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¡Llegaron las vacaciones! Con ellas llegó un nuevo desafío de escritura, bien llenito de arena y con olor a bronceador muggle. Y como las listas tuvieron mucho éxito, agregamos una especial para este momento: Lista Nº 4 - Julio 2021
Para participar en este desafío, deben tirar los dados y escribir en relación a lo que les toque. Si tienen miedo de que un solo ítem de la lista no les resulte fuente de inspiración, pueden tirar dos dados y elegir el que más les guste. Las reglas son las de siempre: un escrito propio, de más de 300 palabras. (Si además quieren usar alguna de las otras listas para combinar con esta, pueden indicar qué número de lista van a usar del post principal y hacer la tirada como corresponda: 1d100, 1d30 o 1d20)
Tirar los dados no es comprimiso de participación, pero siempre se aprecia.
Los pasos a seguir para participar en este desafío son sencillos:
Vayan al post mencionado y hagan una tirada de dados en respuesta a ese post (no aquí: aquí van a ir solo los escritos, no las tiradas). Pueden usar únicamente 1d30 o 2d30.
Escriban una historia inspirada en lo que les tocó. La historia podrá ser del largo y la temática que deseen.
Compartan su historia como respuesta a este thread (como siempre), con el siguiente formato:
[b]Título:[/b]
[b]Disparador:[/b]
[b]Cantidad de Palabras:[/b]
[b]Comentarios:[/b] (opcional)
[b]Mis puntos van para la Casa:[/b]
Tienen tiempo hasta el 1 de agosto a las 23:59 hs. (GMT-5, hora de México) para participar. A partir del 2 de agosto tendrán una semana para votar y luego anunciaremos a los ganadores, como siempre.
Los premios serán:
1º puesto: 100 puntos para la Copa de las Casas.
2º puesto: 60 puntos para la Copa de las Casas.
3º puesta: 30 puntos para la Copa de las Casas.
Los demás concursantes ganarán 10 puntos para la Casa que indiquen en su post.
Al participar del concurso, el jugador le otorga permiso a la administración para poder reproducir el escrito en las redes sociales con la intención de fomentar el uso del foro, dando siempre el crédito debido al autor. Ante cualquier duda, no tengan miedo de consultar.
Recuerden que todo lo que se escriba en los desafíos es parte de universos alternativos que no afectarán a los personajes del foro.
Título: La fiesta de Sterling Disparador: 10. Puede que haya tomado algunos tragos. (Lista 1) y 29. Terraza (Lista 4) Cantidad de Palabras: 1169 Mis puntos van para la Casa: Slytherin
A mediados de agosto se celebraba el cumpleaños de Sterling Greengrass. Por lo general hacían una comida familiar, invitaban a algunos amigos de sus padres y le regalaban muchas cosas. Sterling nunca se quejó, pero ese año había pedido invitar a sus amigos del colegio, unos pocos, a lo que sus padres decidieron hacerle una fiesta un poco más grande y menos llena de adultos con regalos caros.
La casona Greengrass entonces se llenó de decoraciones festivas, acordes al cumpleaños de un niño de nueve años, y aunque Sterling cumplía trece, no quiso decir nada para no decepcionar a sus padres que habían hecho un esfuerzo por él. Había muchísima comida, una mesa llena de artículos de broma y para cuando cayera un poco el día, tenían preparado un espectáculo de fuegos artificiales.
Sterling había invitado a todo su año y a Cecile le dejaron invitar a todo el que ella quisiera, no obstante, sólo invitó a una persona, dado que sus primos ya estaban invitados.
Estaba de pie frente a la chimenea, dando el espacio suficiente como para verse que estaba recibiendo a gente sin que le cayeran cenizas en su costoso vestido. Tenía una sonrisa forzada (pero bien ensayada) en los labios, y la ensanchaba cada vez que alguien aparecía. "La fiesta es en el jardín, los regalos se colocan en la primera mesa a la derecha" decía una y otra vez. No estaría allí toda la tarde, solo hasta que llegara su invitado.
Se estaba pasando la hora cuando apareció Dion Thornhill, en una camisa holgada de color blanco (o que sería blanca cuando se quitara toda la ceniza) y pantalones de vestir azul claro. Cecile sonrió, esta vez genuinamente, antes de ponerse seria. "Llegas tres minutos tarde" le acusó.
"Eso es porque me escribiste 'Maidenheed' y no 'Maidenhead', acabé en Francia" respondió mientras se quitaba la ceniza con la varita. Gracias a Merlín por tener diecisiete años.
"Eso es porque aún no entiendes mi letra" dijo, porque Cecile Greengrass no se equivocaba.
Dion, que no estaba allí para pelear, se acercó a ella y le sonrió. "Me alegra verte, Cecile" dijo, sin saber si darle un beso en la mejilla, estrechar la mano o darle un abrazo. No sabía qué protocolo aplicar con ella, si es que existía uno.
