Mirar, no tocar

[Terry Bradbury]

El lugar donde Terry trabajaba era una tienda de ropa y accesorios muggles, los cuales su dueño decía tenían origen responsable para ir en contra del modelo capitalista y consumista de los otros lugares que los rodeaban. Nada de eso tenía mucho sentido para ella, porque siendo bruja esos conceptos escapaban de su entendimiento. Pero asentía y repetía lo mismo a los clientes, a quienes parecía interesarles.
Ese día estaba cambiando el look de los maniquíes porque no habían tenido muchos visitantes y como su jefe no estaba y realmente no prestaba mucha atención a los detalles, aprovechó para exhibir uno de sus propios diseños. El vestido y los bordados de bichos le había tomado días y le daba pena que la gente lo manoseara, así que lo dejó sobre el mostrador mientras miraba el interior de la tienda (de espaldas a la entrada) y decidía cual era el mejor lugar para ponerlo. Debía estar a la vista, pero no al alcance de todos y el mejor lugar era... Sí, definitivamente, tenía que colgar el maniquí del techo.

((Reservado. Esta puede ser la referencia de la tienda))

[Frankie Gibbs]

Su hermano Otis cumpliría siete años y sus padres iban a 'tirar la casa por la ventana' con una fiesta, sea lo que sea que eso significara. A veces Holly, su madrastra, dice expresiones muggles que Frankie no entendía, como esa, pero pudo deducir que iba a ser algo grande y que tenía que ir decentemente vestida, lo cual no sabía que iba a ser un problema hasta que descubrió que casi todo lo que poseía tenía huecos, quemaduras, manchas dudosas o simplemente era feo, y como la magia doméstica nunca se le dio bien, no tenía más remedio que ir de compras.

Había pasado por Gringotts primero a dejar su último encargo. Tenía el bolsillo lleno y sin idea a dónde ir. Pasó por la zona alta de Londres y entró a algunas tiendas pero las dependientas la miraron un poco raro y acabó yéndose sin comprar nada. Siguió deambulando un rato, a punto de darse por vencida y asumir que iría desnuda a la fiesta de su hermano cuando se encontró con una tienda menos pretenciosa y decidió entrar.

Aquello era mucho más su estilo pero nada le decía 'fiesta de cumpleaños número siete de tu hermano'. Pudo haber pedido ayuda a la dependienta pero su experiencia con ellas hasta ahora no había sido positiva y siguió buscando. Cuando estaba viendo un perchero junto al mostrador, vio ese vestido negro con cosas de colores y sin preguntar lo tomó para examinarlo.

[Terry Bradbury]

El techo era su mejor opción, lamentablemente no podía usar su varita para colgar el medio maniquí, así que tenía que hacerlo como lo hacía su jefe y sus compañeros de trabajo ocasionales: con una escalera. Había una en la trastienda y solo le tomaría unos minutos buscarla, pero su segundo problema era que no podía dejar el lugar solo por mucho tiempo. Quizá podía hacer un pequeño, mínimo, muy chiquito hechizo que no le causara problemas con el Ministerio y que le avisara cuando alguien entrara en la tienda, entonces podría ir y regresar sin que hubiera problemas.
Le tomó dos segundos decidir que así lo haría, entonces se giró y se encontró de frente con un buitre cliente y se congeló. Abrió la boca -Merlín- su corazón latía tan rápido por la emoción y la ansiedad que no sabía que decir. ¡Estaba mirando su vestido! Eso era bueno, pero... tocaba el vestido con sus manos sucias y ni siquiera era seguro que lo fuera a comprar.

[Frankie Gibbs]

Quizá este es el momento de defender la limpieza de las manos de Frankie pero si éramos honestos, recién había dejado un artefacto con algo de tierra y no se había lavado las manos. Tal vez por eso las otras dependientas le habían mirado raro.

Abrió el vestido con sus manos de dudosa limpieza y la verdad es que se enamoró. Era elegante pero divertido. A su hermano le gustarían los bichos y a ella también ya que estamos. Lo que sí es que se veía un poco pequeño y esto le hizo dudar. Se giró y miró a la chica que asumía que era la dependienta.

"¿Me lo puedo probar?" Le preguntó, porque después se le ocurrió que a lo mejor estaba vendido, si ya estaba en el mostrador.

