Los malos conocidos

[Philip Bagnold-Browne]

Aunque él no pensaba que todos tuvieran en claro qué querían de su vida, ni creía que todos estaban comprometidos para casarse, también sentía la presión de su círculo social porque saliera con alguna chica como símbolo de éxito. Como si haber terminado sus estudios y tener un trabajo decente no fueran suficientes. Como si su promesa de no beber, que estaba cumpliendo con la rigurosidad que le daba su obsesión por hacer las cosas bien, tampoco sirviera. Si lograba estar con alguien significaba que había domado su carácter y dejaba de ser un molesto sin remedio. Pero eso no iba a suceder, al menos su única ficha estaba ya apostada en Rose. Si fallaba, no iba a armar un escándalo ni penar como lo había hecho por lo que sea que había sentido por Mathilda. Iba a pedir que lo dejaran vivir su vida a su manera. Con vicios, obsesión por el orden y soltería.

Como no podía tomar whiskey de fuego, Philip estaba recurriendo a otra cosa para matar la ansiedad. La comida. Apenas había engordado tres kilos pero le molestaban. De todas maneras, no podía evitar tentarse con golosinas, comidas pesadas de esas que amaba preparar Angus, y helado. Pasear con Nacho era una excusa para comprar tonterías para el camino de vuelta a su departamento, así que esa tarde no dudó en cruzar la calle para entrar a Florean Fortescue.
Cuando estaba cerca de la puerta escuchó un exabrupto que le sonó terriblemente familiar. Frenó y Nacho lo hizo con él. Tardó unos segundos en reconocer la voz y girar la cabeza buscándola. ¿Había venido del balcón? ¿O él estaba enloqueciendo? Philip levantó la mirada pero no lograba ver nada. Decidió que era mejor entrar y dejar de alucinar.

[Philip Bagnold-Browne]

Tenía que aprender los encantos del quitamanchas mágico de la señora Skower y para eso nada mejor que el hijo perdido de tal señora... Philip.

Se estaba perdiendo el escándalo que estaba haciendo Mathilda en el primer piso de la heladería porque estaba ocupado en que el perro no se pusiera demasiado inquieto dentro del local. No quería que los echaran, quería urgentemente un helado de chocolate y frambuesa. Cuando tuvo el vasito en su mano, dudó un instante. Nacho tironeaba para volver a salir a la calle, pero Philip miró hacia la escalera. Por curiosidad para comprobar si lo había imaginado, o porque hacía años que no subía a la terraza, decidió tirar con firmeza de la correa del perro y dirigirse hacia el primer piso. Seguramente a Nacho también le gustaría el aire fresco y la vista mientras él devoraba el helado entre comidas como no era aconsejable hacer.

Cuando subió creyó que iba a tener que buscar disimuladamente con la mirada pero no hizo falta. Un pequeño charco de agua le llamó la atención inmediatamente y, aunque estaba de espaldas, pudo reconocerla. No pudo evitar fruncir el ceño, como cuando era su jefe, y preguntarse qué sorcho estaba haciendo.

[Philip Bagnold-Browne]

Parecía muy compenetrada en refregar la ropa que tenía en la mano, por lo que Philip dudó sobre acercarse a saludarla o no. Hacía meses que se habían visto por última vez y no tenía idea de si a ella le agradaría que le hiciera compañía o prefería que la dejara en paz. Le resultó más divertido escucharla maldecir y saber que Mathilda no había perdido el toque para eso. Que ser medimaga y trabajar con gente más agradable que él no le habían cambiado el carácter.
Estaba por buscar una mesa para él y para Nacho cuando Mathilda tomó sus cosas y se movió también. Philip se quedó de repente muy quieto, con su helado en una mano, y la correa del perro en la otra. Notó que ella lo había reconocido y lo miraba así que le sostuvo la mirada también. Simplemente le alzó las cejas y movió levemente la cabeza en forma de saludo.

