De cabezas rotas que terminan en cojera

[Ethan Gambler]

Se río con la frase del águila y la respuesta de Liz, ambas tienen razón, “que te puedo decir, es la historia de mi vida, drástico el muchacho” comenta quitándole importancia, aunque en el trasfondo hace una anotación de que debe revisar su modus operandi

“A mí lo que me fascina son las vistas privilegiadas”, dijo acomodándose en el dintel de uno de los grandes ventanales para ver cómodamente hacia las afueras, “Yerbis, yo sé que tu imagen te importa pero realmente debes cuidar tu pie” comento sin desviar su mirada de las afueras del castillo, “¿Te gustaría verme apretar los dientes a cada paso que doy por ser lo suficiente cabezón para no usar un artilugio de apoyo?” pregunto para ver si logra que la chica vea la situación desde su perspectiva, sonrío al ver lechuzas surcar el cielo bajo su mirada y se alejó de la ventana

Se fue a sentar a los pies de Liz, le tomo una mano y se la puso en los cabellos, “Por ser tu mula, me gane que me acaricies los cabellos” Ethan fue, es y será un mimoso aprovechado, le gusta que el acaricien el cabello aunque no a todo mundo le permite que lo haga, así que solo pocos saben que aunque estén alborotados hacia arriba son finos y sedosos al tacto

[Liz Weed]

Ethan estaba en lo correcto en que si la situación fuera al revés, posiblemente también Liz estaría insistiéndole para que haga lo correcto... pero ¿quién les gana a cabezas duras?

Iba a insistir en que le diera un día para ver si mejoraba sin necesidad de un horrible bastón (ni hablar de muletas) cuando el chico la sorprendió echándose en la alfombra azul y pidiendo que le acaricie el cabello. Hacía bastante que eso no pasaba y sería una prueba para Liz hacerlo sin sentir nada, como si ir en su espalda no hubiera sido suficiente.

Comenzó a mover la mano despacio, metiendo suavemente sus dedos entre cabellos de él y mirando ella también por la ventana.

"No eres mi mula, eres mi amigo" afirmó más para sí que para él "aún así, gracias por preocuparte"

[Ethan Gambler]

“Pero te serví como mula de carga” decreto como si fuera la verdad universal del mudo, cerró los ojos para poder disfrutar mejor de la caricia y respiro profundamente y disfruto del momento, con esa sensación agradable que dejan las actividades físicas una vez se entra en reposo, con esa mano mesándole los cabellos

“Nada que agradecer” comenta, “Yerbis …” le llamo aunque no sabe muy bien para que “me gusta volver a estar en buenos términos contigo, te extrañe remilgosa”

[Liz Weed]

Se había quedado absorta mirando por el cristal de la ventana y dejando que la mano actuara por inercia, acariciando la cabeza de Ethan, cuando escuchó que la llamaba por su apodo y volvió a prestarle atención.

Sonrió de costado "yo también te extrañé" luego suspiró sin saber por qué, sintiendo sueño... había madrugado para ir al campo de quidditch con Alessa y luego la caída, el tobillo adolorido, volver a enfrentar a Ethan, la subida de escaleras... en fin, había sido un sábado bastante difícil. La mano que propinaba las caricias fue moviéndose cada vez más lento hasta que los ojos que picaban pidieron cerrarse.

[Ethan Gambler]

De un momento a otro ya no sintió que sus cabellos sean movidos sino un peso estable en su cabeza, que es la mano de Liz que inanimada descansa contra su cabeza, pues la chica se ha dormido él le seguiría a brazos de Morfeo pero prefiere mejor ir adelantando otras tonterías.

Se puso en pie, siempre cuidando no despertar a Liz, con un accio atrajo una cobija de su cuarto y con ella tapo a la chica preocupándose de que su pie quedara bien acomodado, no quería que se le hinchara por estar hacia abajo

Con una sonrisa se alejó en búsqueda de su guitarra, algo podrá practicar de música, esperando poder enterarse que pasara cuando Liz despierte y note en su frente le papelito que dice “CUIDADO no la despierte MUERDE”

[Liz Weed]

JA-JA muy gracioso, Ethan.
Liz se movió buscando una comodidad casi imposible en el sillón cuando sintió calor... se había quedado dormida! y su amigo la había tapado con una frazada. Qué tierno de su parte. Al girar la cabeza contra uno de los apoya-brazos sintió que algo se pegoteaba en su frente... se llevó una mano todavía intentando despertar para ir a dormir a su habitación cuando sintió un papel.
Lo tomó y con los ojos arrugados leyó la inscripción.
No pudo evitar morderse el labio inferior y negar con su cabeza. Ethan tenía cinco años. Y pese a que su instinto de hermana menor a la que habían acostumbrado a las bromas le pedía a gritos vengarse, prefirió arrastrar la frazada y dirigirse a una siesta reparadora en la comodidad de su cama.

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