Cecile no se encontraba en una mejor posición respecto a eso, así que lo que hizo fue ponerse a su lado. "Bienvenido a mi casa" dijo, levantando un brazo, mostrando uno de sus salones.
Le hizo un pequeño tour, y recibió los halagos que esperaba. Se lo presentó a sus padres quienes lo reconocieron como el 'compañero de estudio' de Cecile, dado que siempre hacían pareja juntos y sus notas se mantenían altas. Cecile dejó que Dion estuviera un rato en la mesa de las bromas, mientras ella socializaba con el resto de su familia. Una tía le preguntó si Dion era su novio, a lo que ella respondió que no tenía tiempo para eso y se marchó, antes de más preguntas.
Dion estaba examinando lo que parecía una bomba fétida cuando Cecile le tocó el brazo. "Ven, en un rato empezarán los fuegos artificiales y hay una vista mejor" le dijo ella.
Lo llevó hasta la terraza de su habitación, sin hacer demasiado hincapié en su cuarto, por lo personal que era y él no insistió, aunque le hubiese gustado examirarlo. La terraza no era enorme: era un espacio rectangular de unos diez metros cuadrados. La barandilla era de concreto, que le recordaba a la arquitectura romana por alguna razón. El cielo era de color naranja y el sol ya se había escondido en el horizonte. Tenían una vista perfecta del jardín y la fiesta, y aunque estaban a solo unos metros por encima de ellos, Dion sentía que estaba en otro lugar con ella.
"Cecile" la llamó. "¿Por qué soy el único aquí?" Preguntó. Al principio pensó que había sido el primero en llegar, al pasar el tiempo se dio cuenta que nadie más de su año llegaría.
"¿Por qué? ¿Te aburres de estar conmigo?" Preguntó, alzando una ceja.
"Sabes que no pero, escuché que podías invitar a quien quisieras y solo estoy yo aquí" dijo.
Cecile suspiró. Tenía las manos apoyadas en la baranda y miraba hacia el jardín. "No me agrada mucha gente, Thornhill, y si iba a pasar por esta farsa, quería a alguien de confianza conmigo" respondió.
"¿Farsa?".
Cecile se colocó de lado, mirando a Dion. "Cuando yo era pequeña y ofrecíamos fiestas, solamente se invitaban a familias respetadas. Si yo socializaba era con mi familia o los hijos de personas con un apellido importante en la comunidad. Nunca me dijeron que estaba bien hacer migas con otros, tampoco lo contrario, pero yo siempre asumí que era con ellos con quien debía estar" dijo, soltando aire por la nariz, tratando de calmar sus ánimos. "El mejor amigo de mi hermano es hijo de muggles, y escuché a mis padres pidiéndole que se quedara a dormir y que esta era su segunda casa, ¿entiendes mi molestia?" Preguntó.
Dion apoyó los antebrazos en el barandal, inclinándose hacia adelante y observando a los amigos de Sterling. "Lo cierto es que no" dijo con honestidad. "¿No crees que está bien que tu hermano y sus amigos sean aceptados por tus padres?" Le preguntó mirándola.
"Ese no es el punto".
"¿Entonces cuál es?" Preguntó Dion.
Cecile se colocó de espaldas, apoyada en el barandal, con los brazos cruzados. "Olvídalo" respondió, cerrándose por completo.
Dion caminó hasta ponerse frente a ella, y posó una mano en su brazo.
"Yo tampoco vengo de una familia respetada" le dijo.
"Pero tú eres diferente" respondió ella, irritada de la conversación.
"¿Cómo soy diferente?" Preguntó sonriendo. Él no se consideraba diferente en ningún aspecto, eso era incluso parte de su identidad.
"Nada, déjalo" dijo, dándose la vuelta otra vez, con la cara hacia el jardín.
Dion acercó la mano a la espalda de Cecile, usando los dedos para moverle el cabello en un movimiento.
"Yo también pienso que eres diferente" dijo al fin, no porque estuviese muy seguro de los sentimientos de ella, pero tenía el presentimiento de que estaban en un lugar similar, y ser el único invitado le había dado cierta esperanza que sus sospechas eran correctas.
Cecile tragó saliva y el primer fuego artificial azotó el aire, llenándolo de color y brillos que se confundían con las primeras estrellas del cielo. Se volteó y sin pensarlo demasiado, posando las manos en el pecho de Dion, posó sus labios en los de él, en un beso que fue correspondido con suavidad.
Cecile se separó segundos después. En su cara se reflejaban los múltiples colores de los fuegos que seguían explotando a su espalda.
"Lo siento" dijo, apoyando la espalda en el barandal para no caerse. "Puede que haya bebido unos tragos" se excusó.
