Las Mil y Una Guerras Mágicas

[Andrew Maxwell]

((Perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón. Te lo puedo escribir en varios idiomas, también, si quieres. CON TAL DE QUE ME PERDONES, ASHFALLDSFJS))

¿Totalmente vacía? Bueno, sólo hasta que a Andrew se le ocurrió entrar. Regresaba del gran salón, con una empanada mordida en mano y tan atento a voces del entorno como cualquiera. Aunque no escuchó por completo el recital de Queenie, sí llegó a pescar algo de lo último... como la frase en que aceptaba que estaba loquita, como él previamente se había planteado. Andrew sonrió, y avanzó de la entrada a la sala común (sitio en el que se había quedado quieto, para escuchar), con mucha cautela, hacia la espalda de ella, para seguir oyendo las loqueras que su querida compañera deseaba expulsar al mundo... ya una había sido suficiente para que la sonrisa le durara, de todos modos.

[Andrew Maxwell]

Una cosa es que alguien hable solo, lo cual ya es bastante preocupante, y otra es que diga cosas como Queenie. Andrew no sabía exactamente qué pensar al respecto, pero lo inusual de la situación le hacía preguntarse si hablaba en voz alta, para sí misma, porque le funcionaba. ¡Como si el libro se tratara de un animal violento! Giró los ojos, sonriendo. Se inclinó luego hacia ella, aprovechando entonces el ensimismamiento de Queenie para hablar un poco más alto de lo normal y, esperaba él, asustarla, "¡Cuidado! No te vaya a morder".

[Andrew Maxwell]

¿Andy? No, por favor. Su sonrisa se tensó un tanto al escucharla llamarlo de forma semejante, pero como no tenía qué reclamarle por el asunto del supuesto homicidio fallido, mejor se lo tomó de la mejor forma: como que ahora estaban empatados, o algo parecido. "Perdona, pero valió la pena," comentó sinceramente, rodeando ahora el sillón para acercarse a ella. Seguramente le duraría la cara risueña un poco más, la imagen de Queenie brincando seguía fresca en su memoria. Antes de dirigirle la pregunta obvia, sobre qué estaba leyendo, aprovecharía la cercanía para por iniciativa propia, dirigir lentamente una mano hacia la chica en dirección al libro, que pretendía tomar (para revisar la portada por sí mismo). Eso, si se lo permitía, desde luego; esperaba alguna mirada permisiva de ella ante lo evidente de su acción.

[Andrew Maxwell]

Una broma que cupiera en su comprensión, del tipo pesada, sería que Queenie comentara algo ligero e inocente como que le daría un zape la próxima vez que le asustara, o algo. ¡Un zape, no que le partiera su bate en la cabeza, o la cabeza con su bate! Dfsdlfhs. Resaltó los ojos en torno a ella, sorprendido por la amenaza. No se lo tomaría en serio, desde luego, pero... bueno, ¿qué se hace en esos casos? No conocía a muchas chicas que hablaran como ella: sonrió como quien no quiere la cosa, antes de bajar la mirada al libro. "¿Por qué a Chris?" interrogó con calma, estaba dispuesto a seguirle la corriente, a pesar de no saber de quién se trataba el sujeto -¿Chris?-.

[Andrew Maxwell]

-¡Ah!- ese Chris. OK, discúlpenlo por haber nacido sin el chip que emociona a las personas normales por el Quidditch; su vaga idea sobre quiénes participaban en éste, sin ayuda de Queenie, quizá habría sido activada posteriormente. Le dedicó una sonrisa de entretenido a su compañera, antes de retomar su atención en la portada del libro. "Yo también podría sacártelo, lo aclaro," aseguró con mucha tranquilidad, "pero me gustaría verte intentándolo". La verdad es que no, pero si a orgullos vamos, no había forma de que Andrew quedara como que necesitaba ayuda del Chris ese para defenderse de una niña. Quizá debieran medir fuerzas entrelazando puños sobre una mesa.

