Más de cuatro meses para terminar un fic. Así estamos, ¿eh?
Salió de la oficina pretendiendo que no sentía tanta ansiedad y terror que le temblaban las rodillas. Mantuvo una sonrisa en el rostro, aunque ya desconocía si lucia normal o parecía tan desquiciada como se sentía. La temperatura había bajado más de diez grados desde que había entrado a la oficina del cónsul, por lo que la bella y soleada tarde londinense que la acompañó de entrada se había convertido en una noche lluviosa y fría.
Liesel no estaba segura aún de cómo había terminado involucrada. Culpaba a Jackson, por supuesto, pero no recordaba exactamente cómo había llegado a empatizar y apoyar la causa de una forma tan directa. Liesel se consideraba a sí misma como una mujer inteligente, para nada ingenua. Y sin embargo ahí estaba, caminando por las calles húmedas de Londres iluminadas por las luces artificiales muggles, pretendiendo no estar mirando atentamente las tres señales que habían acordado.
Cruzó las vías del tren.
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“A trescientos metros sobre Ilsip Street, apenas cruzas las vías del tren, voy a dejarte la primera señal. A tu izquierda verás una calle, Peckwater…”
“¿Primera señal? ¿Cuántas piensas dejar?” Liesel bajó la taza cuidadosamente al plato.
“Tres” Jackson le sonrió cuando ella exageró una cara de espanto.
“Olvídalo, renuncio”.
“No, no renuncias. Esto es importante” la voz de Jackson se suavizó. “Por favor, Liesel” su mano se acercó a la de ella sobre la mesa pero se detuvo a pocos centímetros. “Te juro que nunca más te pediré un favor. Es lo último que te pido”.
Liesel agachó la cabeza, mirando lo cerca que estaban sus manos. Suspiró, cansada, y lo miró derrotada.
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Liesel observó por el rabillo del ojo la placa en la pared de ladrillos que anunciaba la calle Peckwater a su izquierda. Sobre la “w” de Peckwater había tres círculos pequeños en fila, como si fueran parte de un grafitti. El tercer círculo pareció parpadear, y Liesel siguió su camino.
Tres círculos sobre la w: el lugar de encuentro no ha cambiado.
Si hubieran habido dos cruces sobre la t, el encuentro estaría cancelado. Si hubiera habido un corazón sobre la r, tendría que ir a la segunda locación.
Se sintió un poco más tranquila, o al menos dentro de lo que una persona cargando documentos robados podía sentir tranquilidad.
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“Jackson, ¿es necesario?”.
“No te lo estaría pidiendo si no lo fuera”.
“Eso dices” bromeó Liesel. “Pero me refiero a las señales… ¿tres? ¿No puedo aparecerme en mi casa, o en la tuya, y ya? ¿No puedes esperarme en una esquina?”.
“Es por tu bien, lo sabes. No quiero involucrarte más de lo necesario… eventualmente ser vista conmigo va a causarte problemas. Solamente quiero evitarte el dolor de cabeza”.
“No te está saliendo muy bien” bromeó, masajeándose las sienes. Lo miró, decidiendo si era buena idea pedirle una aclaración o no.
“Dime” dijo él.
“¿…Qué quieres decir con que va a causarme problemas que me vean contigo?”.
“Creo que si las cosas salen mal puede que tenga que entregarme. Y no quisiera que sepan que estás involucrada.”
“Lo dices como si pensaras que puedes evitar que te saquen esa información”.
“Tengo planes de contingencia”.
“¿Por ejemplo?”.
“Lo primero que haría sería un obliviate”.
Liesel frunció el entrecejo, dolida. ¿Su plan era simplemente borrarla de sus recuerdos? No sabía si se sentía más ofendida o herida por el comentario. Alejó la vista de Jackson y tragó saliva con dificultad.
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Liesel se detuvo en la esquina donde Isley street se convertía en Oseney Cres. Había un poste de luz iluminando la calle, su base sobre el cemento tenía una línea de pintura amarilla descascarada.