Dion sonrió. Cecile nunca supo si lo hacía por lo que acababa de suceder o porque la boca de Cecile no sabía nada a alcohol.
Título: Third party guests Disparador: 3. Piña / Sandía Cantidad de Palabras: 1086 Comentarios:¿El morocho en cuestión será este? Mis puntos van para la Casa: Hufflepuff
Waleska salió de la piscina empujándose con los brazos, mientras el agua se escurría ruidosamente. Gretchen Crowley estaba sentada en la escalera, cubriéndose nerviosamente el escote, mientras intentaba alcanzar con el pie el flotante rosa que se le había escapado de las manos mientras intentaba meterse en la piscina. Waleska acomodó su cabello hacia atrás y se sentó en su reposera. El sol estaba intenso, incluso entre las nubes pasajeras, y la humedad era altísima. Era un calor sofocante, especialmente en la ciudad.
La terraza del edificio, que por dos semanas estaría convertida en la piscina comunal de Occamy Heights, era el lugar para pasar el fin de semana. La mayoría eran jóvenes profesionales, sin las ataduras de responsabilidades familiares, con mucho en común. A veces Waleska se preguntaba si ya no era hora de sentar cabeza con alguien y armar una familia. Alguien que entienda su dedicación por el trabajo, alguien responsable, atento, amable, pero activo y emprendedor. Alguien que no había conocido aún, probablemente, porque los que sí querrían casarse con ella eran hombres aburridos y estructurados.
Waleska acomodó su toalla y se recostó sobre la reposera, cerrando los ojos. Las voces se mezclaban con los chapoteos, con el tintinear de vasos y botellas, haciéndola sentir segura y acompañada.
De un zambullido, Gretchen se metió a la piscina. Neve, sentada en el borde y con las piernas en el agua, aplaudió.
"¡Por fin!" dijo Nina, entre risas, nadando hacia Gretchen para ofrecerle una mano. Gretchen se negó a soltarse del flotador rosa, pero pataleó en el agua para acercarse hacia sus amigas.
"¿No te vas a meter?" preguntó Gretchen a Neve. Ella negó con la cabeza.
Mientras las tres jóvenes hablaban de trajes de baño en voz más baja, Waleska sintió que alguien acababa de ocupar la reposera a su derecha. Y luego, escuchó que alguien se sentaba a su izquierda.
"¿La cortás vos?" dijo una de las voces.
"Sí, vos acercame los platos cuando empiece a rebanarla, nomás" respondió la otra.
"Bueno, dale".
Waleska no estaba segura de reconocer las voces. Ambas masculinas, una un poco más gruesa que la otra. El hecho de que estuvieran sentados cada uno a su lado hizo que quisiera abrir los ojos y mirarlos, pero tampoco estaba segura de que le interesara iniciar una conversación con dos extraños.
Escuchó un sonido extraño a su derecha, incapaz de descifrar qué era. Sonaba a algo duro y pesado, y luego líquido, algo se quebraba. Más ruidos. Algo, de repente, se interpuso entre Waleska y el sol, y luego se alejó.
"Disculpá, ¿querés?" dijo una de las voces. Waleska, incapaz de aguantar más su curiosidad, abrió los ojos. Parpadeó y dejó entrecerrados los ojos, adaptándose a la luz.
La escena cobró algo más de sentido. Un joven alto y rubio estaba sentado a su izquierda, al borde de la reposera, sosteniendo con la varita un plato de papel. Era pálido y se notaba que le había quedado algo de poción anti-quemaduras sin esparcir en las mejillas.
"¿Me hablabas a mí?" preguntó Waleska. El plato de papel flotó hacia su derecha.
"Sí, a vos te preguntábamos" dijo el otro muchacho, el de la voz más juvenil. Waleska comprendió lo que había escuchado: el muchacho rubio le alcanzaba platos de papel al de cabello castaño que estaba del otro lado, porque estaba cortando porciones de sandía con la varita.
"Es de la que en vez de semillas, tiene cristales de hielo" agregó el rubio.
Waleska se incorporó en el lugar, lamentando no tener a mano sus lentes de sol. Observó a ambos muchachos con una sonrisa, amable y misteriosa, mientras intentaba descifrar si los reconocía. Decidió que no.
"Bueno, gracias" aceptó, cruzando las piernas. El de cabello castaño la miró con poco disimulo, y Waleska alzó una ceja. "¿Quieren que intercambiemos de reposera, para que se puedan sentar juntos?" ofreció sin pensar. No tenía ganas de moverse de donde estaba.
"No, gracias" dijo el rubio, acercándole a Waleska un plato de papel con una porción de sandía, apoyada en vertical sobre la cáscara.
"Somos muy buenos amigos, pero no tan buenos" dijo el morocho, con una sonrisa.
