El pelo en la cara

[Robin Bates]

La primera ronda de exámenes estaba a un par de semanas de distancia. Robin, que no era el ser más aplicado de la historia, había prometido tomarse en serio sus estudios ese año, por todo el tema de los TIMOS y eso. No era una adolescente rebelde que odiaba seguir órdenes o cumplir promesas, pero eso no se lo hacía más fácil.

Habiendo dicho eso, decidió que la forma más sencilla de hacerlo era dedicándole, con la disciplina que no la caracterizaba, dos horas cada día a sus estudios. Por eso, a dos semanas de haber empezado el curso, Robin iba a la biblioteca a estudiar. Desde aquí todo bien pero, como ella claramente no anticipó, a medida que los exámenes se acercan, más personas tienen la misma idea que ella, así que cuando llegó a la biblioteca a media tarde, no se encontró con los de siempre sino a muchos más, dejándola sin su asiento favorito, o su segundo favorito.

No obstante, tenía un tercero y se fue directo a él. Tomó asiento, colocó sus cosas sobre la mesa y se amarró una cola baja con la liga que hacía las veces de pulsera.

Otro tema con Robin era, y esto no lo hacía a propósito, que siempre cargaba el pelo en la cara, así que su vista periférica era nula. Si no lo fuese se habría dado cuenta, antes de amarrarse el pelo, que quien estaba frente a ella sentado era Roman Joyce.

-ohnonono-

¿Será muy tarde para irse a su cuarto asiento favorito?

Reservado

[Roman Joyce]

A Román le gustaba tanto la biblioteca que podía contar con una sola mano la cantidad de veces que había ido durante ese año escolar. Aún le sobraban dedos y esperaba no tener que volver. Él no podía estar tanto tiempo sentado, en silencio y estudiando como era de esperarse de ese lugar: nada más a los cinco minutos de estar ahí había comenzado a golpear (inconscientemente) una pata de la silla con su pie, haciendo que el pobre estudiante que tenía enfrente se marchara. Perdón, él no estaba ahí por gusto. La razón era que quería salir bien en sus próximos exámenes y para ello necesitaba estudiar de un libro que se encontraba en alta demanda, del cual solo quedaba una copia y que por razones ajenas a su conocimiento, Madame Pince no dejaba sacar de la biblioteca. Ugh, pero si le preguntaban iba a decir que eso era mala suerte. Muy mala suerte.

Lo cierto era que ya estaba aburrido y cansado, y empezaba a creer que no entendía lo que leía, es decir, contando esa vez, era la cuarta que releía el mismo párrafo ¡y seguía sin comprender! ¿Sería momento de tomar un descanso? Reviso su reloj, lamentablemente solo llevaba 30 min ahí, era muy pronto para rendirse descansar. Se paso una mano por el cabello, ¿cuándo le había crecido tanto? Iba a tener que pedirle a uno de sus compañeros que le ayudará a cortarlo, si se le metía el cabello en la cara no iba a poner jugar bien Quidditch, quizás era mejor sí empezaba a usar una poción retardadora de crecimiento... ¡No! ¿y sí impedía su crecimiento corporal? ¡No! ¿por qué no había una peluquería en el castillo? Esperar para ir a Hogsmeade tomaba mucho tiempo.

Bueno, Robin Bates, allí donde lo vez con el ceño fruncido y un mechón de pelo estirado, Román no pensaba en nada cercano a sus estudios, solamente en lo largo que tenía el pelo.

[Robin Bates]

¿Y ahora qué? Robin era muy cuidadosa cuando se trataba de Roman Joyce o Clement Tressan, los evitaba a toda costa para no tener que lidiar con el peso emocional que requería estar en sus presencias. Por lo general se sabía sus horarios pero el año recién comenzaba y no había podido dedicarle suficiente tiempo a ellos para saber sus pasos habituales de ese curso. No es que no sabía que Roman pasaba tiempo en la biblioteca, pero siempre encontraba la forma de no estar en su campo visual. No como ahora, que si estornuda la saliva le cae a él seguro.

Su cuerpo estaba tenso y tenía la mirada fija en sus libros no abiertos. Miró alrededor, pensando que quizá podría encontrar otro lugar. Sin embargo, la llegada de nuevas personas que buscaban donde sentarse le hizo saber que, si se levantaba, otra persona tomaría su puesto y ella podría quedarse sin ninguno. Quizá se sentaría una chica guapa y le hablaría y luego se enamorarían. Tampoco lo podía permitir.

