La misma persona de la otra vez en la puerta

[Frankie Gibbs]

¿Cuánto había pasado? ¿Un mes? Un mes, sí, desde que había visto Tristan en el hospital. Lo cierto es que no recibir noticias de él por un tiempo fue casi un alivio, asumiendo que había entendido que necesitaba cierto espacio para no saberse atrapada. Luego el 'un tiempo' se le hizo 'mucho tiempo' y empezó a sentirse un poco rara. Cada que iba a un sitio con magos miraba a su alrededor, esperando verlo y muchas veces pensó que le había visto de perfil o la nuca, pero nunca era él.

La paciencia no era ninguna de sus virtudes y después de unos cinco chupitos de whisky, se apareció (con su abrigo gris) en Manchester. Fue una escena graciosa porque debió aparecerse detrás de un árbol y lo hizo en mitad de la calle. Luego se fue corriendo detrás del árbol para ocultarse. No había ni un alma en la calle. Normal porque era medianoche.

Después de asegurarse que no había violado el estatuto del secreto y que no se aparecía nadie del Ministerio a llevársela, caminó hasta el edificio de Tristan y empezó a tocar el timbre sin despegar el dedo por cuatro segundos.

((17 de Marzo 1992. Reservado))

[Tristan Jenkins]

Mientras se recuperaba de su experiencia cercana al descanso eterno accidente laboral, Tristan leyó la carta de Frankie. Había sido su culpa, por supuesto, la carta estaba a la vista, él la tomó y para cuando se dio cuenta ya había terminado de leerla. Una experiencia desalentadora si le preguntaban, que le había hecho replantearse algunas cosas en esa relación extraña que tenía con ella y además, evitado que le escribiera de nuevo por miedo a recibir otra respuesta como esa.

Ese día había sido como cualquier otro, se despertó, corrió, fue al trabajo, regresó a eso de las 6 al apartamento y tras organizar los pendientes, se sentó en el sofá a ver un partido de fútbol y se quedó dormido porque se quedaba dormido en todos lados y en cualquier momento (secuelas que desaparecerían con el tiempo, según los sanadores). Y así era como se encontraba cuando empezó a sonar el timbre: profundamente dormido con el televisor haciendo ruido de fondo.

[Frankie Gibbs]

No hacía tanto frío como la última vez e iba mejor abrigada, pero eso no significaba que quería o podía esperar toda la noche. Algunas gotas empezaron a caer y apretó el timbre con más insistencia, haciendo pausas breves entre un pitido largo y otro.
Se le ocurrió que quizá no estaba en casa y no tenía ni idea de dónde podría estar. Miró la puerta de la entrada, sabiendo lo fácil que sería abrirla y llegar directo a su departamento. Si no le contestaba el intercomunicador en los próximos dos minutos se aseguraría que no estaba en casa, para no perder el viaje.

[Tristan Jenkins]

No estaba soñando nada muy elaborado en particular y lo más probable era que una vez despertara lo olvidaría, pero el ruido del timbre llegó hasta su sueño transformado en el pitido de un árbitro, insistente, estruendoso y molesto. Sin embargo, las personas no tenían la capacidad pulmonar suficiente para hacer ese ruido que además sonaba mecánico.

Las imágenes en su cabeza fueron desapareciendo y a medida que salía de su estado de adormecimiento, se hizo más consciente de su alrededor, sintió la espalda incómoda y algo de frío en el cuerpo. Lentamente fue abriendo sus ojos, aunque los párpados le pesaban mucho, y lo primero que divisó fue el televisor con algo que nunca antes había visto ahí, que lo dejó muy confundido y lo hizo ignorar el ruido.

[Frankie Gibbs]

"A la mierda" dijo, después de asumir que todos los vecinos debieron escuchar ese timbre. Miró hacia atrás, los lados, acercó la oreja a la puerta, tratando de escuchar pasos o cualquier indicativo de que había alguien del otro lado. Después de escuchar un silencio absoluto, sacó su varita y abrió la puerta. Lo siguiente fue saltar de dos en dos los escalones, llegando con la respiración agitada al departamento de Tristan.
Pegó la oreja en esa puerta también y aquí si creyó oír algo, aunque fuesen sus propios deseos de que estuviese en casa. Tocó el timbre tres veces.

[Tristan Jenkins]

Parpadeó un par de veces más, el ruido se había detenido pero la televisión seguía mostrando esa imagen inquietante y él seguía sin entender que pasaba. Su mente adormecida le ofreció explicaciones: 1) No le había prestado atención al aparato y se había descompuesto, 2) Eso era lo que pasaba cuando las personas se dormían frente a la televisión, o 3) Era culpa de sus hermanos. Lástima que ninguna era convincente.

Cambió de posición para desentumecerse y miró su reloj, no podía seguir observando a la niña y el payaso porque, ahora en el silencio del apartamento, era un poco espeluznante. Él había visto Boggarts como parte de su currículo escolar, pero... pero... Las cosas muggles eran extrañas e incomprensibles.

El asunto empeoró al escuchar el timbre, dio un salto en su asiento y miró su reloj de pulsera, era la medianoche ¿Quién estaba tocando a su puerta? Solo podía ser un asesino en serie.