Waleska tomó el plato y, mientras ellos dos seguían cortando y sirviendo, ella observó la rodaja de sandía. La pulpa era muy rosada y, en vez de semillas negras, había pequeños pedazos de hielo. Waleska le dio una mordida: era apenas dulce y muy refrescante. Sintió la mirada de los dos jóvenes sobre ella.
"¿Y? ¿Está buena?" preguntó el rubio. El morocho se rió, mientras asentía con la cabeza mientras respondía a la pregunta en otro contexto.
"Está muy rica, gracias" dijo Waleska.
"Bueno, si después querés-" comenzó el morocho.
"¡Oigan!" la voz de Nina lo interrumpió, mientras se agarraba de la escalera al salir de la piscina. "No la molesten, ¿puede ser?" dijo, indignada.
Neve se giró para observarlos por encima de su hombro, mientras Gretchen se agarraba del borde de la piscina para espiar la situación.
"No la molestábamos" dijo Sam, mucho más ágil y rápido ahora en mover los platos con porciones de sandía.
"Le estábamos ofreciendo sandía, para hacerlas quedar bien a ustedes con su vecina" agregó Winston.
"Dudoso" dijo Neve en voz baja, poniéndose de pie.
"¿Por qué estaban cortando la sandía ahí, en las reposeras, cuando hay una mesa perfectamente aceptable y a la sombra ahí?" dijo Nina, señalando una mesa de madera con seis sillas junto a la entrada de la terraza, donde Neve ahora estaba agarrando una toalla para atársela alrededor de la cadera.
"No los vamos a invitar más si se portan mal" dijo Gretchen, todavía agarrada al borde de la piscina, por lo que su rostro solamente podía verse parcialmente.
"Merlín" dijo Sam en voz baja, alejándose de Waleska con la varita en mano y cinco platos flotando delante de él.
"Perdón por molestarte" Winston miró a Waleska con una sonrisa.
"No me molestaron para nada" respondió ella. "En serio" agregó, mirando a Nina, que ya estaba junto a Winston y lo tomaba de la oreja. Winston se levantó, haciendo un ruido de dolor exagerado, mientras Nina lo llevaba hasta la mesa.
Waleska rió en voz baja. Grecteh salió del agua, se cubrió con una enorme toalla, y levantó la sandía que Winston había dejado abandonada. Sonrió tímidamente a Waleska, como pidiéndole perdón, y se alejó a la mesa.
Waleska le dio otra mordida a la sandía, segura de que extrañaría estas interacciones si se casaba con un hombre aburrido que vivía en los suburbios.
Título: 2010 Disparador: 14 (Infancia) Cantidad de Palabras: 1098 Comentarios: Este fue el primer escrito que empecé, porque quería postearlo el 25, pero bueno… *gesticula vagamente hacia la vida que se la complicó toda la semana*. btw hbd bb ilu Mis puntos van para la Casa: Hufflepuff
Caroline cerró la puerta de la habitación y usó la llave para darle vuelta a la cerradura como pudo: la llave estaba unida a un bloque de madera del tamaño de un posavasos, pero cuatro veces más grueso, y con el número 25 pintado a mano. Intentó guardar la llave en el bolsillo de su sudadera, pero el bloque de madera era demasiado grande. Cansada y rendida, Caroline caminó por el desértico pasillo cubierto por una desgastada alfombra marrón, pasando hileras de puertas a cada uno de sus lados. Lo único que rompía la monotonía de puertas con números pintados a mano eran los ventanales que dejaban entrar la luz del sol de la mañana, doblemente intensa por el reflejo sobre el agua del mar.
Dobló a la izquierda al final del pasillo, y decidió tomar el ascensor en vez de arriesgarse a subir un piso por las escaleras con las sandalias que llevaba puestas. La puerta se abrió en el sexto piso, y Caroline tuvo que entrecerrar los ojos mientras subía las manos a la cabeza para bajar los lentes de sol de su cabello hasta su rostro: todas las paredes eran ventanales y el reflejo del sol era despiadado, aún en otoño. El bloque de las llaves la golpeó suavemente en la sien, pero al menos los lentes de sol la protegían de la luz.
El sexto y más alto piso del hotel era un enorme salón que por las mañanas debía cumplir la función de restaurante para el desayuno. Había dos docenas de mesas, algunas más grandes y otras para parejas, pero todas con sus respectivas sillas dadas vuelta sobre éstas, cubiertas por manteles blancos. Solamente dos mesas pequeñas, alejadas varios metros entre sí, habían escapado del abandono y lucían presentables.
El restaurante estaba desierto, al igual que el resto del hotel.
Caroline tomó asiento en una de las mesas, dándole la espalda al sol. Movió la varita y acercó a su mesa una taza blanca, un vaso y un plato con cubiertos. Apoyó los codos sobre la mesa y, a pesar de su impaciencia, no le quedaba más opción que esperar. Había dormido bien la noche anterior, sola en una enorme cama King size, pero el silencio mezclado con el hambre y el calor del sol en la espalda la hacían sentir soñolienta.