[Philip Bagnold-Browne]

Se sorprendió un poco al ver que ella le sonreía y no intentaba huir de su presencia. -Ya no es tu empleada- se recordó Philip y se forzó a aflojar su rostro que se había quedado algo tenso.
Movió levemente las cejas "Por algo será..." exclamó con media sonrisa, mitad en broma, mitad en serio acerca de por qué la encontraba siempre enojada y maldiciendo. Era divertido saber que con el tiempo y la distancia Mathilda se había olvidado de que Philip había merecido cada uno de los diferentes homicidios mentales que había protagonizado.
Se acercó despacio esperando a que Nacho caminara con él hasta la mesa que había ocupado la chica "Creí que querías seguir luchando contra tu ropa tú sola..." contestó intentando aligerar también el ambiente, tomando asiento frente a ella y dejando el vaso en la mesa. Debía primero encantar la correa de Nacho para que no se escapara a comerse todo el helado del local mientras ellos charlaban.

[Philip Bagnold-Browne]

Cuando se trataba de gente borracha, Philip no podía ponerse en juez. Sobre todo porque él también había tomado y los había puesto en esa situación. Quizás también por eso no había armado un escándalo en San Mungo. En el fondo sabía que él era el culpable de todo lo que había ocurrido y le había tomado unos meses dejar de sentirse así. Ahora ver a Mathilda era una mezcla extraña de familiaridad con la sorpresa de algo nuevo. Sin embargo, mientras más hablaba ella, más se convencía de que seguía siendo la misma.

Después de murmurar el encantamiento, Philip guardó su varita y se echó hacia atrás, acomodándose en la silla con todo lo alto que era. Simplemente arrugó los ojos y también la miró con una sonrisa fingida -Siempre tan simpática- pensó por su chistecito deseándole que se enferme. "Deberías probar con el quitamanchas mágico Skower" le recomendó ya sin ironía.

La correa de Nacho levitaba para que Philip no tuviera que ocupar sus manos en eso, y le daba el rango del largo de la cuerda para que el perro pudiera moverse a su antojo sin alejarse demasiado. Así fue que se trepó por la pierna de Mathilda cuando esta lo llamó.
"Me moriría de hambre paseando a un solo perro, ¿no crees?" le contestó mientras probaba una primer cucharada de chocolate que estaba deliciosa. "Él es... mi perro" explicó medio a regañadientes "Ryder me lo regaló".

[Philip Bagnold-Browne]

Philip aprovechó esos segundos en los que Mathilda parecía entretenida con su mascota para poder observarla mejor, notar si había cambiado algo y recordar de alguna manera la familiaridad de verla casi todos los días. Aún tenía ojeras, así que él no era el culpable por hacerla madrugar para tener listos los resúmenes de las noticias. Lucía cansada pero de alguna manera Philip la notaba más feliz.

Las fantasías de Matt no eran muy alejadas de la realidad, aunque en la imaginación de él tener un perro en un departamento había sido una película de terror, las cosas no iban tan mal pero tampoco perfectas. Ya había pescado a Nacho con uno de sus zapatos en la boca, pretendiendo morderlo como si fuera un juguete. También le había descocido uno de los almohadones del sillón y -que nadie se entere- Philip por pereza lo había dado vuelta en lugar de arreglarlo con magia. Pero fuera de eso, consideraba que el perro se había adapto bien a él, aunque se quejara por lo dependiente no iba a admitir que le gustaba tener a algo vivo que se alegrara de verlo llegar.

"Yo tampoco" contestó con su sinceridad ácida habitual, mientras comía otra cucharada de helado. Era cierto, él tampoco sabía que le iba a gustar tener una mascota y ni siquiera había sido su decisión "Se llama Nacho" le comentó al escucharla hablarle al perro.

[Philip Bagnold-Browne]

Nos dejamos enceguecer por nuestro amor por Lynch y nos perdimos de bautizar al canino con el nombre de Whiskey que era mucho más apropiado para Philip.

Si alguna vez se había sentido herido por cómo habían salido las cosas, ya Philip lo había procesado y superado. Le alegraba verla, se sentía algo extraño porque nunca habían estado sentados juntos charlando sin una obligación, así fuera inventada como cuando asistieron a la inauguracion del bar de Ryder y las cosas comenzaron a salirse de control. Era raro que pudieran conversar como conocidos y que Mathilda no pareciera querer matarlo.

No había tenido la revelación divina de que el nombre de su perro sonaba a snack mexicano hasta que Mathilda lo dijo, así que parpadeó mientras tragaba el helado y asintió con la cabeza, algo dudoso. "En realidad es Ignacio" dijo en un español malísimo "Pero Nacho es más fácil de pronunciar" ponele "y lo que me faltaba además de tener un perro que no pedí, es que se llame como yo" confesó antes de llevarse otra cuchara compulsivamente a la boca para seguir comiendo. Iba a dejar que Harvey se burlara si quería, sabía que adoraba reírse de él.