[Terry Bradbury]

Tensó de más su mandibula al cerrar la boca, por más ansiedad que le causaran las manos (posiblemente) sucias de su (posible) cliente, debía recordarse que con una poción desmanchante y un par de hechizos podía solucionar ese problema. Mientras que en ese momento, debía poner su mejor cara y adoptar su mejor actitud de vendedora.
Se preparó para sonreír cuando notó que la mujer se voltearía, pero su expresión se congeló y sintió que se le bajaba la tensión. Por-las-faldas-de-Helga-Hufflepuff. Esa era una cara que no olvidaría nunca en su vida, no solo porque Frankie Gibbs tenía una reputación que la precedía, sino porque la habían confundido con ella durante todos los años que habían coincidido en Hogwarts. Y ni siquiera se parecían, bueno, sí un poquito. Sentía como si estuviera reviviendo el momento más traumático de su adolescencia y necesitaba correr a un espejo para revisar que no estaba vestida igual, ni tenía el mismo peinado ni maquillaje que ella en ese momento.

[Frankie Gibbs]

Se le quedó mirando unos momentos, esperando una respuesta con el vestido en la mano. Al cabo de un rato cayó. "Perdona, pensé que trabajabas aquí" se disculpó y miró a su alrededor, buscando a la dependienta real pero no la encontró. Se sorprendió porque si sabía una cosa de los muggles es que no eran los más honestos, y no tenían cosas como hechizos anti robo para ayudarles un poco. Esa dependienta era muy confiada si creía que nadie agarraría cualquier cosa y se iría. Frankie lo pensó, solo porque podía.
Pero tenía que probarse el vestido, tenía la sensación de que le quedaría pequeño o que no le quedaría bien.

[Terry Bradbury]

Tragó saliva y sintió que sus mejillas se coloreaban gracias a la vergüenza. No le sorprendía ser la única que recordaba esos incidentes (o tan siquiera la existencia de la otra) porque seguro a Frankie Gibbs no le había importado que la confundieran con alguien más que ni recordaba de los pasillos de la escuela. Pero era mejor así ¿no? Ella también podía hacer como que no la recordaba y seguir con su vida, con suerte vender algo y no dejarle una libra a la tienda, todo para su bolsillo.
Inspiró y recuperó un poco de su compostura, tras lo que sentía habían sido unos largos minutos de incomodidad (o segundos, no confiaba en su percepción del tiempo). "No, no" murmuró, deseando mostrarse más segura mientras se acercaba al mostrador "Sí trabajo aquí" agregó, usando un tono más audible con una medio-sonrisa de vendedora. "Los probadores están por allá" y señaló hacia el fondo de la tienda donde había uno que estaba al nivel de la tienda: una cortina y un espejo.

[Frankie Gibbs]

Frankie apenas recordaba a sus compañeros de clase, y ya se habría olvidado de algunos nombres. Se acuerda de Tristan porque, bueno, mejor no pensar en él que no sabemos en qué estamos.

Le sonrió y por alguna razón le alivió saber que no habían dejado la tienda desatendida. Luego le dio un poco de lástima porque no iba a poderse robar el vestido. Igual no lo hubiera hecho, pero ya nunca lo sabrá.

Caminó hacia donde ella le indicó, cerrando las cortinas. Era un espacio muy pequeño y no había donde dejar nada así que no le quedó más remedio que posar su bolso en el suelo con su chaqueta . Se quitó la camiseta y el pantalon y los puso de cualquier manera sobre su bolso. Bajó el cierre del vestido y se lo puso por arriba. No le bajó de la cintura.

Tenía dos opciones: quitárselo o hacer un poquito de trampa y hacerlo más grande. No se lo pensó dos veces. Tenía su varita en el tobillo y la sacó como pudo sin poder inclinarse mucho por el vestido. Apuntó y dijo muy bajito 'engorgio'. El vestido se agrandó, si, pero ahora le llegaba a los pies.
"Joder" dijo un poco en voz alta.

[Terry Bradbury]

((*se va a revisar el último thread para saber en dónde estaban Frankie y Tristan*))

Siguió con la mirada los movimientos de la mujer, como se llevaba el vestido con sus manos de dudosa limpieza, como entraba al probador y cerraba las cortinas, después, decidió mirar hacia otro lado por decencia. Si no la hubiese tomado por sorpresa, ella misma habría llevado la prenda al probador y como si se tratara de un vestido de novia la habría ayudado a ponérselo para asegurarse que todo estaba en orden. Pero en ese tipo de tiendas, que a pesar de todo lo que su dueño dijera seguía siendo ready-to-wear, no podía hacer nada de eso.
Jaló las mangas de su suéter, sentía que le estaba tomando mucho tiempo ponerse el vestido y eso le daba ansiedad. Hizo todo lo posible por no correr cuando la escuchó, -Joder- no podía ser bueno, se detuvo a unos pasos de la cortina e inspiro. "¿Está todo en orden?" preguntó con el tono más tranquilo que encontró y con otras mil preguntas pasando velozmente por su cabeza ¿Le quedaría pequeño? ¿Grande? ¿Se había roto? ¿No le gustaba? ¿Había dejado un alfiler en algún lugar?