Una vez se había quedado dormida en la clase de herbología, cuando tenía doce años. Había estado nerviosa por un examen, ya no recordaba cuál, y había pasado la noche sobreviviendo pesadillas. Para cuando la última clase del día terminó en un cálido y oscuro invernadero, Caroline había quedado oculta por una enorme maceta vacía, con la cabeza apoyada sobre sus bracitos, sumida en un profundo sueño reparador. Todavía recordaba el aire cálido, el olor a tierra recién regada, la voz de Kettleburn lejana y confortable.
Despertó una hora después, sobresaltada y sola en un invernadero casi a oscuras, y corrió a la sala común de Slytherin, paranoica por haber perdido la noción del tiempo y temerosa de que algún profesor o prefecto fuera a regañarla.
Fue el sonido de pasos apresurados los que la sacaron lentamente de la ensoñación, provenientes de la misma escalera por la que ella había decidido no subir momentos atrás. Se giró, el sol lastimó sus ojos hasta que se ajustaron a la luz, y vio a Alastair caminando hacia ella con una enorme bolsa de papel madera.
“¿A dónde fuiste a comprar, a Birmingham?” preguntó Caroline, intentando sonar más indignada entre tanta somnolencia.
Alastair rió, acercándose hacia ella y dejando la bolsa de papel sobre la mesa. “¿Ya calentaste el agua?” preguntó.
Caroline alzó las cejas, tomada por sorpresa. Se enderezó, un poco avergonzada. “Lo olvidé, lo siento”.
“No es problema” dijo él, pasando un brazo por los hombros de Caroline para acercarla a sí, y agachándose para dejarle un beso en la cabeza. “¿Vas sacando las cosas mientras tanto?” preguntó, soltándola y caminando hacia una puerta blanca entre un ventanal y una estructura de autoservicio cubierta por manteles blancos. Alastair entró en la cocina del hotel.
Caroline notó que solamente había dejado un set de platos y cubiertos, así que sacó la varita para que otro set flotara hacia la mesa. Su memoria estaba cada vez peor. Apenas recordaba el accidente, un hechizo que la golpeó accidentalmente en horas laborales y… nada, no recordaba demasiado. La neblina mental era pesada y luminosa, la hacía sentir sofocada y confundida si la analizaba demasiado.
Un tintineo hizo que alzara la vista. Alastair tenía una jarra de leche caliente en una mano, y una cafetera de vidrio en la otra. “¿Galão?” ofreció él.
“Solo dame un latte” pidió, recordando que debía sacar lo que trajo en la bolsa de papel.
“Es lo mismo, ¿no? Latte, café au lait, galão, café con leche…” dijo, mientras servía. “Traje pão de Deus” le informó, entusiasmado, mientras Caroline sacaba de la bolsa unos pancitos dulces, todavía tibios, rellenos de coco y algo alimonados. Los colocó sobre uno de los platos. Sacó un pan de la bolsa y, al no saber dónde dejarlo, lo volvió a guardar.
“Creo que quiero ir a la playa hoy” dijo pensativa, mientras Alastair se sentaba frente a ella. Caroline notó que tenía una taza de café con leche humeante delante de sí.
“¡Claro!” respondió él, entusiasmado. El sol le daba de frente, pero no parecía molestarle. Alastair se metió un pancito dulce en la boca, y Caroline sintió que su pulso se aceleraba cuando notó el resplandor de algunos cabellos blancos en la sien de Alastair, nerviosa y ligeramente asustada.
“Alastair, dime: ¿somos amigos de la infancia?” preguntó, sintiendo la punta de los dedos fríos. Sostuvo la taza entre las manos, sin levantarla de la mesa. Él lucía algo sorprendido por la pregunta. Masticó, tragó y luego le dio un sorbo a su café. Caroline se sintió impaciente, pero no habló.
“Nos conocemos desde el primer año en Hogwarts, pero no sé si…” ladeó la cabeza, entrecerrando un poco los ojos.
Alastair alejó la vista de Caroline, apoyando la espalda en el respaldo de la silla con un gesto cansado. Caroline levantó la taza a sus labios y dio un sorbo.
“Supongo que no” respondió él.
“Huh” dijo Caroline. Alastair la observó atentamente, pero Caroline continuó desayunando como si nada.
“Quiero ir a esa playa con las cuevas” agregó, como si nada. “Quiero ir contigo a esa playa con las cuevas” se corrigió, acercando una mano hacia él.
Alastair sonrió y le acercó su mano para darle un apretoncito.
