Rencor

[Rabastan Lestrange]

Si dependiera de él, ella seguiría en San Mungo. Para observaciones, chequeos, exámenes, lo que fuera. Si hubiera tenido algún peso su palabra y sus deseos, ella seguiría allí, en vez de estar de vuelta en la escuela. Pero él no tenía ningún poder real sobre ella, al menos no hasta que se casaran, si es que lo hacían.
Salió de la habitación con el uniforme a medio quitar: solamente le quedaba la camisa, los pantalones y los zapatos. Las medias las había dejado atrás. Era viernes por la noche y como todavía no era obligatorio volver a la Sala Común había varios disfrutando de la pseudo-libertad que entregaba el castillo. Esperaba que ella no fuera uno de esos. Odiaba la idea de que Rebecca tuviera algún tipo de libertad.

[Rabastan Lestrange]

((Desaparecida y cruel Rebecca *abraza*))

La gente decía montones de cosas: había un par de personas que hasta habían asegurado que Dumbledore se había aparecido en uno de los baños de la casa del tío de Kitty. No se podía confiar en la gente, en nadie. Bien lo había aprendido Rabastan con lo que Rebecca había hecho. Era obvio que en ella no se podía confiar.
Caminó hacia ella lentamente, porque realmente no tenía apuro. Había sido más que civilizado con ella desde su accidente: buenos días, buenas noches, gracias, de nada. No le gritaba ni la seguía (aunque a veces se ponía a buscarla solamente para asegurarse de que no estuviera con Regulus, y se alejaba cuando veía que no era así), porque... ¿para qué? Para prevenir había que pre-venir, y Rebecca ya había ido y vuelto cuarenta veces.

[Rabastan Lestrange]

((Claro, eso se lo dices a todos tus prometidos locos y sucios))

Afortunadamente para Rabastan, con solo mirarlo se daban cuenta que eso iba más allá de lo imposible. ¿Quién querría algo con... ugh, eso? Los rumores que ponían algo de honor en el nombre de Rabastan parecían no ser tan interesantes porque eran bastante inverosímiles. Mala suerte la de Rebecca el ser tan atractiva como para hacer posible que se creyeran cualquier cosa y alimentar el morbo del pueblo.
Estuvo a pocos metros antes de detenese y llamarla para no asustarla "¿Rebecca?" la pregunta era más bien pedirle permiso, porque sabía que era ella. La reconocería hasta de espaldas en lo más oscuro de la noche.

[Rabastan Lestrange]

Demoró unos segundos en responder, estuvo pensando qué es lo que debería decir, qué sería apropiado y qué respuesta tendría más chances de que ella aceptara por no romper el encantamiento bizarro de cordialidad que los rodeaba últimamente.
"¿Puedo acompañarte?" preguntó acercándose unos pasos más, con toda la intención de recostar la espalda contra la pared, a una distancia prudencial de ella.

[Rabastan Lestrange]

Apoyó la espalda y guardó las manos en los bolsillos del pantalón después de que ella lo hubiera autorizado. Cosas como esas, como pretender que ella tenía algún derecho sobre sí misma, eran las que hacían interesante la farsa. Al menos ahora las cosas eran estables. Falsas y aburridas, pero estables. Eran mejor que una Rebecca internada y un Rabastan encarcelado, en mi opinión.
Le miró el perfil unos segundos antes de bajar la mirada, el rostro serio. No sentía odio en esos momentos. Estaba tratando de no sentirlo. No había pruebas de que Rebecca hubiera perdido su virginidad, le había asegurado su padre. Ese compromiso no habría de romperse.

[Rabastan Lestrange]

Claro que sabía a lo que se refería Rebecca, pero prefirió alzar la vista hacia ella con una expresión confundida, el entrecejo ligeramente apretado para demostrar algo de preocupación por no haber comprendido de inmediato.
"¿Disculpa?" preguntó, relajando y alzando las cejas, haciendo el torso ligeramente hacia adelante para despegarlo de la pared y acercarlo a donde estaba su prometida.

[Rabastan Lestrange]

"De acuerdo" agregó de inmediato, volviéndose a dejar caer hacia atrás hacia la poco confortable pared de piedra. Miró a Rebecca nuevamente y, a pesar de los moretones que ya se le irían, no se veía tan mal. De todos modos, esperaba que ella supiera que había estado a punto de perderlo todo. Por su propia culpa, por incitar a William a atacarla después de enterarse que ella había querido con Regulus. Todo ficticio, pero una versión mucho más oficial que lo que a veces inventaban por ahí.
"¿Cómo te sientes hoy?" se arriesgó a preguntar, como si le interesara su bienestar.