Su corazón se aceleró: amarillo significaba que había un cambio inesperado de planes.
Azul, tendría que haber sido azul.
Odiaba las señales. Odiaba las pistas, odiaba a Jackson Harrington y su estúpida obsesión por desmantelar los secretos de las relaciones mágicas y muggles. Odiaba haber terminado enredada en esos planes demenciales. Odiaba pasar frío, odiaba estar caminando por Bartholomew Road en busca de la tercera señal.
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“Voy a hacer algo muy egoísta” advirtió Jackson.
“¿Qué?” preguntó ella, sospechando que iba a pedirle otro favor.
Jackson se levantó de la silla y, antes de que Liesel tuviera tiempo para procesarlo, él le tomó la mano y le besó la boca. Para cuando Liesel parpadeó, Jackson estaba otra vez sentado frente a ella, su mano deslizándose sobre la mesa que los separaba, tomando distancia.
“¿Y si yo no quería que me beses?” Preguntó Liesel.
“¿No querías?”
“…No así”.
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Metros antes de Dowdney Cl había una calle sin nombre. Estaba entre un bloque de apartamentos muggles y un estacionamiento, separada por una pared de alambre. Allí había una publicidad de acondicionador para el cabello.
El precio: £2.78
Liesel se detuvo. ¿Qué número significaba qué cosa? ¿Por qué los muggles tenían un sistema monetario tan complicado? Volvió a leer, tratando de recordar qué le había dicho Jackson. Maldijo por lo bajo, arrepentida de no haber insistido con que él la espere en la esquina del consulado y ya. Y si los veían, y si los atrapaban, que fuera juntos.
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“¿Qué te parece?”.
“¿Quieres que te diga la verdad, o algo más amable?” Preguntó Liesel con una sonrisa en los labios.
“Quiero siempre la verdad”.
“Creo que esto es una locura. Que el mundo no está súper bien, pero está lo suficientemente bien para no cambiarlo. Y que si estás arriesgando tu vida para que el gobierno cambie la forma en la que trata al mundo muggle, no vale la pena. Porque no van a cambiar”.
Jackson se tomó su tiempo en procesar las palabras de Liesel.
“Sé que tienes razón, pero no puedo aguantar estar sin hacer algo al respecto”.
“¿No puedes ser una persona normal y sacar una gaceta? ¿Armar una asociación?”.
“Quiero un cambio de verdad. Un cambio grande”.
“Los cambios grandes son difíciles de controlar”.
“Pero es eso lo que quiero. Un poco más de descontrol”.
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Los pasos de Liesel eran lentos, como si caminara contra la marea. El pub tenía las luces bajas y no podía distinguir bien su interior. Su brazo se sentía acalambrado de presionar los documentos robados contra sus costillas.
Entró al pub, y sus ojos barrieron rápidamente el lugar en busca de Jackson, aunque sabía que si las señales habían sido interpretadas correctamente, él no estaría ahí.
Notó de repente que tenía el cabello mojado por la lluvia, como si le pesara repentinamente la cabeza, hundiéndola entre sus hombros.
Se sintió nerviosa cuando el muggle detrás de la barra la observó, cauteloso, y sintió que alguien le tomaba suavemente el codo.
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“¿Y si quisiera involucrarme con tus planes demenciales?” preguntó Liesel, su cabello castaño fluyendo suavemente sobre sus hombros.
Jackson miraba el horizonte, el cielo naranja y rosado del atardecer, pensativo. Liesel apretó los labios, impaciente.
“La próxima vez” dijo Jackson. “Si todo sale bien”.
“¿Qué?”.
“Te involucraré por completo en mis locuras, Liesel” se giró para mirarla y le sonrió. “Y no habrá vuelta atrás para ninguno de los dos”.
“Suena perfecto”.
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“Liesel” una voz suave acompañaba el tironcito a su codo.
