Pánico

[Connor McGee]

Estaban en Suiza. Su asentamiento estaba camuflado a la perfección con el bosque húmedo y frío que los rodeaba.
No era muy común ver a Connor nervioso. Sí era común verlo pensativo y metido en su mundo, pero a eso rara vez se le sumaba esa caminata histérica de un lado al otro de la carpa. ((Aclaración: La carpa de él es más vieja y está llena de mesas y planos en vez de esa cama gigante XD Duerme en una más pequeña en una 'habitación' en el fondo))
Cinco de sus (recientemente) subordinados estaban preparando sus mochilas para ir a explorar una zona en la que Connor había marcado en el mapa con un gran círculo rojo. Alrededor del círculo había muchos más, que habían sido tachados en el momento en que el equipo de exploración volvía con las manos vacías. Así que no había chances de que el tesoro estuviese en otro sitio. Tenía que ser allí.
Y él había tenido que anotar, en su puño y letra, los nombres de las cinco personas que irían a chequear el sitio. Eso era algo que jamás olvidaría.

[Connor McGee]

Qué imagen tan estimulante que me pusiste, gracias... Ahora voy a tener que concentrarme mucho para eliminar de mi mente al señor Lebowski y meter a Kimberly en su lugar.
Uno de los del equipo de exploración, que vamos a decir que se llamaba John Doe Smith (porque no tiene sentido inventarle un nombre más elaborado), pasó por delante de la carpa de Dee Dee, con la mochila al hombro, listo para partir. '¡Que te mejores, Foster!' la saludó (o a su carpa). Acostumbrado a ir con ella a las exploraciones, asumía que tenía que haber alguna razón física para que se perdiera el paseo.
Si Dee Dee no le dijo a nadie de su resfrío, probablemente piense que Connor se volvió loco o que la espía. Igual en cualquier momento llega el chico que hace las veces de 'cadete interno' a avisarle que no la colocó en la lista.

[Connor McGee]

Por el mismo lado del que había pasado Smith venía caminando rápido el cadete del grupo: un estudiante de Cartografía que estaba trabajando unos meses con ellos y que mucho más que observar trabajar a Connor de vez en cuando no hacía. Cuando llegó junto a Dee Dee le alargó un papelito con una nota, entre un par de jadeos y una queja sobre el clima frío de allí.
La nota decía: 'Saldrás en la próxima. Lo siento. Connor.'
Él se imaginaba que ella iría a quejarse, así que ya estaba pensando qué excusas le pondría. Con suerte la convencería ofreciéndole liderar la siguiente exploración, que sería a un sitio que no atacarían los Mortífagos, por supuesto.
Se sentó en uno de los lados de la mesa más larga de la carpa y comenzó a enrollar mapas que ya no usaría.

[Connor McGee]

((Todo bien, vamos reviviendo de a poco. Si lo molestas mucho, Connor te envía envuelta en un paquetito a los mortífagos, total ya se bebió la vida por la culpa en el futuro, qué le hace una muerte más sobre sus hombros... xD))

Ni Connor ni yo entendimos lo que dijo Dee, así que él levantó la vista con las cejas bien juntas en el medio de su frente. "¿Qué?" -¿Será muy tarde para fingir sordera?- pensó, tratando de zafar de la tormenta que se le venía encima.
"Pasa, Dee. Si sales así no te recuperarás más. Acércate al fuego". Y eso era una orden de tu superior, como la del papel. Tienes que empezar a respetar los cargos, sino acá somos todos gallos y nadie pone huevos.

[Connor McGee]

Connor no tenía novias porque no toleraba ese tipo de ataques, justamente. No los entendía. Él era una persona centrada y mental, y esperaba que todos fuesen como él. Hay que explicarle que los opuestos se atraen, pero creo que con esos mocos mejor dejar momentáneamente esas teorías en un estante, cerquita. Bien a mano pero al lado del frasquito de líquido antiséptico.
"Calmate", trató de imponerse. Fue hacia la estufa y sirvió té que tenía preparado (prácticamente vivía a té con ese frío, todavía no es alcohólico) en una taza. Sin preguntarle, le echó una cucharada de miel y se lo dio. Eso también era una orden, aunque no verbal: tómate el té. "Primero: sigues siendo mi hombre de... mujer de confianza. Segundo: te escuchaba estornudar desde aquí. Y necesito que la exploración sea en silencio. Lo siento".
Se sentó en uno de los bancos cerca de la estufa, esperando que ella se sentara en el otro.

[Connor McGee]

La miró con expresión entre cansada y divertida. "Es lo mismo cada vez... Sí, estás enferma. Recupérate e irás en la próxima". No estaba feliz de que se hubiera sentado en el frío suelo, pero tampoco le gustaba darle tantas órdenes.

"Y ¿qué es lo que acabo de hacer, además de avisarte?", le dijo divertido. Le había mandado una nota en la que le avisaba, ¿de qué otra forma tenía que comunicárselo? Era un tipo ocupado, a veces no tenía tiempo de caminar quince metros hasta otra carpa... Oh, esperen. Sí que podía, pero en el caso de Dee Dee no era fácil darle malas noticias en persona. Esquivó absoultamente este confrontamiento, es obvio. Lo intentó, en realidad. Porque allí estaba ella gritándole de todas formas.

[Connor McGee]

No entendió la pregunta, porque en realidad no le había hecho ninguna adivinanza. Solo estaba aclarando lo que sí había hecho, como para no recibir más quejas de gente que seguro estaba levantando fiebre en ese mismo momento.
"Lo que digo es que me pediste que te avise... y yo te avisé. Y no entiendo por qué tienes que venir de esta forma a cuestionar una decisión que ambos tomamos millones de veces sobre otras personas".

Quizás ahí está lo raro, Dee. Quizás lo raro es que ni siquiera te consultó si tenías alguna proposición para tu reemplazo. Él, que confiaba en tu criterio (al menos para luego decidir lo opuesto), ni siquiera te había preguntado si te podrías curar a tiempo.
Si tuvieses olfato, olerías en él la palabra excusas. Pero como estás resfriada seguro que Connor vive para contar otro día.

[Connor McGee]

Ok, con ese reclamo él podía lidiar, así que se relajó visiblemente. "Estuve ocupado, Dee. Tú sabes que últimamente todo lo que respecta a nuestro trabajo cuesta el doble de esfuerzo en la organización". Y eso era verdad. Se había reunido hasta la madrugada con el equipo que iría de expedición, para recordarles cosas como la época en la que estaban viviendo, y que nunca valoren más un tesoro que su propia vida.
En otras palabras y parafraseando a una tía mía hablando con su hija que se iba de vacaciones: 'Si te piden la mochila, dáselas'.