras la mano de Lamport bajaba de la cintura de la mujer hasta la pierna, quitándole la varita y entregándosela a su dueña. -Fue divertido mientras duró- finalizó, encogiéndose de hombros.

Kyle vio el brazo de Bellatrix extenderse y apuntarlo, mientras sus labios pronunciaban las palabras que todos temían. Pero él no le tenía miedo, ni a ella, ni a la muerte ni a nada. Lo que había temido se había vuelto realidad, sus sueños se deshicieron en sus manos y su vida se desparramó sobre la alfombra blanca junto a la sangre de Lara. Un flash de luz verde se hizo visible tras sus párpados cerrados mientras enfrentaba la muerte con valentía, con el orgullo de haber elegido y aceptado las consecuencias.

El odio de Bellatrix podría haber sido muy grande, pero jamás superaría el amor que lo había llevado al final del camino.
(*)Nota: Juego de palabras entre el apellido de Kyle, Jenius, con la palabra inglesa genius, que significa 'genio'. "No es muy genio que digamos, ¿verdad?".


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Rabastan Lestrange
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Mensaje por Rabastan Lestrange »

Título: Propiedad Privada
Disclaimer: Esta historia está basada en personajes y lugares creados por JK Rowling, y pertenecientes a ella. Ningún dinero se ha ganado con esta historia, y no se intenta violar copyrights. William Pilkington no es mío, blah blah blah.
Tipo: General
Personajes: William Pilkington, Rabastan Lestrange
Cantidad de Palabras: 1236
Comentarios del autor: ¡Más vale que les guste, caracho, porque me re esforcé! Ah, y puse un par de palabrotas, porque estoy cansado de pensar y escribí mucho. Y vale un abrazo de Rebecca.

William sonrió mientras esperaba en el mugriento hall de Azkaban, mientras los guardias revisaban sus credenciales y marcaban sus datos en una planilla de hojas amarillentas. Los reclusos de la prisión no parecían recibir muchas visitas, y no lo sorprendía en absoluto. La túnica verde botella de William resaltaba entre las grises y raídas de los oficiales, su rostro sonriente y orgulloso parecía separarlo por décadas de los guardias ojerosos y cansados.

Claro, vivir entre Dementores y enfermos mentales seguramente no era algo fácil de hacer. Pero a William poco le importaban los demás, y se sentía orgulloso de haber escapado de los castigos que merecían sus crímenes. Si había sido la inteligencia o la suerte la que le había reservado un destino mejor que la de sus compañeros, no estaba seguro. No importaba. Regulus estaba muerto y pudriéndose seis pies bajo tierra, Rabastan estaba pudriéndose en vida en una celda a pocos metros de donde él estaba, perdiendo la cordura que William dudaba que el tipo hubiera tenido alguna vez.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando se le dio luz verde para avanzar tras la puerta de hierro, oxidada. El agua salada de la fortaleza y la magia amarga del ambiente debía hacer estragos hasta en lo que se habían atrevido a llamar acero inoxidable alguna vez. Caminó seguro, sintiendo el frío de los pasillos de la cárcel de tantos nombres importantes que ahora lo miraban sin verlo con esos ojos hundidos y profundos. William no sintió lástima más que por sus zapatos de cuero italiano que se mojaban con cada paso en los pequeños pero insistentes charcos del piso de piedra irregular.

Una reja lo separaba de la zona de máxima seguridad de Azkaban. Se abrió lentamente y vio a uno de los Dementores escurriéndose por un pasillo oscuro. William se detuvo unos segundos, tragando saliva con dificultad. Las celdas estaban sumidas en la oscuridad, paredes sin ventanas, sin ventilación, solamente rejas tan estrechas como una pared a rayas enfrentadas unas a otras. Con ese pasillo oscuro de por medio, donde rondaban los Dementores. Sacó la varita del bolsillo y conjuró un lumos para retomar el paso. La tercera celda a la izquierda. La tercera celda a la izquierda... Figuras oscuras, con cabellos largos y enredados estaban en posición fetal en el fondo de sus celdas, meciéndose y murmurando cosas inentendibles.

Ahora sí le daban lástima, el olor a pudredumbre y orina le quemó la nariz. Reconoció algunos nombres: Dolohov, Mulciber, Wilkes... Lestrange. Se detuvo, mirando hacia el fondo de la celda. Apuntó con la varita y la figura oscura alzó la cabeza, los ojos bien abiertos con una sonrisa cruel. Bellatrix lo observaba mientras le aumentaba de ritmo la respiración. William dio unos pasos hacia atrás antes de que ella y sus brazos largos y delgados pasaran por entre las rejas buscando tomarlo por la túnica. Una pulgada más y las manos de Bellatrix se hubieran ceñido contra sus ropas, atrayéndolo hacia ella con una sonrisa macabra en los labios.

