Mirar, no tocar

[Frankie Gibbs]

Entonces Frankie encontró algo a lo que aferrarse, algo que le salía natural y sin esfuerzo: desafiar las reglas. Con las del estatuto del secreto no se metía pero, ¿De una política de empresa? Riéndose.
"¿Por qué? ¿Qué diferencia hay en que te pague aquí y ahora o en la caja que está a diez metros?" Se agachó para agarrar los pantalones que se había quitado, buscando dinero en el bolsillo. Había cambiado dinero en el banco, anticipando un día de compras. Frankie no era la mejor en finanzas, así que cuando sacó el billete de cincuenta libras, no estaba pensando si era mucho o poco, solo esperaba que fuera suficiente. "Toma" dijo sacando la mano por encima de la cortina, con el billete doblado entre sus dedos medio e índice.

[Terry Bradbury]

Empezaba a sentirse intranquila con toda esa situación, la diferencia era que estaba mal y, aunque la tienda no era tan moderna como para tener grabadoras de video (o como fuera que se llamaran) pegadas en las esquinas del techo para vigilar a sus empleados y clientes, igual estaba mal recibir el dinero sin pasar por la caja. Eran las normas de las tiendas y ella no estaba ahí para discutirlo, tampoco para aceptar otras formas y ganarse problemas de gratis.
Solo necesitó ver el color del billete para saber que le estaba ofreciendo y solo por ser fastidiosa decidió que no era suficiente. "El vestido no cuesta eso" dijo con un tono un poco más serio que servicial y se cruzó de brazos a pesar que no pudieran verla.

[Frankie Gibbs]

Bajó la mano y volvió a hurgar en sus pantalones, buscando más billetes. Sacó otro de cincuenta libras, sin estar consciente de su valor. Solo quería que fuese suficiente para acabar con su sufrimiento. "Bien. Toma." Dijo, imitando el movimiento anterior. Pudo haber sacado todo lo que tenía pero incluso en su desesperación sabía que igual iba a tener que comprar otro vestido si no conseguía arreglar este, lo cual era muy probable. Claro que podía llevarlo a una tienda de ropa mágica y por una propina se lo arreglarían, pero sus pensamientos no iban tan allá.
Si la dependienta le decía que no, estaba muy tentada a meterle los billetes por la nariz y salir corriendo.

[Terry Bradbury]

El nuevo billete la hizo pasar saliva y sintió que perdía un poco de dignidad al pensar en aceptar el dinero y darse por vencida. Dio unos cuantos pasos acercándose sin apartar los ojos de los billetes, jamás había pensado que podría pedir cien libras esterlinas por uno de sus vestidos, claro que los merecía, pero- ¡Pero, no! Contuvo la respiración dos segundos y movió una mano, acercándola lentamente y en lugar de tomar los billetes, cerró su mano sobre la muñeca de Frankie y jaló con fuerza.
No había sido muy sigilosa porque no había sido su plan desde el inicio, pero esperaba que el cambio inesperado (no tomar las libras) le diera un poco de ventaja para sacarla del vestidor. También esperaba que tuvieran la misma fuerza en sus cuerpos y fuera un forcejeo justo al menos.

[Frankie Gibbs]

La tomó completamente por sorpresa y se le cayeron los pantalones y la varita, que hizo un ruido en el suelo. Frankie era fuerte, y no temía darse a las manos con alguien. No obstante, su primer impulso, además de hacer fuerza para no caerse, fue buscar su varita con la mirada, solo para verla rodar hasta salirse de la cortina, del lado de su agresora.
Los colores de su cara se fueron de vacaciones. Era la segunda vez que le pasaba eso. La primera vez recogió su varita rápidamente y dijo '¡Mi rascador de espalda!' y se quedó tan tranquila. Ahora el cerebro no le daba para inventarse algo tan ingenioso.

[Terry Bradbury]

Terry estaba dispuesta a forcejear con Frankie, más no a golpearla porque en esas llevaba las de perder, pero se distrajo cuando escuchó y vio la varita rodar por el suelo. Se le encendieron mil alarmas y lo primero que se le ocurrió fue darle una patada para mandarla más lejos, tal como le habían explicado que debía lidiar con las armas de juego al empezar a trabajar ahí. Varitas, armas de juego, casi la misma cosa.
Segundos después su cerebro procesó lo que pasaba. "¡Mierda, Gibbs! ¿Cuál es tu problema?" preguntó en un tono alto, porque ¡Merlín! qué tan estúpido había que ser para sacar la varita en un ambiente tan muggle.

Y a había llamado por su apellido, sí, pero aún no caía en cuenta de eso.

((No me quedo claro si Frankie salió de la cortina o no, así que bueno, supondré que no))

[Frankie Gibbs]

Agradeció haberse soltado, pero el alivio le duró nada porque su mente tenía que trabajar rápido. Tenía que recuperar su varita, y solo podría hacerlo saliendo del probador. No podía salir del probador con el vestido gigante porque no podría explicarlo, tampoco podía desaparecerse porque eso menos lo podría explicar y porque haría ruido. Decidió entonces lo más sensato era, literal, salir corriendo en su ropa interior. Se deslizó el vestido por los hombros y cayó al suelo. Iba a recoger su ropa, la varita y salir corriendo, cuando se dio cuenta de que la chica había dicho su apellido. "¿Sabes quién soy?" Hizo una pausa. "¿Yo se quién eres?" Preguntó y levantó la mano, dudosa de si abrir la cortina.