[Frankie Gibbs]

Hizo todo lo posible por no entrar en pánico. Frankie siempre iba muy relajada con las reglas, y uno pensaría que el estatuto del secreto le traía sin cuidado pero lo cierto es que los muggles la ponían un poco nerviosa, o mejor dicho, equivocarse frente a ellos le ponía nerviosa. No es que la hubiese visto hacer magia, pero no sabía cómo explicar cómo su pequeñísimo y lindo vestido había acabado como bata. Si se atrevía a encogerlo tendría consecuencias peores, pensó. Por eso decía que los encantamientos domésticos se le daban de pena.

"¡Si!" Dijo, demasiado alto. "¡Todo fantástico! Es más, ¡Lo compro! ¿Cuánto cuesta?" Preguntó nerviosa. ¿Se le notaría en la voz? Esperaba que no.

[Terry Bradbury]

Se quedó mirando la cortina como si no lo creyera ¿Quería comprarlo? ¡Quería comprarlo! Independientemente, de que se tratara de Frankie Gibbs, alguien quería comprar su vestido, uno al que le había dedicado sangre, sudor y lagrimas. Le daba tanta emoción que no estaba segura que hacer a continuación, ni que precio pedirle, ni cómo cobrarle. Tendría que revisar el precio de los vestidos más caros que tenían ahí y ponerle un preció similar. Sí, eso podría funcionar.
Por suerte, si había algo que estaba segura debía hacer. "¿Puedo ver cómo le queda?" y esperaba no sonar muy atrevida, pero no sabía de que otra manera sabría como lucía su creación en el cuerpo de alguien. Es decir, no existían las redes sociales.

[Frankie Gibbs]

Entró en pánico. "¡NO!" Exclamó o gritó, cualquiera se puede aplicar. "Quiero decir, me queda fantástico, créelo, mejor imposible." Se miró en el espejo mientras decía esto. No solo el vestido ahora le rozaba los pies, sino que el escote era tan ancho que se le veía el sostén. Al menos no estaba roto. No sabía si estaba sucio, pero roto no. "¿Te puedo pagar ya?" Insistió. Si iba a caja con el vestido en la mano, la dependienta seguro trataría de doblarlo y meterlo en una bolsa. Si pagaba ya igual podía meterlo en su mochila y salir corriendo sin mirar atrás.

[Terry Bradbury]

Terry se sintió mortificada y sus mejillas se pusieron coloradas, obvio que no quería que la vieran ¿quién era ella, la mamá o algo así? -Qué pesada, Theresa, contrólate- se regañó y se mantuvo un par de segundos en silencio, mientras doblegaba su impulso de seguir insistiendo en ver el vestido. O sea, ¿qué iba a hacer? No era como si pudiera abrir la cortina, era demasiado riesgo porque su jefe podía regresar en cualquier momento y luego la botaban.
Como fuera, tenía que aceptar su suerte, así que mordió su labio con fuerza y con su mejor tono de vendedora prosiguió: "Claro, señorita. La espero en la caja cuando este lista" y se fue moviendo muy despacio, por si tenía suerte y llegaba a verla. En la caja, sí, porque tenía que hacer todo el show de que era muggle y ellos cobraban con la caja registradora y contaban los billetes.

[Frankie Gibbs]

Sentía el corazón en la garganta. "¡NO!" Volvió a gritar o exclamar. "Quiero decir" dijo más calmada y carraspeó. "Me gustaría pagar ahora mismo, por favor" insistió. Seguía viéndose en el espejo, al desastre que había hecho y solo deseaba que la mujer aceptara su petición, por más rara que fuera. "Le pagaré el doble de lo que vale" añadió como toque persuasivo como persona que nunca ha regateado en su vida porque el dinero nunca había sido un problema.

[Terry Bradbury]

El grito la hizo detenerse de golpe y una pequeña alarma se encendió en su cabeza. La situación le traía recuerdos de los adolescentes que entraban a la tienda porque les gustaba llevarse cosas sin pagar. Pero Frankie Gibbs era una adulta y estaba ofreciendo pagar, así que no, no podía ser una ladrona. Consideró pedirle la suma más ridícula que se le ocurriera, cuando otro recuerdo llegó a su mente: a veces pasaban cosas en el probador, entre los clientes y las prendas.
No, no, no, no podía ser. Había hecho las costuras más resistentes con algo de magia, no podía haberlo roto. "Necesito que pase por la caja, señorita. Son las políticas de la tienda" insistió y sintió que se le escapaba la posibilidad de pedir todo su salario del mes por el vestido.