Decidió quedarse. No tenía porqué hablar con él. Igual si se quedaba muy callada él no se daría cuenta que ella existe.

Abrió sus libros con mucho cuidado.

[Roman Joyce]

Definitivamente, tenía que buscar una solución, dejar crecer su cabello no era una opción, no solo era incomodo en su día a día sino que no lo hacía desde los 12 años, cuando una señora de la iglesia le había dicho que tenía un aire de Jesucristo ¿debía sentirse honrado al ser comparado con alguien que murió crucificado? ¿estaría bien esa señora de la vista? Tenía muchas dudas y pocas respuestas. Sin embargo, sí sabía que la solución era mantener su cabello corto y olvidar los traumas de su pre-adolescencia.

También sabía que tenía que continuar estudiando, puesto que había desperdiciado cinco minutos pensando en su cabello y vagamente recordaba las voz de la bibliotecaria mencionando algo de un límite de tiempo en cuanto al préstamo del libro. Entonces, volvió a leer el párrafo y esa vez creyó comprenderlo. Muy bien, eso significaba una página menos por leer. Paso la página, casi sintiendo un alivio enorme en su interior y se preparo para continuar la lectura. Pensó que sería buena idea tomar notas, revisó entre las cosas que tenía sobre la mesa y notó que el trozo de pergamino que tenía estaba lleno por ambos lados. Tsk, ese día estaba lleno de obstáculos.

[Robin Bates]

Decidió empezar por lo más sencillo y acercó el libro de encantamientos. Sencillo porque le gustaba lo que estaban viendo ahora, no porque se le diera bien o fácil. Necesitaba enfocarse en algo bueno o sino no se concentraría nunca.

Empezó con el capítulo. Debió leer el título como ocho veces y pero no se le quedaba nada. Era el equivalente a escuchar algo por un oído y que saliera por el otro sin pasar por su cerebro. Se sentía nerviosa y con muchas muchas ganas de ver al frente. Quizá él ni lo notaría, solo sería un segundo.

Y lo hizo. Merlín, qué guapo era.

[Roman Joyce]

Al no encontrar más trozos de pergamino por allí, no pudo evitar pensar que todo sería más fácil si tuviera un cuaderno (¡y lápiz y borrador!), porque estaba seguro que gastaba más pergamino tachando que tomando notas, pero... ¿Sus compañeros comenzarían a verlo como un raro si cargaba un cuaderno a todas partes? ¿y que iba a pasar si usaba lapices? Usarlos era la segunda cosa que más extrañaba de la escuela muggle, porque el fútbol era primero claro.

Como no encontró nada dentro de su mochila, decidió que podía pedirle a alguien más. Era la opción más lógica y racional, no tenía ganas de regresar a su habitación y que luego la bibliotecaria no le prestara el libro. -Bien, entonces...- llevo su mirada al frente y aunque intento sonreír en un inicio, le pareció que la chica -¿Bates?- lo estaba mirando y eso lo hizo sentir un poco raro ¿Era por qué se estaba moviendo mucho y no la dejaba estudiar? Uy, perdón.

[Robin Bates]

Robin era pálida ¿Ok?, pero no era de esas pálidas que se sonrojan fácilmente. No obstante, cuando cruzas miradas con el papacito de Román Joyce, algo te tiene que pasar. A Robin le dio un vuelco el corazón y su reacción fue una no tan sutil bajada de cabeza y mirada, para enfocarse de nuevo en su libro que ahora, no solo no se le quedaba grabado nada, sino que era como si se le hubiese olvidado leer porque las letras no formaban palabras que tuviesen sentido. Quizá había sido disléxica todo este tiempo y recién se enteraba.

[Roman Joyce]

Su intento de sonrisa desapareció, en definitiva la había molestado por moverse tanto, no tenía otra explicación. Además, no había prestado atención y no sabía cuanto tiempo llevaba allí, ¿la habría molestado antes haciendo ruidos? Así iba a estar difícil pedirle un trozo de pergamino. De todas formas debía intentarlo, lo peor que podía pasar era que le dijera que no.