[Frankie Gibbs]

Si Tristan estaba realmente ahí y aún no le había abierto la puerta debía ser porque 1) Le quedaban secuelas de la poción y quedarse dormido era como quedarse en coma 2) Sabía que era ella y no quería abrirle la puerta. Cualquiera de esas dos opciones eran pésimas y no daban espacio a que ella pudiese entrar en el departamento.

Si no hubiese estado un pelín borracha, abría intentado tocar la puerta con la mano o seguir probando con el timbre, pero estaba muy impaciente y volvió a sacar la varita. No sabía si Tristan tenía algún tipo de protección para magos así que probó con el clásico 'alohomora' a ver si había suerte.

[Tristan Jenkins]

Repito: podía ser un asesino en serie. Por esa razón y para que sus hermanos tuvieran que usar las llaves tal como esperaban sus vecinos muggles, la puerta tenía protección. No iba a meterse en problemas con el Ministerio por una cosa tan tonta como no usar llaves.

Se levantó, arrastrando los pies hasta llegar al pasillo donde estaba la puerta y sacó la varita del bolsillo de su pantalón. El timbre no había sonado de nuevo, pero no podía confiarse, él ya sabía que los muggles tenían otras maneras de abrir puertas.

[Frankie Gibbs]

La cerradura se movió un poco pero no se abrió. Estúpido Tristan, hombre precavido. ¿Será que anticipó que algún día iba intentar abrir su departamento? Es decir, tenía antecedentes y él los había presenciado. Guardó la varita porque tampoco quería despertar a los vecinos de abajo ¿o era arriba que estaban los viejos esos? No se acordaba. Puso una mano en la puerta, apoyándose ella, pensando si tocar o no el timbre otra vez.

[Tristan Jenkins]

¡Por Merlín, Frankie! Ese era el último piso.

Alzó las cejas, la cerradura se había movido sola, lo que significaba que la persona seguía ahí. -Mierda- Alguien estaba intentando entrar a su casa a las doce de la noche, no podía tratarse de nada bueno, ni aunque fuera alguno de sus hermanos porque entonces estaban borrachos.

Recorrió la distancia que lo separaba de la puerta y colocó una mano sobre la cerradura, para evitar que se moviera de nuevo, después se inclinó para observar por la mirilla si la persona estaba parada en el ángulo correcto entonces la vería y si no... Aún tenía la varita empuñada en su otra mano.

[Frankie Gibbs]

Estaba medio borracha, no se había fijado que las escaleras no seguían.

Solo porque es divertido, digamos que Frankie había apoyado la mano justamente en la mirilla, sin intenciones de ocultarse, solo era por poner la mano en algún lado. Observó el timbre, sabiendo que era lo sensato y lo tocó una sola vez, la última, y después se marcharía, muy triste, al pub más cercano. ¿Qué tal sería la movida nocturna de Manchester?

[Tristan Jenkins]

La vida nocturna de la ciudad despegaría al siguiente año, ese era más bien una ciudad no tan movida.

Lo preocupo mucho no ver nada, el asesino intruso sabía que él estaba ahí. Tenía ventaja si se trataba de un muggle porque podía defenderse con magia, a riesgo de meterse en problemas con el Ministerio, pero en un juicio podía alegar defensa personal, así evitaría ir a Azkaban y... Sonó el timbre, otra vez.

Apretó la boca para no soltar una maldición e inhaló silenciosamente, no había otra opción: iría a Azkaban si las cosas se ponían muy turbias. "¿Quién es?" preguntó en voz alta esperando que lo escucharan del otro lado.

[Frankie Gibbs]

A estas alturas Frankie ya se veía en el pub más cercano y por ello casi le da un susto de muerte escuchar la voz de Tristan al otro lado de la puerta. Se sobresaltó y apartó la mano de la mirilla, recién dándose cuenta que la había tapado.

"Soy yo" respondió. "Franmhmkie." El mhm era porque se le había quebrado la voz con seguramente flema y se tuvo que aclarar la garganta en el medio.

[Tristan Jenkins]

No sabía quién era Franmhmkie, podía ser cualquier persona intentando usar un nombre común 'Frank' para convencerlo de abrir la puerta y matarlo, peor aún, hacerlo caer en las manos de los Dementores. -Espera. Espera- se dijo, calmando su alarmado cerebro, había escuchado una voz femenina y sí conocía una Frank-ie.

De reojo notó el cambió de luz en la mirilla y volvió a mirar por ella, encontrando sus sospechas hechas realidad y apoyó la cabeza contra la puerta, haciendo que se moviera un poco ¿Qué demonios estaba haciendo tocando a su puerta a esas horas de la madrugada? Cerró los ojos tanteando la puerta hasta alcanzar la cadena de seguridad, no estaba preparado para eso, pero tampoco podría con sus vecinos si salían a quejarse porque había alguien en las escaleras.

[Frankie Gibbs]

Dio un paso para atrás cuando escuchó la cadena, como si la puerta fuese a producir una explosión. Ahora que sabía que estaba en casa y que estaba a punto de verlo, el corazón se le aceleró y se le cruzaron varias situaciones en la cabeza: él, contento de verla; él, pidiéndole que se marche. Vale, varias no, solo dos.

Si la primera pregunta de Tristan iba a ser ¿Qué haces aquí? Mal íbamos porque ni ella sabía qué hacía ahí.