[Rabastan Lestrange]

((Algo cambiada estaba la cara, creo que para mejor, si pasó de ser Evangeline Lilly a Megan Fox. ¿Cuánto pagaste por la cirugía?))

"Bien" respondió, girándose para acercarse más a ella, bajando la vista hacia un punto cualquiera de la pared por encima del piso "pero a mí no me hizo nada William, así que..." alzó los hombros, como quitándole importancia a su propia salud. Porque a eso se refería, no a algo anímico. No estoy seguro, pero creo que los dos están bastante destrozados en ese departamento.

[Rabastan Lestrange]

Se sabía la respuesta de memoria. La había tenido que decir a sus padres, a los Hit Wizards que habían estado haciendo preguntas, a los médicos del San Mungo, a Bart cuando practicaban el speech. Iba a ir de a partes, de todos modos.
"En la fiesta también, Rebecca" respondió con una paciencia falsa, con una tranquilidad que parecía dedicada a un niño que no comprendía o un anciano con alzheimer. "Fuimos con Barty, ¿recuerdas?" insistió.

[Rabastan Lestrange]

Le gustaba verla con esa expresión en el rostro. A Rabastan le parecía que era de desconcierto, de confusión, hasta con algo de enfado. Y estaba bien, porque así debía ser. No sería justo que ella hiciera cualquier cosa y no pagara por sus errores.
"No, nosotros entramos a la habitación en la que estabas con William" agregó, tranquilo. Sin acusarla. Sin presionar. Rebecca era la víctima. Rabastan también lo era. Barty era un héroe. De Regulus ni sus luces.

[Rabastan Lestrange]

Rabastan puso cara de hartazgo solamente para que no quedara demasiado desinteresado e irreal, porque no le molestaba hablar sobre esas cosas. Es más, podía decir que había ido con el calamar gigante del lago como pareja y luego negárselo. Solamente por molestarla.
"Rebecca, Barty se había estado quedando en mi casa para las vacaciones, tú no" tomó aire como si buscara relajarse "Y obviamente estabas buscando a alguien más en la fiesta, te resultó fácil perderme entre tanta gente" agregó, y ese tono de amargura fue propio.

[Rabastan Lestrange]

"No hace falta que hables de eso" y se sintió benevolente, porque sabía que a ella le dolería entrar en detalles. Pensar en Regulus. Pero a él también le resultaba un tema complicado, delicado, doloroso. Regulus había sido su mejor amigo de toda la vida, una parte muy grande de su vida. Y ahora había tenido que hacerlo a un lado por culpa de ella. "Al menos por ahora. Por lo que te sucedió" aclaró. Aunque ella hubiera seguido hablando, él no se detuvo "Porque para mí tampoco fue fácil saber lo que hiciste".

[Rabastan Lestrange]

Le causó algo de gracia la pregunta "¿Cómo sé dónde estás siempre que no te encuentro?" preguntó alzando las cejas, alejando la vista para ver haia la pared contraria de la Sala Común, revisando que aún no habían vuelto demasiados alumnos. "Buscándote, obviamente. Como hago siempre" recalcó en voz más baja, porque era interesante resaltar que él siempre había sido responsable para con ella. Y ella nada para con él, aparte de cruel, claro.

[Rabastan Lestrange]

Que la respuesta no le convenciera no era algo que le fuera a importar, cerraba perfectamente: ella siempre se escapaba de su vigilancia, William la encontró, la interceptó, la llevó a un cuarto y Rabastan y Barty la encontraron tarde para salvarla de la golpiza, pero justo a tiempo para evitar que la cosa pasara a mayores. Eran héroes. Ella era una adolescente rebelde.
La miró en silencio, sin nada para agregarle a su respuesta. Esperaba que le gustara así, porque no podía decorar mucho.

[Rabastan Lestrange]

((Me voy a tirar por las escaleras para ver si yo me gano un trato así))

Se quedó de piedra viendo a Rebecca moverse hasta donde él estaba y luego retraerse. Por dentro se preguntaba si era así como había conquistado a Regulus, con esa sutileza femenina que la hacía ver inocente, tímida, como una mujer que él podría haber llamado ideal en algún momento.
Estiró la espalda apartando la vista también, incómodo con la cercanía. Y pensar que, en algún momento, la había deseado. Pero esos labios ya le habían pertenecido a Regulus. A un amigo, a alguien que conocía y apreciaba.