Título: El sospechoso de siempre Disparadores: 6. Mensaje en una botella (lista 4) y 14. ¿Confías en mí? ¿No confías en mí? (lista 2) Cantidad de Palabras: 1049 Comentarios: El lugar sería cercano y similar a este, pero con dunas de arena en lugar de tanta vegetación. Mis puntos van para la Casa: Ravenclaw
Era un día perfecto para ser aprovechado desde temprano en la playa mágica ‘Paraíso del Fénix’, al sur de Devon, disfrutando el calor y las distintas actividades que había allí. La zona protegida por el Ministerio de Magia abarcaba una gran extensión de playa, delimitada naturalmente por dos barrancos que hacían el lugar perfecto para su ocultamiento. Los muggles veían un barranco continuo en lugar de la playa y, si se acercaban lo suficiente, activaban hechizos que los desviaban de trayectoria o los inundaban de pánico a las alturas y los hacían alejarse por temor a sus vidas. Un cartel de madera anunciaba ‘¡PELIGRO! NO PASAR’, para reforzar el mensaje de que no era un lugar transitable.
Las brujas y los magos también veían el barranco, hasta que tocaban el cartel con la varita. En ese momento se corría ante ellos un velo transparente del tamaño de una puerta amplia, mostrando el cartel con el nombre de la playa y el inicio del sendero entre dunas que bajaba con suavidad hasta la playa.
‘Paraíso del Fénix’ era una playa amplia y llena de actividad. Estaba rodeada por muchos puestos de comida y bebidas, dispuestos en un semicírculo justo donde terminaban las dunas. Había actividades de día para las familias y de noche para quienes buscaban socializar y bailar o tomar unos tragos a la luz de las estrellas. Verano a verano, la playa se estaba convirtiendo en uno de los lugares de moda para la juventud mágica del Reino Unido. ***
June y Dax estaban sentados en una de las dos lonas coloridas que tenían estiradas en la arena. Estaban admirando los caracoles y piedritas que habían juntado ese día y que separaban entre sí con cuidado sobre la superficie de lona, para evitar que se les pierdan en la arena. June llevaba el largo cabello recogido en un rodete desprolijo, señal de que ya se había metido al mar tantas veces que se había resignado a atarlo como podía, sin buscar que sea un peinado perfecto. Dax tenía la espalda bronceada llena de arena, gracias a una pelea en broma con June. Si bien el revolcón por la arena había sido en plan apto para todo público, Ichabod se había levantado de la lona algo molesto, con la excusa de ir a comprar bebidas para los tres.
Unos minutos más tarde, cuando la parejita ya se había calmado y estaba concentrada en los caracoles, Ichabod se acercó a ellos nuevamente. Llevaba un vaso de cerveza fría en una mano y hacía flotar con la varita otros dos vasos de cerveza delante de él. Cuando llegó junto a ellos, se sentó en su lona y les acercó los vasos flotando. Dax tomó uno de los vasos del aire y esperó a que June tomara el suyo para levantarlo con felicidad y chocarlo con el de su novia. “Gracias”, le dijeron ambos a Ichabod antes de tomar el primer trago.
“No hay problema”, les respondió Ichabod. “Ah, me dijeron que más tarde van a sortear dos boletos para el paseo submarino de las cinco”, agregó, mostrándoles los pergaminos con números para el sorteo que le habían dado por las cervezas.
“¡Suena genial! Ojalá ganemos”, dijo June, tomando uno de los pergaminos con una sonrisa de oreja a oreja.
“Si no ganamos, vayamos igual. Yo te invito”, le respondió Dax a su novia, pellizcándole la mejilla de forma juguetona.
“No desmerezcas el poder de las cosas gratuitas, niño rico”, bromeó June, sacándole la mano de su rostro con un golpecito, para poder tomar su cerveza sin tirársela encima.
Pero antes de que pudiera dar otro trago, vio un pequeño remolino de arena formándose a sus pies y soltó un chillido, asustada. Mientras doblaba los pies para subirse a la lona por completo, vio que del centro del remolino surgía una botella de vidrio.
Dax, que había estirado un brazo instintivamente delante de June, se estiró para ver qué era y notó que dentro de la botella había un pergamino enrollado. “Ah”, dijo, riéndose. “Es del puesto de los mensajes en botella”. Sin miedo alguno, tomó la botella, le sacó el corcho y se la dio a June. El remolino había aparecido a sus pies, así que el mensaje debía ser para ella.
June volvió a sentarse con normalidad, ya que el susto había pasado. Tomó la botella y la golpeó, boca abajo, hasta que el rollito de pergamino se asomó lo suficiente como para sacarlo de allí. Tenía el ceño fruncido, tratando de pensar en quién podría haberle escrito, pero cuando leyó el mensaje en voz alta lo frunció aún más: “Te amo. Por favor, dame una oportunidad. Te espero a las siete debajo del farol en la punta del barranco sur.”
La cara de June era de desconcierto. La cara de Ichabod también.