[Terry Bradbury]

Como no le había funcionado muy bien lo de jalarle el brazo, decidió que no iba a tener más consideración y abriría la cortina. Pero, cuando lo hizo no supo como reaccionar, por un lado estaba Frankie en un estado de semidesnudes esperable de alguien que está en un probador, y por otro sí se había dado cuenta que la había llamado por su nombre.
Miro hacía otro lado para no quedarse mirándola en ropa interior y porque oh-no, ya el mal estaba hecho y no podía seguir fingiendo que no sabía quien era. "Fui a Hogwarts" dijo, porque no había mejor manera de explicarlo y no tenía tiempo para inventarse una excusa ridícula y mentirle diciendo que había escuchado mal.

[Frankie Gibbs]

Estaba tan aliviada que no le importó que la mujer le hubiese abierto la cortina y visto en ropa interior. Ella iba a salir corriendo así tal cual después de todo. Levantó una pierna para terminar de salirse del vestido que se hallaba en el suelo para agacharse y recoger su varita. La volvió a poner en su lugar: un porta varitas de tobillo.
Mientras hacía todo esto le habló. "Eso es genial" soltó con una sonrisa en los labios. "¿Fuimos juntas?" Preguntó como si no tuviese nada de malo no acordarse de quien estudió contigo durante siete años en un internado.

[Terry Bradbury]

Aunque presentía que se había movido para buscar su varita, prefirió no hacer nada porque ahora que se había identificado como bruja creía estar en igualdad de condiciones (Frankie era una psicópata, pero ey, soñar es gratis). Hizo todo lo posible por no volver a mirarla, porque bueno, le era muy difícil no mirar a alguien cuando estaba sin ropa y además, necesitaba saber que pasaba con su vestido.
Pensar en el vestido la hizo sucumbir y regresó su mirada a la mujer justo cuando volvía a hablarle. Se contuvo de poner los ojos en blanco, no la sorprendía que ni la ubicara en la escuela, "Más o menos" respondió, más bien sería e incapaz de devolverle la sonrisa. Y luego bajo su mirada al suelo, a donde estaba su vestido y, y bueno, qué carajos estaba viendo.

[Frankie Gibbs]

Una vez tuvo su varita asegurada, y sabiendo que no corría peligro de una multa hermosa del Ministerio por hacer magia frente a muggles, Frankie recuperó todo su buen humor, si es que no estaba más feliz que antes. "¿De verdad?" La miró con ojos entornados, tratando de hacer memoria. "No estabas en Gryffindor, ¿O si?" Se cruzó de brazos, olvidándose que estaba en ropa interior. Su memoria de la escuela no era la mejor porque fue muy egocéntrica y no veía más allá de su nariz pero se sentiría mal si no recordaba a una compañera de cuarto.

[Terry Bradbury]

Era todo un reto bajar su mirada hasta el suelo sin fijarse mucho en la anatomía de Frankie y no sabía muy bien porqué, pero quizá la intimidaba un poco que no se inmutara al estar en esas condiciones en medio de una tienda.
Cerró los ojos un segundo,"No, no Gryffindor. Y que importa, solo fui a la escuela" dijo, comenzando a enojarse. Ya le empezaba a parecer que todas esas preguntas no hacían más que distraerla de lo más importante ahí: el vestido olvidado a la suerte de Merlín.

[Frankie Gibbs]

"Ya decía yo. Tengo mala memoria pero no tanto" dijo soltando una risa, ignorando el tono con que lo había dicho. Una leve brisa le recordó que estaba en gran parte desnuda. No sintió vergüenza ni nada por el estilo, pero no sabía qué pensaría un muggle que entrara por la puerta al verla así hablando tan tranquila con la dependienta. Caminó hacia atrás para acabar dentro del probador otra vez, pisando el vestido sin querer. "¡Ah, si!" Dijo, como si lo acabara de recordar. "Tuve un pequeño error de cálculo y bueno" se agachó y sostuvo el vestido gigante con las dos manos "me pasé un poco, ¿Lo puedes arreglar?" Puso la cara más inocente que tenía.

[Terry Bradbury]

Apenas escuchaba lo que ella decía mientras intentaba descifrar que era ese pedazo de tela en el piso. Se veía similar a su vestido, pero no podía creer que algo que le había costado tanto esfuerzo hacer terminara en esas condiciones.
Se sintió físicamente mal cuando levantó el vestido, su visión se distorsionó, hubo un movimiento extraño en su estómago y hasta tuvo que agarrar la cortina del cambiador (con mucha fuerza) porque pensó que terminaría en el piso. A medida que Frankie hablaba se le fueron escapando una serie de 'Ja-ja-ja' que se transformaron en una risa ¿qué si podía arreglarlo? Primero necesitaba un minuto para recuperarse, después la iba a matar.

[Frankie Gibbs]

Frankie no era ninguna lumbrera, pero sabía que había algo mal en la risa de la dependienta a la que todavía no le sabía el nombre (debería preguntárselo, pero ahora no parecía el momento). Desvió la mirada un segundo hacia la cortina, a la mano que se aferraba con fuerza a la tela y sintió peligro. Como decía, Frankie no era ninguna lumbrera pero tenía buenos instintos. Usualmente tenía una estrategia ofensiva, pedir perdón antes de permiso, pero se encontraba en una situación completamente nueva donde quizás hablar era la mejor solución. Y a ella se le daba fatal hablar.

"Oye, si no puedes no pasa nada. Igual pensaba pagar el vestido. Puedo pasarme por el callejón Diagon, allí seguro que me lo arreglan." La dependiente parecía cada vez menos una persona y más un Graphorn del que debía huir.