Liesel miró a la mujer, asintiendo con la cabeza mientras se dejaba guiar hasta la mesa donde había dos vasos de cerveza sin tocar. Un sobre de cuero igual al que tenía ella bajo el brazo descansaba sobre la mesa.
“Te conozco” dijo Liesel en un susurro. Cabello castaño ondulado, ojos muy claros, piel color oliva. Unos años mayor que ella, en Hogwarts. ¿Ravenclaw?
“Sara Hodquin” le recordó.
“Claro” dijo Liesel. Sara Hodquin. “¿Y Jacks-?”
“No” Sara negó con la cabeza. La miró fijamente, seria. Tomó uno de los vasos de cerveza y mojó los labios, pretendiendo beber.
Liesel la imitó, nerviosa. Sintió un suave tirón a los documentos y los soltó. Sara los dejó sobre la mesa, sobre el otro sobre idéntico.
¿’No’? ¿Qué quería decir ‘no’? Liesel bajó el vaso de cerveza y se relamió incómodamente los labios.
“Algo no salió bien” dijo Sara. “No tengo más información”.
Liesel miró a la mujer y sintió mucha rabia. No era culpa de Sara, pero detestaba el misterio, ser la última en enterarse. ¿Acaso Jackson no confiaba en ella? ¿No podía estar mejor informada?
“¿Qué se supone que haga?” Liesel preguntó, la mandíbula tensa.
“No nos queda más que esperar. Pero si lees algo en los diarios, estamos en problemas”. Sara tomó el sobre que había sacado Liesel de la oficina del cónsul. Dejó el otro sobre la mesa. “No tú, tranquila”.
“¿Tranquila?” incluso Sara sintió el filo de las palabras de Liesel. “¿Cómo puedo estar tranquila?”.
“Lo siento” Sara se puso de pie. Empujó sobre la mesa el sobre de cuero hacia Liesel. “Alguien estará en contacto contigo, pero creo que es la última vez que nos veremos”.
Liesel observó a Sara alejarse.
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“Eres muy problemático” dijo Liesel, sus dedos haciendo círculos invisibles sobre la palma de la mano de Jackson.
“Lo sé, no es a propósito” Jackson pretendió cerrar su mano para atrapar los dedos de Liesel, y ella los alejó, más rápido de lo que él esperaba.
“Un poquito a propósito debe ser” dijo ella, volviendo a arriesgar sus dedos en la palma. Su dedo índice recorrió una de las líneas de su mano. Quizás era la del corazón. O quizás era la de la vida, ya no recordaba cuál era cuál.
“Solamente quiero hacer algo por los demás. He sido muy egoísta toda mi vida”.
Liesel dejó que sus dedos índice y medio caminen por sobre las líneas de la mano de Jackson, lentamente, como si estuvieran patinando sobre hielo.
“No tiene nada malo ser egoísta, querer ser feliz, evitar los problemas” Liesel dejó sus dedos quietos.
“No me tientes” dijo Jackson.
“Yo no te tiento” Liesel deslizó sus dedos entre los de Jackson. “Mira, eres como una planta carnívora”. Jackson cerró sus dedos alrededor de la mano de Liesel.
“¿Será?” preguntó él. “Porque desde acá tu mano es la que atrapó a la mía”.
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Liesel estiró la mano para agarrar el sobre de cuero y apoyarlo sobre su regazo. Las luces del pub estaban tan bajas que pensó que no podría ver nada.
No había nada para ver. Hojas vacías con el logo del consulado, una tras otra, un montón de nada. Supuso que sería útil si alguna vez la encontraban, podía decir que solamente había tomado hojas en blanco y que aún estaban en su poder. Pero sabía que no haría falta, que jamás nadie tocaría su puerta para preguntarle nada.
Una hoja le llamó la atención. Tenía una mancha, así que la sacó del sobre. En tinta negra, una planta carnívora dibujada torpemente en una esquina.