La cara de Dax, por el contrario, solo reflejaba enojo. “Ichabod...” le dijo a su primo, en voz áspera y baja.
Ichabod pasó la vista del pergamino hasta la expresión irritada de Dax, levantando las cejas en una pregunta muda mientras trataba de entender qué era lo que su primo le quería decir sin palabras. En cuanto se dio cuenta, soltó el aire en un resoplido ofendido.
“¿Qué te pasa? Merlín... ¿No confías en mí?”, le dijo a Dax, enfurecido. Dejó la cerveza apoyada en la lona y se levantó. “No fui yo, Daxton”, agregó con acidez, antes de dirigirse con pasos largos y ofendidos hacia el agua.
El rostro de Dax pasó de la ira al arrepentimiento, para luego pasar a su estado normal y gritarle: “¡Me voy a beber tu cerveza!” mientras lo veía alejarse.
Ichabod ya estaba llegando a la parte mojada de la arena cuando le contestó un: “¡No me sorprendería que lo hagas!” que quizás solo ellos dos comprenderían del todo, pero que definitivamente toda esa zona de la playa había escuchado. ***
Muchos veraneantes detrás de Ichabod, que mojaba los pies en el agua, de June, que revisaba el pergamino en busca de pistas, y de Dax, que miraba hacia todos lados en busca del pretendiente desubicado que necesitaba espantar, se escuchaba la voz bajita y casi llorosa de Emilie en el puesto de los mensajes en botellas: “Ay, señora, le dije al rubio, al CHICO rubio, no a la chica rubia”.
Título: Segundas impresiones Disparador: 7 Puesto de limonada (creo) Cantidad de Palabras: No sé Comentarios: No lo pude terminar a tiempo y encima estoy desde el celular y no puedo chequear con facilidad las cosas. Así que lo mando como está, total ya no participa del desafío. Mis puntos van para la Casa: No aplica
Hadley notó que su copa de champagne estaba casi vacía y paseó la vista en busca de algún camarero. No tenía ganas de acercarse a la barra, donde habían montado campamento los parientes del novio desde que había terminado el primer baile de la pareja. Honestamente, nada podía importarle menos que esa boda.
Portia Southcott había invitado a todas sus compañeras de año, por alguna incomprensible razón, y Hadley... bueno, Hadley estaba ahí porque era algo beneficioso para su carrera. Su jefe era muy buen amigo del padre del novio... ¿o debería llamarlo de marido a esa altura? Ya había acabado toda ceremonia. Hadley solamente había asistido a la porción de la fiesta, con una bella excusa de una responsabilidad familiar inexistente a comienzos del sábado, para ahorrarse el aburrimiento de la oficialización de la boda.
En fin: Hadley estaba ahí, en la fiesta del casamiento de Portia con Shiloh Shipton, porque quería mostrarse más social con su jefe. Que viera que ella estaba invitada a esa boda, fingiendo lágrimas durante el brindis, fingiendo sorpresa cuando se cruzó con su jefe en la pista de baile. Quizás si la veía socializando, siendo completamente encantadora, le daría el puesto de asistente del director de contenido. Hadley se sabía merecedora de ese puesto, pero su competencia era una joven que estudió en Beauxbatons y cuyo encanto con hombres, mujeres y todos los demás era, francamente, aterrador para Hadley.
Ya estaba cayendo el sol y los invitados menos cercanos a la pareja estaban desapareciendo, poco a poco, por la chimenea principal. La mayoría de los invitados que restaban eran familiares y parejas amigas, bailando ya descalzos en el centro del salón. Hadley terminó de beber su copa de champagne, cansada de esperar a un camarero, y se puso de pie. El vestido largo, azul oscuro, se sintió opresor mientras caminaba por las otras mesas. Algo le golpeó la cadera, alguien había movido su silla hacia atrás cuando ella estaba pasando.
“Lo siento” el hombre se puso de pie y se giró hacia Hadley.
“No pasa nada” mintió Hadley con una brillante sonrisa. Observó al hombre, y la sonrisa se tensó un poco en su rostro. “¿Preston?” preguntó.
Royce asintió con la cabeza, dándole una sonrisa dubitativa. Aparte de un poco de vello facial, estaba igual a cómo lo recordaba: demasiado alto, con facciones masculinas pero juveniles, delgado y en forma. Quizás era la camisa blanca, con la corbata negra medio deshecha, la que ayudó a que lo reconociera. Ese niño que no tenía derecho a ser tan alto, asquerosamente optimista y energético, que Merlín había metido en Hufflepuff.
“¿No me recuerdas?” dijo Hadley, un poco ofendida. Royce parecía mirarla con una amabilidad apagada que ella reservaría para un extraño.