[Andrew Maxwell]

Señaló con un pulgar hacia atrás, donde estaba la puerta de entrada. "De comer. Me acabé mi cuarta empanada hace rato, antes de entrar aquí," OK, a nadie le interesaba eso, pero dejar correr el hilo de plática se le facilitaba demasiado: podía ofrecer información adicional, sólo porque sí. Aún trataba de darle una asociación al título del libro, y lo que había estado diciendo su compañera en voz alta, previo al susto y el asunto raro del bate. Lo bueno es que muchas preguntas pueden hacerse sin necesidad de palabras; esperaba que alzando el libro a la altura de su hombro, con la portada dando hacia ella, y alzando las cejas, pudiera darle a entender que -¿?- quería algún tipo de explicación. ¿Por qué estaba leyendo eso?

[Andrew Maxwell]

Bueno, Andrew no era lo que se dijera un come-libros, pero le gustaba leer, cuando se lo pedían. Por mutuo propio, a lo mejor no iba a pescar algo a la biblioteca, pero había veces en que se interesaba de repente por un título que le recomendaran con mucho entusiasmo. En cuanto a libros del colegio, era lo mismo. No se quejaba. Le dio una vuelta al libro, queriendo examinar el resumen que, suponía, se encontraba al reverso. "Pero, ¿un ensayo sobre algún capítulo... capítulos, en específico o sobre todo el libro? Se ve gordo," también pesaba como tal.

[Andrew Maxwell]

Alzó las cejas sorprendido, porque en primera instancia, cincuenta sonaba a una barbaridad. Luego pensó que a lo mejor era proporcional, según lo extenso de los capítulos. Podía decirse que equivalían tres capítulos, de veinte hojas cada uno, que cinco, de una hoja cada uno. Esa misma expresión, entre atento y en alerta, la mantuvo hacia ella, expectante a lo que fuera a agregar. Estaba quieto -¿no ha llegado al veinte?-.

[Andrew Maxwell]

Es muy cierto eso que dicen sobre que la risa se contagia, aunque la de Andrew salió un poco nerviosa, como si no entendiera da qué venía su propia risa; no obstante, "¡Ah!" pretendía tomarse el problema extraño de Queenie con el mejor de los humores. "¿Te estás atorando con las fechas, los nombres...?" preguntó, dejando la pregunta abierta con intención de que ella le aclarara mejor el caso. El libro que sostenía en mano, aunque disfrutaba la lectura, no era uno que le oliera familiar. Lo abrió y empezó a pasar las páginas.

[Andrew Maxwell]

Pues, asentían en algo. A menos que se tratara de una lectura para trabajo final, resultaba prácticamente imposible digerir tanta hoja dentro de un lapso de 24 horas. Me imagino que cabezas explotarían.
Le sonrió empáticamente en respuesta al comentario de las vacaciones, para, luego de un breve contemplamiento, "¿sabes lo que dicen sobre... cómo solucionar el bloqueo mental?" preguntarle. Había dejado una página levantada con una de las manos, ahora quieta.

[Andrew Maxwell]

Chasqueó la lengua, dedicándole una breve mirada al libro que de un golpazo cerró. Vaya, porque a falta de tambores, había que ponerle algún sonido a la pausa dramática que de repente brotó. "Dejar de pensar en el asunto por un rato," ¡ta-dá!
No iba a esperar respuesta de Queenie, se acercó hacia ella, cargado de seguridad, para darle un suave golpeteo en la frente, ayudándose del libro cerrado que luego tiraría hacia un sillón cercano. Sonreía: quería probar un punto con eso.

[Andrew Maxwell]

"Así que, ahora prosigue..." lo evidente. Señaló a la puerta hacia donde, se supone, deberían marchar en breve. Así, como sugerencia explícita. Estaba de un tranquilo que, esperaba, pudiera contagiársele. Cuando Queenie estaba de buen humor, le gustaba.
¿Flashback de qué, por cierto?

[Andrew Maxwell]

Dudo que fuera difícil encontrar corazón para ella. Andrew no debía ser la excepción. Quería corroborar la sospecha de Queenie e incitarla a seguir marchando por donde iba, sonriéndole de una forma particular en el momento de corresponder miradas: lleno de confianza y, como algunos dirían, con algo de flirteadora malicia. Caminaría detrás de ella sin mirar atrás. ¿El destino? Ni idea. Que la improvisación triunfara.