"Umm" se aclaro lo más bajito que podía la garganta, tenía rato sin hablar y temía que la voz le saliera quebrada, y aprovechaba para llamar la atención de la chica. "¿Bates?" dijo, no muy seguro de poder llamar por el nombre -¿Era Robin?- a alguien que acababa de molestar.

[Robin Bates]

Abrió los ojos como platos por un segundo del asombro. Roman Joyce sabía su apellido. SU apellido. No el de la chica de al lado, ni la bonita de su clase. El suyo. Vaya día.

Levantó la mirada. La estaba mirando, o sea que no había alucinado, la cosa era con ella. No le dijo nada porque no se creía capaz de articular palabra. Esperaba que no le hiciera una pregunta complicada, o que le preguntara porqué lo estaba mirando. Por si acaso pensó en excusas. Tenías una araña en el pelo, te pareces a mi primo, a veces los ojos se me van para otro lado sin querer. Alguna sirve.

[Roman Joyce]

Bueno, Robin, él sabía los apellidos de muchas personas en el castillo: los jugadores de Quidditch, sus compañeros de clase, los profesores, los de séptimo y una gran parte de los de quinto. Lamentablemente no estaba seguro de los nombres, -Tiene como cara de Tamsin o Lauren, también- no estaba muy seguro, mejor usar solo el apellido.

En cuanto le devolvió la mirada volvió a sonreír, "¿Cómo estás?" preguntó, tenía que mostrarse amigable si quería lograr su objetivo y no había nada mejor que preguntar por el bienestar de los demás antes de pedir un favor. Era educación básica, así le habían enseñado en casa.

[Robin Bates]

Roman Joyce le estaba preguntando a ella cómo estaba, esto no estaba pasando. ¿Qué se respondía en estos casos? ¿Con la verdad? Es decir, ¿muriendo lentamente? ¿O solo debe decir 'bien'?

Hizo una mueca, bajando las comisuras de los labios como en una sonrisa invertida, hincando los hombros al mismo tiempo, intentando ser casual y cool.

[Roman Joyce]

-Ah, sí. Yo igual- pensó, mientras imitaba la expresión de la chica. No era la respuesta que esperaba, pero no podía esperar una respuesta amigable y efusiva en un lugar como ese. En fin, solo le quedaba algo por hacer, ya que Bates parecía no querer decir nada más: "Y... ¿Me puedes dar un trozo de pergamino?" pidió, mirándola fijamente como para asegurarse que lo escuchó y no pudiera ignorarlo, luego, volvió a sonreír, pero esa vez más discretamente "Por favor" agrego, para que luego no lo tacharan de grosero.

[Robin Bates]

Dentro de ella algo se estrujó, no sabe bien qué pero no era una sensación agradable, y chocaba con la emoción de estar hablando con él. Era una mezcla muy extraña de sentimientos donde claramente dominaba la ilusión de hablarle, aunque fuese para hacerle un favor.

"Si" Respondió en voz baja y le extendió el único pergamino que tenía enrollado con una sonrisa. Cabe destacar que se dará cuenta que es el único que tiene después de habérselo dado, porque ella no piensa antes de actuar.

[Roman Joyce]

No espero mucho para tomar el pergamino por el extremo contrario, que suerte había tenido de conseguir a una persona tan generosa como Bates ese día, ahora podría intentar terminar de estudiar y marcharse de aquel lugar. "Gracias. Te lo devolveré pronto" le dijo, todavía sonriente "Bueno, lo más pronto posible" rectificó, no muy seguro de cuanto pergamino le quedaba entre sus materiales escolares, quizás tenía que realizar un pedido a Hogsmeade y debía esperar varios días hábiles.

[Robin Bates]

Intentó no mirarlo demasiado tiempo y se giró, encorvándose para buscar el otro pergamino inexistente de su bolso. Ella sabía que no tenía otro pero quería hacer el paripé de que lo tenía para no sentirse como una idiota frente a Roman. Descubrió que tenía un cuaderno, claro que no podía entregar un cuaderno como tarea, porque en esa escuela no vivían en ese siglo, pero podía hacerla y luego pasarla a limpio en la sala común, porque hacer doble trabajo era parte de tener un crush y ser medio tonta.

Puso sobre la mesa el cuaderno y lo abrió en la primera hoja limpia. Acercó el libro de transformaciones y lo abrió. Por todas la donas del mundo, cómo iba a estudiar con Roman frente a ella, que alguien se lo diga.