((Hola, te pido un millón quinientos ochenta y tres disculpas por la tardanza. Voy a entenderlo si preferís ver a Ruth castigada que contestar, pero... *insert puppy eyes* - PD: me quedó largo también, jaja))
Cuando Ruth se había enterado del evento de San Valentín, la curiosidad se había apoderado de ella y había ido lo más rápido posible a ver la fuente y las piedras. Su idea era mirar a los demás tirar las piedras, pero pronto se había dado cuenta de que su presencia incomodaba a los alumnos (sobre todo a los varones) y decidió pararse en algún lugar alejado, en lugar de quedarse allí sentada en el borde de la fuente junto al canasto con piedras.
Se había animado a preguntarle a una de las chicas sobre el momento de tirar la piedra y la chica le había respondido que tenía que pensar en el chico que le gustaba con todas sus fuerzas para que la magia funcionase. La chica se había ido y Ruth se había quedado allí parada, mirando hacia la fuente y con las mejillas ligeramente rojas. No rojas porque le gustase alguien, no. Rojas porque estaba delante de un posible experimento que podía ser muy, pero muy interesante si le salía bien.
-Ok, mente en blanco, Ruth- pensó. Aprovechando que no había nadie más allí (porque al parecer era la hora de alguna comida que Ruth ni recordaba), cerró los ojos y comenzó a inhalar y exhalar largamente, para relajar su mente. Había visto a su madre hacer yoga con un programa de televisión cuando era niña y recordaba más o menos cómo hacer para poner la mente en blanco. No tenía que pensar en nadie en especial.
Cuando estuvo lista, se acercó al canasto, tomó una piedra y la arrojó a la fuente. Quería ver si cupido era capaz de conseguirle una cita tan solo con información sobre ella misma.
* * *
Había llegado el día de la cita. En su mente todo apuntaba a que el encuentro sería una sesión de investigación, más que una cita a ciegas. Pero su realidad adolescente la había dejado sorprendida hasta a ella misma: le preocupaba verse bien, sea quien fuese la persona que la estaría esperando.
Luego de probarse demasiadas opciones (y sintiéndose una tonta por estar haciendo aquello), había optado por llevar una
cantidad importante de capas de ropa: blusa blanca, sweater, pollera, medias gruesas y por encima de todo un abrigado saco de lana gris. Hacía frío en el castillo, pero quizás le daba calor. Ella necesitaba tener esa cantidad de capas para regular su temperatura. Llámenla loca, pero piensa en esas cosas de antemano y detesta sentirse incómoda físicamente, sea por frío o por calor. El cabello ligeramente enrulado gracias a unos rollos de pergamino y aire caliente de la varita también era parte del regulador de temperatura, ¿eh? Pfft, ¿qué se piensan?
Al salón llegó cinco minutos antes del horario, pensando en prepararse a solas para su encuentro (o sea: dar una vuelta e investigar el salón, tal y como estaba haciendo Garrett). Pero cuando llegó al lugar ya había alguien allí. De espaldas no lo reconocía, pero eso no era algo extraño en alguien que no socializaba en exceso. Se acercó a la mesa observando la espalda del chico, llena de nervios. ¿Quién sería? Tan solo por esa sensación genial de incertidumbre que tenía en ese momento, sabía que el haber tirado la piedra había valido la pena.
"¿Hola?" saludó, sonriendo un poco.