William se alejó rápidamente, mientras la escuchaba hablar de infieles, traidores y muerte, mientras trataba de ignorarla y encontrar la celda que buscaba. Ahora leyó el nombre completo en la placa informativa antes de iluminar su interior. Aún con los nervios alterados por el episodio anterior, alzó el brazo con el que sostenía la varita y lo llamó "¿Rabastan?". Qué incómoda era su situación de superioridad, la verdad. No porque llegara a sentirse sinceramente mal por los demás, sino por la verguenza que debía causarles a ellos, a todos los que pasó caminando frente a sus celdas sucias y frías, todos ellos hundidos en la desgracia y el deshonor mientras él se paseaba en la cúspide de su superioridad.

Rabastan, de espaldas y sentado en el piso de piedra se giró con lentitud.

A William le dio asco verlo, pero también le había dado asco cuando eran compañeros de cuarto en Hogwarts, así que era un sentimiento relativo. Estaba delgado, con la piel grisásea y muerta, los ojos hundidos en círculos oscuros de piel morada. El cabello largo, sucio y pegajoso. Pero lo peor eran los labios, secos y sangrantes a la vez que Rabastan parecía reconocerlo y se ponía de pie bajando la mano de la boca. Ese estúpido tic de machucarse los labios con los dedos, llevado al extremo por la locura. Tenía la boca en carne viva, infectada y sanguinolienta.

"¿Pilkington?" preguntó Rabastan, que como un murciélago ciego se acercó tanteando su alrededor, hasta que sus ojos acostumbrados a la oscuridad recordaron la luz. William asintió y bajó la mano con la que iluminaba la celda. No quiso mirar el piso, no quiso detalles de cómo vivía allí. Ignoró todo menos a Rabastan, porque era necesario, porque tampoco estaba muy cómodo de tenerlo frente a sí.

"Necesito un favor, Rabastan" dijo William con severidad, usando la mano libre para sacar unos papeles y una pluma del bolsillo de la túnica.

"...JAJAJAJAJAJA" la voz estridente de Rabastan lo sobresaltó, pero se aferró a la varita como si su vida dependiera de ella. Bueno, así era. "¡Un favor!" exclamó, los labios secos despedazándose con cada palabra "¡De mí!".

"Una firma" aclaró William, evitándole la mirada unos segundos, para componerse del asco. "Una firma nada más, y no volveré a molestarte" acercó la pluma hasta Rabastan, quien lo miró con detenimiento. Las únicas veces que habían permitido entrar a alguien con una pluma y varita había sido a los abogados que tan inútilmente habían pagado. Lo miró con suspicacia, en esos ojos muertos que se posaban sobre los suyos como un cuervo que esperaba destrozar la carne de sus cuencas.

"¿Qué es?" las manos huesudas y mugrientas de Rabastan pidieron los papeles, que William le entregó con cuidado de que no tocara sus propias limpias y prolijas manos.

"Firma, por favor" ignoró la pregunta. Rabastan dejó de leer los papeles para mirarlo nuevamente.

"¿Qué mierda es esto?" cuestionó nuevamente, agitando los papeles. William extendió una mano, preocupado de que fuera a arruinarlos.

"Papeles del divorcio. Necesito que los firmes para que me pueda casar con Rebecca"

"..." Rabastan acercó los papeles hacia sí "¿Te escuché bien? Porque es fácil volverse loco en Azkaban, ¿sabías?" preguntó, alzando las cejas cubiertas tras el cabello largo y sucio.

"Si no firmas el divorcio no me puedo casar con Rebecca" repitió William. Antes de que pudiera alzar la varita, Rabastan había hecho trizas los papeles y se los había llevado a la boca, masticando con una sonrisa enferma.

"¿¡Qué haces?!" preguntó William, acercándose a los barrotes tratando de detenerlo inútilmente. Hizo un accio a lo que quedaba del contrato legal y lo recibió en pedazos e inútil.

"Ahí tienes mi firma, hijo de puta" dijo Rabastan, escupiendo a los pies de William un bolo de papel salivado de rojo. William dio un paso hacia atrás, dejando el papel en el piso. Alzó el mentón para ver a Rabastan y sonrió.

"Como quieras, el que se está acostando con tu mujer soy yo, por si te llegan los rumores" comentó, para ver a Rabastan lanzándose contra las rejas de su celda tratando de estirar los brazos hacia William, a quien no podía hacerle nada.

Se dio media vuelta y caminó por los pasillos de Azkaban hacia la salida. No obtuvo lo que quería de Rabastan... ese día, porque Rebecca ya era suya y no había nada que él pudiera hacer al respecto.

NOTA: El ganador de este desafío fue un personaje que ya no está en el foro, así como la historia ganadora.


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