El monstruo

[Debbie Peers]

La adultez había llegado a la vida de Debbie con un trabajo fijo en una oficina y vacaciones pagas. Después de pasar por varios trabajos de media jornada que no le dejaban demasiado dinero en el bolsillo, tuvo la suerte de que uno de sus profesores le consiguiese uno mejor. O al menos uno en el que no tuviese que pagar todos los días por las cosas que rompía, como en el bazar. Si rompía algo en la oficina, siempre podía echarle la culpa a los de la limpieza.

Era Lunes, habían pasado cinco minutos del mediodía y Debbie estaba parada delante de su escritorio, mirando el monstruo con el que le habían reemplazado todo lo que había dejado allí antes de irse de vacaciones.
"¿Qué se supone que haga con esto?" le preguntó a Derek, girándose hacia él con expresión de pánico.

[Derek Bowen]

Movió sus piernas flacas sobre el piso de la oficina para mover la silla con rueditas (que es distinta a la silla de ruedas, por si alguien quiere leer que estuvo en un accidente y ya no camina: lamento decepcionar) los veinte centímetros que lo separaban de Debbie. Era medio irónico que la primera vez que Derek tenía un trabajo como la gente hubiera decidido verse como un indigente, pero reflejaba el estado de su alma. Sus años trabajando en el boliche habían representado juventud, vitalidad y felicidad, por lo que había trajes, afeitadas y serruchadas. ¿Y ahora? Ahora estaba sentado delante de un cubículo, con un coso sobre su escritorio y dos cajas debajo. Se suponía que tenía que pasar todo el papelerío al coso, vaya a saber cómo.
"No sé, yo hoy entré a las 10 y ya estaba" avisó. ¿Y qué hizo en esos 125 minutos? Se miró en el reflejo de ese monitor CRT pequeño pesadísimo. Lo único que te podía decir es que para hacer de espejo era caro, y encima no tan bueno.

[Debbie Peers]

Debbie apoyó su bolso y su abrigo en la silla que tenía delante de su escritorio y dio un paso hacia atrás, para tener una mejor visión del escritorio de Derek, ya que él se había corrido y le tapaba el aparato más grande que parecía de vidrio y que su lógica le decía que era donde deberían mirar. -¿Habrá que usarlos así?- se preguntó, viendo que la superficie no mostraba nada en especial.
"¿Y nadie te enseñó a usarlo en toda la mañana?" le dijo, volviendo la vista a su compañero de inutilidad trabajo.

[Derek Bowen]

"Bueno... obvio que intentaron" admitió, como si el problema fuera del pobre alma que pensó que Derek podría entender. Claro que no, y claro que tampoco iba a leerse un manual.
"Dijeron que vayamos viendo cómo se usa y que en la semana va a haber un coso de entrenamiento con un... video" explicó. Probablemente no sería como el tipo de video que llevaba él en la mano cuando la conoció a Debbie, pero igual le causó gracia el recuerdo.

[Debbie Peers]

Levantó las cejas ante el primer comentario, pero no dijo nada. Ella trabajaba junto a Derek y compartían mil problemas básicos de la vida, como sacar ganchitos de los papeles sin lastimarse los dedos (Debbie no sabía que alguien ya había pensado en ese problema y lo había resuelto, porque nadie en la oficina le había dado un curso de 'uso del coso para ganchitos'). Ella asimilaba las soluciones a esos problemas de forma más rápida (o más duradera) que él, al parecer, así que no se sorprendería de la mágica desaparición de la persona encargada de explicarle el tema (persona que seguramente agradecía que la otra parte del combo de idiotas no hubiese llegado aún). ((Si te estoy manejando demasiado la personalidad avisá T_T))
"¿Y mientras tanto qué se supone que hagamos?" preguntó. ¿Saben quién era la primera en irse a descansar a la cocinita cuando sus jefes (o sea, los encargados de hacer que ella trabaje) no le dejaban listas de tareas para hacer? Les dejo una pista: Deborah Peers.

[Derek Bowen]

Derek alzó los hombros, porque si ella no sabía, menos iba a saber él. Sobre el trabajo, la vida, prácticamente cualquier área de la experiencia humana que podrían tener estos dos en común. Es decir, él había estado dando vueltas en su silla y mirando su reflejo para matar el tiempo, tampoco es que sabía exactamente qué hacer en esos casos.

"Hay un manual..." dijo en voz baja, como si estuviera contándole un sucio secreto. O sea, él no pensaba siquiera tocar el manual ese, mucho menos leerlo y tratar de entender qué demonios se suponía que hiciera con el aparato ese que trajeron. Así como cada guasada lo alejaba más de la luz de la pureza, los muggles cada vez se alejaban más de los magos con estas cosas raras que inventaban, como una bifurcación en el camino.

[Debbie Peers]

Y los squibs como Debbie quedaban en el medio de la bifurcación, sin saber para qué lado ir. Más vale que ella se lleve carpa, bolsa de dormir y una buena caja de sopas de lata, porque va a pasar toda su vida en esa bifurcación hasta que algún Romeo de cualquiera de los dos lados la rescate.

Negó sutilmente con la cabeza, abriendo bien los ojos y mirándolo fijo. Se agachó un poco hacia él y le soltó en voz baja un "No nos pagan por leer manuales", mientras hacía como que acomodaba su bolso en la silla.
Desde esa posición semi-agachada levantó un poco la vista para mirar alrededor. No era nada bueno que los descubran vagueando por decisión propia. Ella prefería desentenderse de eso del manual y esperar a que alguien se haga cargo de haberle tirado todos sus papeles mientras ella no estaba.
O haberlos escondido bien. Luego revisaría el cajón del mal que acompañaba el escritorio: un cajón de casi el triple de altura que cualquiera de los cajones de su placard, en el cual había tantas cosas, que el día que lo limpiase no se sorprendería si encontraba algún cadáver de rata o los planos originales de Londres, por ejemplo.