[Philip Bagnold-Browne]

No se llamaba exactamente Ignacio, pero era la traducción al español de su segundo nombre. Y una manera más de molestarlo que había encontrado Ryder.

A Philip no le molestaba que Mathilda no supiera ese detalle, él tampoco sabía si ella tenía un segundo nombre, pero que mencionara el hecho de que había sido su falsa novia le provocó un vacío en el estómago. -Cierto- pensó, reprochándose por vez un millón esa decisión. ¿Qué pretendía? ¿Que ella lo olvidara? Alguna parte de Philip, aparentemente, hubiera preferido que le hubieran borrado la memoria sobre esos meses y no recordara lo mal jefe y mala persona que había sido. Le resultaba vergonzoso.

Volvió a mirarla cuando dijo que estaba cansada y dejó la cuchara en el pote de helado por unos segundos "¿Mucho trabajo?" le preguntó, ahorrándose el comentario de que se veía terrible porque algo había aprendido en ese tiempo que había pasado.

[Philip Bagnold-Browne]

Si bien le había incomodado que ella recordara el temita de que habían fingido ser novios, por algún motivo no le resultaba extraño estar tomando un helado juntos. Era una situación nueva pero ella no lo era, ella era alguien familiar, conocido, y de alguna manera Philip se sentía en confianza, como si fueran amigos que se reencontraban después de mucho tiempo y notaban que nada se había roto. Salvo porque ellos no eran amigos ni tenían nada que pudiera romperse, pero él no podía evitar sentirse así al lado de ella.

Mientras terminaba de saborear el helado, contuvo una risa y alzó las cejas, divertido por la manera en la que Mathilda hablaba de su jefe y sus compañeros. "Qué bonito... ¿así te referías también a los empleados del Ministerio?" preguntó para no incluirse en la lista, imaginaba que a él le tocaban cosas peores que lambiscón o misógino de mierda.
"¿Y no puedes pedir que te pasen a otro sector?" sugirió finalmente, como si ella fuera la hija de la Ministra y pudiera pedir cambio de departamento tan fácil como lo había hecho él cuando ella se fue.

[Philip Bagnold-Browne]

"Nacho!" lo llamó Philip en tono de reto, intentando reprender al animal y esperando que dejara de olfatear a Mathilda, porque creía que eso la podía molestar. Lo más probable era que fuera porque a él mismo le fastidiaría un montón.

Siguió comiendo mientras la escuchaba, y agradecía tener la boca ocupada para no sonreír de manera demasiado evidente cuando ella se reconoció como una loca hormonal. Los arranques de enojo de Mathilda le habían molestado y divertido a la vez cuando habían trabajado juntos, había sido entretenido fastidiarla.

Frunció el ceño "No creí que hubiera tantos nacimientos..." la comunidad mágica solía tener varios hijos por pareja pero no creyó que fueran tantos por año para que la relegaran a Mathilda sólo a atender embarazadas "Al menos ya no haces guardias ¿o también te toca?" preguntó recordando que la había ido a visitar una vez de noche.

[Philip Bagnold-Browne]

No notó que había sobresaltado a Mathilda porque estaba ocupado mirando con seriedad al pobre perro, como si entendiera algo. Nacho nada más le movía la cola y miraba insistente el vaso de helado, esperando que le diera de comer a él también, cosa que por suerte Philip no pensaba hacer.

"Pero creí que te interesaba otra área y que tu jefe era un misógino por asignarte ahí" si, estaba prestándole real atención aunque pareciera muy entretenido con su helado de chocolate "¿En qué sector te gustaría trabajar?".

Y justo cuando creía que podía seguir una conversación relajado y que aquello estaba yendo bien, se quedó con la mirada fija en Mathilda mientras terminaba de saborear. Pensó unos segundos cómo explicarle y solo soltó "No hubo reemplazo. Ya no trabajo más de eso" se aclaró la garganta y desvió la mirada "Ahora estoy en el área de Uso Indebido de la Magia". Para Philip era incómodo porque le parecía obvio que eso se había acabado con ella. Que él también hubiera obtenido su diploma en leyes casi al mismo tiempo había sido accesorio y hasta casual.