“Claro que te recuerdo. Hadley, ibas un año arriba en Hogwarts” respondió. Hadley reconoció en la voz de Royce algo un poco más pesado que la falta de energía. Estaba desanimado porque parecía algo triste. Podía verlo intentando sonreír con normalidad, pero algo le pesaba.
“Bueno, ¡un gusto volverte a ver!” Hadley exageró su reacción. “Que estés bien” agregó, siguiendo su camino y dejando que sus pensamientos regresaran a la copa de champagne. Una copa más y podría irse, habiéndose quedado sola lo suficiente como para poder hablar de la boda con su jefe si fuera necesario.
Sintió una mano en su brazo que la detenía. Miró la mano con desagrado, que ya la estaba soltando, y alzó la vista para ver a Royce.
“¿Sí?” dijo, en un tono azucarado.
“Perdona, Hadley. ¿Querrías bailar conmigo?” preguntó, arreglándose la corbata.
La pregunta la había tomado por sorpresa, al igual que su comportamiento tan serio y directo. Pero Hadley estaba aburrida, y tenía que quedarse el mayor tiempo posible para que su jefe la notara, y Preston siempre le había parecido lindo. Un niño en un cuerpo de adulto, que ahora parecía contener un adulto. Todo estaba en orden.
“Bueno” dijo, mientras Royce la tomaba de la mano. La música, lenta pero feliz, se prestaba a que pudieran bailar tan lejos o cerca como quisieran.
“¿Viniste sola?” preguntó él, mientras se mecían al ritmo de la música.
“Sí”.
“Yo también” respondió. Hadley observó el rostro de Preston, serio. Se notaba que quería decirle algo, pero Hadley no estaba segura de que le importara demasiado. Estaba decidiendo si se separaría con la excusa de ir al baño apenas termine la canción, o si valía la pena aguantar a Preston un par de canciones más para hacerse notar.
“¿Por qué viniste solo?” preguntó Hadley, cediendo un poco a su curiosidad.
“No tenía a quien invitar” respondió, alzando un hombro. Hadley podría haberse sentido mal por él, aunque no era el caso. Claramente estaba triste, y todo sonaba a que había terminado con alguien. Dudaba que Preston fuera un incel, a menos que tuviera algún defecto o problema que ocultaba excepcionalmente bien.
Hadley esperó a que Preston le devolviera la pregunta, pero no ocurrió. Eso le pareció bastante egoísta. Hadley apoyó su cabeza contra el pecho de Preston, aprovechando para mirar hacia las mesas más cercanas a la mesa principal de los novios y sus padres. Sintió la mano de él apoyándose contra su espalda, pero no le dijo nada ni lo detuvo.
“¿Estás buscando a alguien?” preguntó Royce, notando que Hadley miraba a su alrededor.
“No, solamente quería ver si había un...” Hadley alzó la vista hacia él, y supo que no tenía que inventar nada inteligente. Cualquier cosa serviría con él “Un puesto de limonada”.
Preston rió, con sinceridad. Hadley no pudo evitar una pequeña sonrisa sincera. "¿Un puesto de limonada, en una boda?” preguntó él, entretenido.
“Una boda de verano” corrigió ella. “Deberían tener un puesto de limonada frente a la barra donde sirven alcohol” agregó con mucha seguridad. Sintió la mano de Preston en su espalda subir un poco, dejando una sensación de estela cálida sobre su piel. La otra mano, que no había soltado desde que aceptó bailar, parecía más relajada.
“¿Sabes qué? Tienes razón. Es más sano” dijo él. “Más barato, también”.
“Ya ves, Preston” dijo ella, sin soltarlo cuando la canción terminó. “Tenemos muchas observaciones para hacer esta noche” comentó, notando que su jefe acababa de sentarse en una mesa cercana y no tardaría en verla. La banda comenzó a tocar un tema lento y romántico, y Hadley sonrió con picardía mientras Preston acortaba la distancia entre sus torsos. Iba a hacerse notar.
¡Gracias por participar! Ahora llega el momento de la votación: pueden hacerlo AQUÍ. Elijan sus tres historias favoritas y recuerden que es solamente un voto por player.
La encuesta cerrará el lunes 8 de agosto a las 23:59 hs. (GMT-5). Los ganadores serán anunciados el 9 de agosto en este mismo thread.
¡Suerte a todos los participantes y gracias a los que nos ayudan a elegir a los ganadores!
¡Gracias a quienes participaron escribiendo, leyendo y votando para el desafío!
Esperamos que lo hayan disfrutado. Como siempre, si tienen ideas, sugerencias o comentarios pueden comunicarse con la Administración para futuros desafíos.
1er. puesto compartido (100 puntos c/u): "Third party guests" de Aurora Kent y "El sospechoso de siempre" de Ruth Crowley
2do. puesto (60 puntos): "La fiesta de Sterling" de Cecile Greengrass
3er. puesto (30 puntos): "2010" de Alastair Cunha