[Philip Bagnold-Browne]

Recién volvió a mirarla cuando notó que ella se acercaba a la mesa. ¿Qué había dicho de malo ahora? Philip, al contrario, se echó hacia atrás en la silla y esperó ansioso a que ella emitiera alguna opinión. La risa lo desconcertó pero se sintió aliviado al escuchar lo demás. Se sentía cómodo cuando se molestaban mutuamente.

"Mi trabajo siempre fue real" se defendió, porque aunque el puesto no existía como tal, él creía que su trabajo no era en vano. Una de las tareas del asesor era saber el impacto en la prensa y en la población de lo que ocurría en el Ministerio y la opinión pública de las decisiones que se tomaban. "Qué graciosa..." comentó irónico "Pero no es lo que crees. Trabajo controlando que se hagan las desmemorizaciones necesarias y se reviertan los efectos cuando alguien hace magia accidental... o no" Claro que adoraría más estar en el sector que castigaba cuando alguien ponía en peligro el secreto de la comunidad mágica o incluso asesorar para los abomagos del Wizengamot pero le faltaban años de carrera para eso.

[Philip Bagnold-Browne]

La miró feo solamente porque se estaba burlando de su trabajo anterior, haciéndole pensar que quizás Mathilda siempre lo hizo tan mal porque de verdad creía que no servía para nada y que no era un trabajo real. Ya eso no lo enojaba, pero también había extrañado un poco ponerle cara de perro.

Su expresión, sin embargo, cambió al escuchar a Mathilda tan segura de lo que él hacía. ¿Era tan predecible? "Penrose..." murmuró sin muchas ganas. Odiaba tener un jefe, odiaba que fuera el padre de Marnie, y odiaba que Marnie trabajara en el mismo sector porque no quería tener que cruzársela y pagar algún plato roto por las cosas que hacía su amigo. "Allí estoy medio tiempo, estoy trabajando más con mi padre, asesorando" le aclaró para que viera que podía ser multifacético (?). Ok, no.

[Philip Bagnold-Browne]

Pero su sufrimiento tenía un propósito: comprarse atún para ella y el gato. Igual debía ser desalentador que no sólo trabajaba de algo que no le interesaba sino que apenas le alcanzaba para subsistir. Pero Philip no se sentía culpable de todo eso, el Ministerio no la tenía bajo un Imperius. Pudo buscar algo mejor o que le gustara.

Histérico se ponía cuando ella resumía mal las noticias o pasaba por alto algo importante. Loquísimo cuando ella se dormía en su escritorio. Ahora estaba tranquilísimo, llevándose una cucharada más de helado a la boca.

Tragó mirándola, esperando a que se riera o algo. ¿O estaba hablando en serio? Sonaba a frase que Mathilda diría para tomarle el pelo. Philip no pudo más que aligerar la expresión de su rostro y ahogar una risa "¿En serio crees que es así de fácil? ¿Que porque soy uno de los hijos de la Ministra nadie se mete conmigo?"

[Philip Bagnold-Browne]

No le sorprendía que Mathilda lo viera como un pobre niño rico. Sí, podía no estar en un monoambiente con olor a atún, tener más que medio limón en la heladera y estabilidad, pero todo tenía un precio.

No pudo evitar soltar una risa con la última pregunta que le hizo. "Por empezar, tú..." él también le iba a ser totalmente sincero "Suponiendo que mi vida es fácil sólo por ser quien soy" negó con la cabeza "No es divertido que todos sepan quién eres, qué hacen tus padres, te juzguen por lo que hacen ellos, te busquen debilidades para criticarte" comenzó a enumerar "Sientes presión todo el tiempo por hacer las cosas bien, porque nadie pueda hablar mal de ti porque también traería consecuencias para el resto de tu familia" sí, algo estaba aprendiendo al estar al lado de su padre, como que no estaba bueno armar escándalos en El Profeta porque los hacía quedar como una familia de desquiciados a todos "Y poca gente te dice lo que piensa en realidad o se acerca a ti sin ningún interés".

Por ahora había finalizado pero tenía más. Obvio, nada se comparaba a no tener techo o comida, pero aunque tuviera todo lo que necesitara no significaba que su día a día fuera fácil, por algo terminaba borracho la mayor parte de la semana. Quizás sus hermanos no sentían esa presión porque no habían seguido la misma carrera que sus padres, pero Philip se había metido en la boca del lobo sin saberlo.